5) Tu obligación es respetar y______ ________________ a los demás en lo que puedas.
– Tengan ustedes muy buenas noches – pronunció el recién llegado, quitándose el sombrero de tres picos, y hablando con la boca sumida, como don Eugenio de Zúñiga.
El parecido del tío Lucas con el verdadero corregidor era maravilloso. Así es que la servidumbre, y hasta el mismo señor Juan López, no pudieron contener una carcajada. Don Eugenio sintió aquel nuevo agravio, y se lanzó sobre el tío Lucas como un basilisco.
Pero la señá Frasquita metió el montante, apartando al corregidor con el brazo de marras. El tío Lucas se puso más pálido que la muerte al ver que su mujer se le acercaba; pero luego se dominó, y, con una risa horrible dijo, remedando siempre al corregidor:
– ¡Dios te guarde, Frasquita! ¿Le has enviado ya a tu sobrino el nombramiento?
¡Hubo que ver entonces a la navarra! Levantó la frente con soberanía de leona, y clavando en el falso corregidor dos ojos como dos puñales:
– ¡Te desprecio, Lucas! —le dijo en mitad de la cara.
El rostro del molinero se transfiguró al oír la voz de su mujer. Una especie de inspiración semejante a la de la fe religiosa, había penetrado en su alma, inundándola de luz y de alegría… Así es que exclamó con las lágrimas en los ojos y la sinceridad en los labios:
– ¿Conque tú eres mi Frasquita?
– ¡No! —respondió la navarra fuera de sí—. ¡Yo no soy ya tu Frasquita! Yo soy… ¡Pregúntaselo a tus hazañas de esta noche, y ellas te dirán lo que has hecho del corazón que tanto te quería!…
Y se echó a llorar. La corregidora se adelantó hacia ella sin poder contenerse, y la estrechó en sus brazos con el mayor cariño.
– ¡Señora, señora! ¡Qué desgraciada soy!
– ¡No tanto como usted se figura! – le contestó la corregidora, llorando también generosamente.
– Yo sí que soy desgraciado —gemía al mismo tiempo el tío Lucas.
– Pues ¿y yo? —prorrumpió al fin don Eugenio, sintiéndose ablandado por el contagioso lloro de los demás, o esperando salvarse también por la vía húmeda; quiero decir, por la vía del llanto.
Y éste y los criados lloraban de igual manera, y todo parecía concluido, y, sin embargo, nadie se había explicado.
EJERCICIOS
1. Contesta a las preguntas.
1) ¿Por qué se rió todo el mundo cuando se presentó el molinero?
2) ¿Qué le preguntó el marido a la señá Frasquita?
3) ¿Por qué todos se echaron a llorar?
2. ¿Verdadero o falso?
1) El molinero se burlaba del corregidor fingiendo su manera de hablar y andar.
2) La señá Frasquita le escupió en la cara al tío Lucas por mencionar el nombramiendo.
3) Todos se echaron a llorar porque el corregidor les iba a ahorcar.
3. Traduce al español.
Прислуга; не смогли сдержать хохот; передразнивая коррехидора; с надменностью львицы; как два кинжала; проникнуть в душу; что ты сделал с сердцем, которое так тебя любило; заразительный плач остальных.
4. Conecta los significados de una columna con las palabras de la otra.
carcajada....pasar al interior
remedar......susceptible de ser transmitido
penetrar.....copiar, imitar
contagioso…arma de acero, con punta
puñal........risa ruidosa
5. Completa los huecos con palabras del ejercicio anterior.
1) La enfermedad resultó ___________ y pronto toda la familia tenía que guardar cama.
2) Cuando nadie lo veía, sabía _____ _________ muy bien a Michael Jackson.
3) Se rió a ______________ cuando le conté la historia del Sombrero de tres picos .
4) Le puso el ______________ al pecho y le exigió todo su dinero.
5) Sus palabras ______________ en lo más profundo de mi alma.
El tío Lucas fue el primero que salió a flote en aquel mar de lágrimas.
– ¡Señores, vamos a cuentas!… —dijo de pronto.
– ¡Su mujer de usted es una bendita! – exclamó la corregidora.– Déjela usted hablar, y verá como se justifica.
– ¡Yo no hablo! —contestó la molinera—. ¡El que tiene que hablar eres tú!… Porque la verdad es que tú…
– Pues ¿y tú? —respondió el tío Lucas, perdiendo de nuevo toda fe.
– Ahora no se trata de ella… —gritó el corregidor, tornando también a sus celos—. ¡Ah, Merceditas!… ¿Quién había de decirme que tú?…
– Pues ¿y tú? —repuso la corregidora.
Y durante algunos momentos, los dos matrimonios repitieron cien veces las mismas frases:
– ¿Y tú?
– Pues ¿y tú?
Fue la corregidora quien puso fin a la disputa, dirigiéndose a don Eugenio:
– ¡Mira, cállate tú ahora! Nuestra cuestión particular la ventilaremos más adelante. Lo que urge en este momento es devolver la paz al corazón del tío Lucas, cosa fácil a mi juicio.
– ¡Yo no necesito que me justifiquen los hombres! —respondió la señá Frasquita—. Tengo dos testigos de mayor crédito.
– Y ¿dónde están? —preguntó el molinero.
– Están abajo, en la puerta…
– Pues diles que suban, con permiso de esta señora.
– Las pobres no pueden subir… Una se llama Piñona y otra Liviana …
– ¡Nuestras dos burras! Frasquita: ¿te estás riendo de mí?
– No, que estoy hablando muy formal. Yo puedo probarte con el testimonio de nuestras burras, que no me hallaba en el molino cuando tú viste en él al señor corregidor.
Y le recordó el momento cuando se cruzaron en medio de un sembrado y las burras rebuznaron saludándose, mientras que ellos mismos se asustaron y salieron huyendo en direcciones contrarias.
– ¡Justamente! ¡Ah, qué feliz soy!… ¡Habla, habla; que cada palabra tuya me devuelve un año de vida!
– Si quieres saber ahora por qué encontraste al señor corregidor en nuestra cama —continuó la señá Frasquita—, tienta esas ropas que llevas puestas, y que todavía estan húmedas, y te lo dirán mejor que yo. ¡Su Señoría se cayó al caz del molino, y Garduña lo desnudó y lo acostó allí! Si quieres saber por qué abrí la puerta…, fue porque creí que eras tú el que se ahogaba y me llamaba a gritos.
– ¡Conque eres inocente! —exclamaba en tanto el tío Lucas, rindiéndose a la evidencia—. ¡Frasquita mía, Frasquita de mi alma! ¡Perdóname la injusticia, y deja que te dé un abrazo!…
Pero la molinera se apartó y dijo que quería oír primero sus explicaciones.
– Yo las daré por él y por mí… —dijo doña Mercedes.
– ¡Hace una hora que las estoy esperando! – profirió el corregidor, tratando de erguirse.
– Las daré —continuó la corregidora, volviendo la espalda desdeñosamente a su marido—, pero primero estos señores tienen que descambiar las vestimentas…; y, aún entonces, se las daré tan sólo a quien merezca oírlas.
– Vamos…, vamos a descambiar… ¡El traje de Vuestra Señoría me ahoga!– le dijo el murciano a don Eugenio.
– ¡Yo estoy, en cambio, deseando ponérmelo, para ahorcarte a ti y a medio mundo, si no me satisfacen las exculpaciones de mi mujer! —respondió el corregidor.
La corregidora, que oyó estas palabras, tranquilizó a la reunión con una suave sonrisa.
EJERCICIOS
1. Contesta a las preguntas.
1) ¿Quién tenía que ser el primero en dar las explicaciones?
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