—No se trataba de que tú no fueras habilidoso o que carecieses de fuerza, hijo mío. Me temo que es probable que yo haya fomentado que la gente prestara más atención a Jeremiel que a ti. Desde el día en que vosotros os conocisteis, estaba claro que Naomi te quería solamente a ti. Y yo —tragó saliva con dificultad— hice todo lo que estuvo a mi alcance para alejar a Naomi de ti.
Miró a Lash con ojos atormentados. —Ese es un recuerdo que desearía poder olvidar. Créeme cuando te digo, Lahash, que no hay día que pase sin que me arrepienta de mis acciones.
—¿Por qué harías tal cosa? —preguntó Naomi con dolor en su voz—. ¿Por qué habrías querido herir a tu propio hijo de esa forma?
Raphael lanzó una mirada a Jeremy y a continuación la miró a ella. —Porque yo... yo favorecí a Jeremiel. —Hizo una pausa, ancló los ojos al suelo y las palabras aparecieron lenta y cuidadosamente—. Y él te favorecía a... ti.
Lash se levantó de un salto y le gritó a Jeremy. ¡Lárgate!
—Venga, Lash —dijo Jeremy con un tono de voz suave, levantando la mirada hacia él—. Eso fue hace mucho tiempo.
Lash dio un paso amenazante hacia él mirando al ángel dorado que amenazaba con apartar de él a todos los que amaba. Ya lo había hecho en el pasado. ¿Acaso eso iba a evitar que lo volviera a hacer otra vez? —Has estado actuando de una forma muy rara desde que entraste en esta casa. ¿Por qué?
Jeremy tragó saliva. —No quedamos lo que se dice bien la última vez que nos vimos. No estaba seguro de qué esperar.
Sus ojos miraban fijamente a Lash como si tratara de convencerlo.
Lash intentó leer su rostro. Jeremy estaba usando su cara de póquer. «¡Maldita sea! Está ocultando algo».
—¿Qué es lo que no estás diciéndome?
—Por favor, Lash. Eso ya no importa. —Las suaves manos de Naomi tocaron su tenso brazo e hicieron que se girase hacia ella cara a cara—. Durante todo el tiempo que llevas conociendo a Jeremy, o que tú puedas recordar, ¿alguna vez ha intentado quitarte algo?
—Sí. Te dejó morir. Él pudo haberte salvado.
—Eso fue diferente. Su trabajo era traerme aquí. Cuando lo conocí, me dijiste que era tu amigo. Y por si no lo recuerdas, yo quería darle con una llave de cruz.
Lash sonrió. —Aquellos eran buenos tiempos.
Naomi lo miró expectante.
Él sonrió. —Oh, está bien. No, Jeremy nunca me ha quitado nada.
—¿Y?
—Y siempre estuvo junto a mí.
—Entonces, ¿por qué esperas que ahora sea diferente?
Ella estaba siendo muy coherente y a él no le gustaba. Con recuerdos o sin ellos, sencillamente no podía deshacerse de la sensación de que Jeremy aún la quería. Miró los claros ojos azules de Naomi, enmarcados por espesas pestañas negras.
—Tienes razón. Supongo que estoy siendo un paranoico.
Ella besó ligeramente su mejilla y seguidamente se giró hacia Raphael. —Yo no recuerdo nada de todo esto, y lo que parecen ser pequeños fogonazos de recuerdos, siempre han sido sobre Lash y ahora entiendo por qué. Lo amo y nada, ni nadie, podrá acabar jamás con mi amor por él. Por esa razón nos uniremos tan pronto como pueda realizar todos los arreglos necesarios.
El rostro de Raphael se iluminó. —¡Qué maravillosa noticia!
—¿Te alegras por ello? —preguntó Lash.
—Naturalmente. No soy la persona que Lucifer te mostró. Puede que haya tenido que perderos a ti y a Jeremiel para darme cuenta lo equivocado que estaba entonces. ¿Puedes perdonarme por mi pasado, por mi incapacidad para ser un buen padre para ti?
Lash miró los ojos de súplica de Raphael. En todo el tiempo que llevaba conociéndolo, o al menos en el tiempo que podía recordar, Raphael siempre había estado a su lado, guiándole, ayudándole. Incluso cuando hizo todo lo que pudo por alejarlo de él, éste nunca le dejó. Y ahora sabía por qué. Raphael estaba haciendo todo lo posible para compensarle, para ser un mejor padre. —Sí... Padre.
El rostro de Raphael se iluminó. —Estoy orgulloso de ambos.
Se puso en pie y tomó a Lash entre sus brazos. Sorprendido, Lash miró a Naomi. Las lágrimas brillaron en sus ojos al verlos.
—Abrázalo —vocalizó en silencio ella.
Él asintió y puso una mano en la espalda a Raphael, dándole un suave apretón. Sintió una calidez propagándose por su cuerpo, una paz que no había sentido en mucho tiempo.
—Iré contigo a ver a Michael —dijo Raphael al separarse de él—. Por fin vuelvo a tener a mi familia conmigo. Qué ocasión tan dichosa. ¿No es así, Jeremiel?
Jeremy se levantó y se acercó a Lash, tendiéndole la mano. —Enhorabuena. Os deseo a ambos una felicidad eterna.
Lash miró su mano y seguidamente lo miró a la cara. Lo único que vio fue sinceridad en sus ojos. Estaba verdaderamente feliz por él.
Cogió la mano de Jeremy y, por un momento, sintió que tal vez, solo tal vez, su viejo amigo había regresado.
Después observó cómo Jeremy se giraba hacia Naomi. Apenas fue capaz de mirarla mientras entre dientes la felicitaba y la llamaba hermana.
—¿Estás seguro de esto? —Naomi examinó la zona que rodeaba el arroyo para asegurarse de que nadie les veía a ella y a Lash subiendo al puente. Su corazón palpitaba de la emoción al pensar que iba a volver a ver a Welita y a Chuy, aunque habría deseado que Lash la hubiese dejado hacer esto sola. Si la pillaban desobedeciendo las órdenes de Gabrielle, puede que a ella se lo dejaran pasar porque era nueva. Pero si pillaban a Lash, probablemente se metería en problemas por ayudarla.
—Completamente. —La tomó de la mano mientras iban hacia la parte central del puente—. Yo vigilaré.
Naomi se mordió el labio. Solo estaba a unos segundos de ver a Welita después de varias semanas. ¿Por qué de repente sentía miedo de mirar?
—¿Qué ocurre?
Ella miró sus hermosos ojos color miel. ¿Cómo podría tener miedo con él a su lado? Estaba siendo una tonta. —Nada. Lo haré muy rápido.
Se dirigió al lugar donde sabía que podía tener las mejores vistas de la casa de Welita. Puso la mano sobre la conocida barandilla. Una vez más, su corazón se aceleró ante la expectativa.
«Basta», se dijo a sí misma. «Deja de hacer una montaña de todo esto. Has estado en casa de Welita montones de veces».
Respirando profundamente, se asomó por la barandilla. El agua estaba tranquila. Era como si mirase a través de un cristal. Durante un momento, no vio nada más que el agua cristalina. Después, lentamente, la pequeña casa blanca apareció.
El corazón le latía con fuerza en el pecho. Algo iba mal. Había algo raro.
El césped, que solía ser abundante y solía estar perfectamente cuidado, estaba lleno de malas hierbas que llegaban hasta las rodillas. El parterre que Welita solía cuidar meticulosamente, su orgullo y alegría, estaba invadido por las malas hierbas y lleno de latas de cerveza.
Cerró los ojos con fuerza. Esa no podía ser la casa de Welita. Respiró profundamente, intentando calmarse. Que no cunda el pánico.
Obviamente estaba mirando en la dirección equivocada. Solo tenía que esmerarse un poco más.
Cuando abrió los ojos lentamente, vio la misma casa pequeña en el mismo lugar. Gimió.
Es la casa de Welita.
Cristales rotos cubrían el porche de la entrada y la puerta mosquitera daba golpes a causa del viento. Lo peor de todo era que todas las ventanas estaban rotas.
¿Qué había ocurrido? Welita y Chuy jamás dejarían la casa así, a no ser que la casa estuviera vacía.
—¡No! —Chilló mientras se echaba contra la barandilla, inclinándose todo lo que pudo. La casa era el orgullo y la alegría de Welita. Ella nunca la dejaría. Su padre creció en esa casa. Algo tenía que haber ocurrido... algo tan terrible que Welita no tuviera más remedio que irse de allí.
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