—Federales —gruñó el oficial—. Escuché que les habían llamado. Me parece un poco exagerado. Se ve como un caso de abrir y cerrar.
—Es solo para comprobar algo —dijo Kate al tiempo que ella y DeMarco caminaban al interior del callejón.
Las patrullas policiales en la boca del callejón había sido estacionadas en un ángulo tal que permitiera a los faros iluminar la oscuridad. Las sombras alargadas de Kate y DeMarco añadían un aire fantasmagórico a la escena.
Al fondo del callejón —que terminaba en una pared de ladrillos— había dos policías y un detective de paisano de pie, haciendo un semicírculo. Había un pequeño bulto junto a la pared que tenían enfrente. La víctima, supuso Kate. Se aproximó a los tres hombres y ella y DeMarco se presentaron al tiempo que mostraban sus identificaciones.
—Encantado de conocerlas —dijo uno de los oficiales—, pero para ser honesto, no sé porqué el FBI fue tan insistente en enviar a alguien hasta acá.
—Ah, Jesús —dijo el detective de paisano. Lucía como de cuarenta y tantos, y era un poco desaliñado. Largos cabellos oscuros, barba incipiente, y un par de gafas que le recordaron a Kate todas las imágenes que había visto de Buddy Holly.
—Hemos pasado por esto —dijo el detective. Miró a Kate, puso los ojos en blanco, y dijo—. Si este es un crimen de más de una semana de antigüedad, el Departamento de Policía de Nueva York no quiere tocarlo. Les molesta que alguien quiera desenterrar un asesinato no resuelto de hace ocho años. Yo fui en realidad quien llamó al Buró. Sé que ellos fueron insistentes con el caso Nobilini, cuando estuvo activo. Alguna clase de amistad con alguien en el Congreso, ¿correcto?
—Eso es correcto —dijo Kate—. Y yo era la agente principal en ese caso.
—Oh. Un placer conocerla. Soy el Detective Luke Pritchard. Tengo una cierta obsesión con los casos no resueltos. Este despertó mi interés por el arma que parece haber sido empleada y el hecho de que el homicidio fue llevado a cabo estilo ejecución. Si mira atentamente, puede ver rozaduras en la frente, por donde el asesino aparentemente lo recostó de la pared de ladrillos, justo allí —colocó su mano en el costado del edificio a su derecha, que por todas partes mostraba salpicaduras de sangre ya seca.
—¿Podemos? —preguntó Kate.
Los dos policías se encogieron de hombros y dieron un paso atrás. —Adelante —dijo uno—. Con un detective y el Buró en esto, estaremos feliz de dejárselo.
—Diviértanse —dijo el otro policía al tiempo que se daban la vuelta y se dirigían de regreso a la boca del callejón.
Kate y DeMarco se colocaron alrededor del cuerpo. Pritchard se hizo atrás para darles más espacio, pero se mantuvo cerca.
—Bueno —dijo DeMarco—, yo diría que la causa inmediata de la muerte está bastante clara.
Esto era cierto. Había un solo orificio de bala en la parte trasera de la cabeza del hombre, un orificio más bien limpio, pero el borde del mismo estaba quemado y ensangrentado —justo como el de Frank Nobilini. Era un hombre, al final de la treintena o comienzos de los cuarenta si Kate tuviera que adivinar. Vestía ropa deportiva de marca, un sudadera con capucha y cremallera, y un bonito pantalón para correr. Las trenzas de sus costosos zapatos de correr estaban perfectamente anudadas, y los auriculares de Apple con los que había estado escuchando descansaban a su lado, como su hubieran sido colocados intencionalmente.
—¿Tenemos una identificación? —preguntó Kate.
—Sí —dijo Pritchard—. Jack Tucker. La identificación en su billetera apunta a que tiene residencia en el pueblo de Ashton. Lo cual, para mí, era una conexión incluso más fuerte con el caso Nobilini.
—¿Está familiarizado con Ashton, Detective? —preguntó Kate.
—No mucho. He pasado por allí unas pocas veces, pero no es mi tipo de lugar. Demasiado perfecto, también pintoresco y horriblemente dulce.
Ella sabía lo que él quería decir. No pudo dejar de preguntarse cómo se iba a sentir teniendo que regresar a Ashton.
—¿Cuándo fue descubierto el cuerpo? —preguntó DeMarco.
—A las cuatro treinta de esta tarde. Yo llegué a la escena a las cinco y cuarto, e hice todas esas conexiones. Tuve que rogarles que no movieran el cuerpo hasta que ustedes llegaran aquí. Me figuraba que necesitarían ver la escena, el cuerpo, todo eso.
—Apuesto a que eso te hizo muy popular —comentó Kate.
—Oh, estoy acostumbrado. Me gustaría que solo fuera una broma decir que un montón de policías me llaman Caso Sin Resolver Pritchard.
—Bueno, yo pienso que con este, hiciste la llamada correcta —dijo Kate—. Incluso si resulta que no está conectado, aún así hay alguien por allí que le disparó a este hombre, alguien que necesitamos encontrar por si acaso este no es un incidente aislado.
—Sí, ni idea por mi parte —dijo Pritchard—. Tengo unas pocas notas de voz con mis observaciones, si quieren revisarlas.
—Eso podría ser de ayuda. Supongo que los forenses ya han tomado fotos.
—Sí. Las digitales probablemente ya están disponibles.
Dicho eso, Kate se puso de pie, sus ojos aún puestos en el cuerpo de Jack Tucker. Su cabeza estaba inclinada hacia la derecha, como si estuviera contemplando con nostalgia los auriculares que habían sido tan cuidadosamente colocados a su lado.
—¿Ha sido notificada la familia? —preguntó DeMarco.
—No. Y temo eso porque como le pedí al Departamento de Policía que retrasara el levantamiento del cadáver y el posterior procesamiento del caso, me van a dejar esa tarea.
—Si todo es como siempre, preferiría hacerlo —dijo Kate—. Mientras menos canales procesen los detalles, mejor.
—Si eso es lo que quiere.
Kate finalmente apartó la vista del cuerpo de Jack Tucker y miró entonces la boca del callejón donde los dos policías estaban reunidos con el patrullero que había levantado la cinta. Ella había dado noticias así de devastadoras más veces de las que podía contar, y nunca era fácil. De hecho, de alguna manera, parecía volverse cada vez más difícil.
Pero ella también había aprendido que por extraño que pareciera, era en la profundidad de la pena cuando aquellos que sufrían una pérdida parecían ser capaces de recordar el más mínimo de los detalles.
Kate tenía la esperanza de que así sería en este caso.
Y si era así, quizás una nueva e insospechada viuda podría ayudarla a cerrar un caso que la había perseguido por cerca de una década.
Era un trayecto de solo veinte minutos desde Midtown a Ashton. Eran las 9:20 cuando dejaron la escena del crimen y el tráfico de un viernes por la noche seguía siendo tan penoso como implacable. En cuanto salieron de lo peor del tráfico e ingresaron en la autopista, Kate notó que DeMarco estaba desusadamente silenciosa. Estaba en el asiento de copiloto, contemplando con aire casi desafiante el panorama de la ciudad que pasaba ante su vista.
—¿Todo bien por allí? —preguntó Kate.
Sin girarse hacia Kate, DeMarco contestó de inmediato, dejando en claro que algo había en su mente desde que dejaron la escena del crimen.
—Sé que has estado en esto desde hace rato y conoces cómo son las cosas, pero yo solo una vez he tenido que dar la noticia de que un miembro de la familia está muerto. Lo detesté. Me hizo sentir pésima. Y realmente quería que me hubieses preguntado antes de ofrecerte a hacerlo.
—Lo siento. Ni siquiera lo pensé. Pero es parte del trabajo en algunos casos. A riesgo de sonar fría, es mejor acostumbrarse a ello desde el principio. Además… si estamos llevando el caso, ¿cuál es el punto en delegar esta miserable tarea a ese pobre detective?
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