DeMarco asintió mientras se subían al auto. —Sea lo que sea, estuvo feo.
—Y yo pienso que eso la descarta como sospechosa. Puede que tengamos que estar pendientes de Missy, sin embargo, solo para mantenerla a salvo. Quizás incluso hacerle saber al Departamento de Policía lo transtornada que parece estar Olivia.
—Y entonces, ¿qué?
—Y entonces hacemos balance. Posiblemente con una o dos copas de vino delante, cuando regresemos al hotel.
Sonaba como una buena idea, pero Kate continuó pensando en Missy Tucker y en cómo su mundo era ahora como el cascarón vacío de lo que alguna vez había sido. Kate recordaba demasiado bien lo que se sentía perder al hombre que una amaba, el hombre que te conocía como un libro leído un millón de veces. Rompía el corazón más allá de las palabras y dejaba vacía tu vida.
Evocar tal sensación en ese momento, mientras se dirigía al hotel, la motivó más que nunca. La hizo remontarse en sus recuerdos a los detalles del primer caso, hasta el comienzo del caso Nobilini.
Su mente trató de evocar un nombre—un nombre que ella conocía bien pero que se había desvanecido en las regiones más profundas de su memoria. Era un nombre que recordó ese día, más temprano, cuando estaban reunidas con los amigos de Jack Tucker en el club de yates.
Cass Nobilini.
Tú sabes que hay respuestas allí, pensó Kate.
Podría ser. Y ella iría a buscarlas llegado el momento.
Pero en realidad tenía la esperanza de que no. Ella esperaba no tener que volver a ver en el resto de su vida a Cass Nobilini, pero también sabía que las probabilidades eran mínimas —que ella podía, de hecho, estarla visitando más temprano que tarde.
Se instalaron en el bar del hotel justo cuando el tráfico de la cena empezaba a ceder. Aunque la perspectiva de una copa de vino era en efecto prometedora, Kate encontró que estaba un poco más ansiosa por la hamburguesa que había ordenado. Usualmente, cuando estaba en un caso, olvidaba almorzar, lo que la dejaba hambrienta llegado el final de la jormada. Al hundir su boca en la hamburguesa para darle el primer mordisco, vio una pequeña sonrisa en DeMarco. Su primera auténtica sonrisa del día.
—¿Que? —preguntó Kate con la boca llena.
—Nada —dijo DeMarco, hundiendo el tenedor en su ensalada de pollo a la plancha—. Es tranquilizador ver una mujer de tu edad y estatura comer así.
Mientras tragaba el bocado, Kate asintió y dijo, —Fui agraciada con un asombroso metabolismo.
—Oh, pero qué animal.
—Vale la pena ser capaz de comer así.
Un breve silencio se extendió entre ellas, roto por la risa de ambas ante esos comentarios. Se sentía bien poder bajar la guardia frente a DeMarco luego del tenso día que habían compartido. DeMarco parecía sentirse de la misma forma, a juzgar por lo que dijo después de tomar un sorbo de su copa de vino.
—Siento haber estado tan amargada durante todo el día. Ese asunto de dar noticias como esa a una familia… es difícil. Quiero decir, yo sé que es difícil, pero lo es especialmente para mí. Una cosa de estas me sucedió en el pasado y me afectó. Pensé que lo había superado, pero aparentemente no ha sido así.
—¿Qué sucedió?
DeMarco se tomó un momento, tal vez para considerar si quería o no ahondar en la historia. Tras otro largo sorbo de vino, decidió hacerlo. Dejó escapar un suspiro y comenzó.
—Yo sabía que era gay cuando tenía catorce. Tuve mi primera pareja cuando tenía dieciséis. A los diecisiete, Rose y yo —ella tenía diecinueve— decidimos que ibamos a revelarlo a los demás. Ambas lo habíamos mantenido en secreto, en particular con respecto a nuestros padres. Así que en esas estábamos —a punto de dar la noticia. Se suponía que iría a su casa y se lo ibamos a decir a sus padres, quienes, debo añadir, suponían que Rose y yo éramos solo buenas amigas. Yo estaba siempre en su casa, y viceversa, ¿sabes? Así que estoy sentada en el sofá de sus padres cuando recibo una llamada telefónica. Es de la policía, para decirme que Rose había tenido un accidente de tráfico y que había muerto de manera instantánea, a causa del impacto. Me llamaron a mí en lugar de sus padres porque encontraron su teléfono celular y vieron que el noventa por ciento de su historial eran llamadaspara mí.
—Así que me derrumbo de inmediato y sus padres están sentados allí, preguntándose, ¿qué diablos sucedió? ¿por qué de repente estoy llorando de rodillas en el piso? Y tuve que decirles. Tuve que contarles lo que la policía acababa de decirme —hizo una pausa, echó un vistazo a su ensalada, y entonces añadió—. Fue el peor momento de mi vida.
A Kate se le hacía difícil mirar a DeMarco; no estaba contando la historia como si estuviera involucrada emocionalmente, sino como si fuera un robot recitando una serie de eventos. Con todo, el relato era más que suficiente para explicar la actitud de DeMarco la noche anterior, cuando ella, Kate, se había ofrecido a darle las malas noticias a Missy Tucker.
—Si hubiera sabido eso, sabes, no nos habríamos ofrecido —dijo Kate.
—Lo sé. Y lo sabía entonces. Pero mis emociones ahogaron toda razón o lógica. Honestamente, solo necesitaba sentarme un rato y calmarme. Siento haberme desquitado contigo.
—Eso es agua pasada —dijo Kate.
—¿Has hecho eso muchas veces en tu carrera? ¿Dar noticias como esa?
—Oh, sí. Y nunca es fácil. Se hace más fácil si tomas distancia, pero el acto mismo nunca es fácil.
El silencio cayó sobre la mesa de nuevo. El camarero vino y volvió a llenar sus copas, mientras Kate seguía dando cuenta de su hamburguesa.
—Y entonces, ¿cómo está tu hombre? —preguntó DeMarco —Allen, ¿correcto?
—Él está bien. Está cerca de un punto en la relación en el que se preocupa por que todavía yo esté involucrada con el FBI. Preferiría que yo tomara un trabajo de escritorio. O que permanezca retirada.
—¿Entonces se está volviendo algo serio?
—Así se siente. Y parte de mí está emocionada por ello. Pero hay otra pequeña parte de mí que siente que sería una pérdida de tiempo. Él y yo estamos aproximándonos con rapidez a los sesenta. Comenzar una nueva relación a esa edad se siente... extraño, supongo —sintiendo que DeMarco se pegaría del tema si la dejaba, Kate rápidamente cambió la conversación.
—¿Qué hay de ti? ¿Ha alzado vuelo tu vida sentimental desde la última vez que tuvimos esta incómoda conversación?
DeMarco sacudió su cabeza y sonrió. —No, pero es por decisión propia. Disfruto estar en la Tierra de Una Sola Noche mientras puedo.
—¿Eso te hace feliz?
DeMarco pareció genuinamente impactada por la pregunta. —En cierto modo, sí. Ahora mismo no necesito las responsabilidades y los requerimientos que conlleva una relación.
Kate rió suavemente. Ella nunca había estado en la Tierra de Una Sola Noche. Había conocido a Michael estando en la universidad y se había casado con él un año y medio más tarde. Había sido el tipo de relación donde ella supo que pasarían el resto de sus vidas juntos una vez se dieron el primer beso.
—Entonces, ¿cuál es el próximo paso en este caso? —preguntó DeMarco.
—Estoy pensando en repasar el caso inicial en lugar de usarlo como referencia. Me pregunto si hay nueva información que pudiera haber surgido en la familia Nobilini. Pero… bueno, al igual que tu historia acerca de tu pareja muriendo mientras tú te hallabas sentada en el sofá de sus padres, no es un territorio al que sea fácil retornar.
—¿Así que más visitas y conversaciones incómodas para mañana?
—Quizás. Todavía no estoy segura.
—¿Hay algo que valga la pena que me informes antes de que yo me interne a ciegas en eso?
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