“Holland, usted entiende que, al no cooperar, las cosas no tienen buena pinta”.
“He lidiado con eso durante el último mes de mi vida”.
“¿Dónde está Melissa ahora mismo?”, preguntó Ellington. “Nos gustaría hablar con ella también”.
“Ella es...”. Sin embargo, Holland se detuvo aquí, moviendo de nuevo la cabeza. “A ella también le han arrastrado por el barro. No permitiré que la molestéis por esto”.
“Así que no vas a responder a más de nuestras preguntas”, dijo Ellington. “Y te niegas a darnos la ubicación de la otra persona con la que tenemos que hablar. ¿Es eso correcto?”.
“Eso es absolutamente correcto”.
Mackenzie sabía que Ellington se estaba irritando. Podía ver cómo se tensaban sus hombros y su postura se ponía rígida como una piedra. Ella extendió la mano y le tocó el brazo suavemente, anclándolo.
“Tomaremos nota de eso”, dijo Mackenzie. “Si necesitamos hablar de nuevo contigo en relación con este caso y descubrimos que no estás en casa, te consideraremos un sospechoso viable y te arrestaremos. ¿Entiendes eso?”.
“Sin duda”, dijo Holland.
Los reunió en el vestíbulo mientras les abría la puerta. En el momento que pasaron al porche, Holland cerró con un portazo.
Mackenzie se dirigió hacia la escalera del porche, pero Ellington se mantuvo firme. “¿No crees que vale la pena continuar con ello?”, le preguntó.
“Tal vez, pero no creo que nadie que fuera culpable quisiera compartir algunos de esos detalles. Además... sabemos el nombre de pila de su novia. Si es realmente urgente, probablemente podamos deducir su nombre completo de sus registros académicos. Lo último que necesitamos, no obstante, es el arresto apresurado de un asesor académico que ya está en la cuerda floja y en medio de cierta controversia”.
Ellington sonrió y se unió a ella para bajar las escaleras. “Mira.... son las cosas como esta las que te van a convertir en una esposa increíble. Siempre impidiéndome que haga algo estúpido”.
“Supongo que ya he tenido mucha práctica estos últimos años”.
Volvieron al coche y cuando Mackenzie se sentó, se dio cuenta de lo cansada que estaba. Aunque jamás lo admitiría delante de Ellington, tal vez necesitaba tomárselo con calma.
Uno o dos días más, pequeñín, le dijo en voz baja a la vida que crecía en su interior. Sólo unos días más y tú y yo tendremos todo el descanso que queramos.
Sabía que no debería estar haciendo esto, pero era difícil resistirse. Además....con un nuevo semestre en camino, esta sería una buena manera de darle comienzo. Una última aventura. Una última noche de absoluta locura. Y si todo salía como de costumbre, se iría sintiéndose empoderada, tan empoderada que fácilmente anularía esos rápidos y pequeños destellos de arrepentimiento.
Y sería una gran manera de empezar el nuevo semestre.
Marie ni siquiera había intentado convencerse a sí misma de no hacerlo. En el momento en que aparcó su coche en el garaje, supo que aquí es donde terminaría esta noche. Todo lo que tenía que hacer era hacer una llamada, hacerle saber que estaba de vuelta en la ciudad y que quería verlo. Nunca antes le había dicho que no y después de tres semanas sin contacto alguno, dudaba mucho de que se lo dijera ahora.
Y por supuesto, él no lo había hecho.
Eran las 11:05 cuando se dirigió a la parte de atrás del edificio de apartamentos. Estaba en una zona un poco peligrosa de la ciudad, pero no era tan terrible como para que se sintiera en peligro al caminar sola por la noche. Además, estaba a sólo ocho millas del campus y ella sabía que la tasa de criminalidad en cualquier zona cercana al campus era de lo más reducida. De todos modos, estaba tan excitada por lo que le esperaba durante las próximas horas que cualquier sensación de peligro había desaparecido de su mente.
Cuando llegó a la puerta de la parte trasera del edificio, Marie no se sorprendió en absoluto de que estuviera cerrada con llave. Ella tocó el timbre de su apartamento y fue recompensada con el sonido de la cerradura desbloqueándose de inmediato. No le dijo nada a través del altavoz, sólo abrió la puerta. Eso la hizo sonreír; probablemente estaría de un humor muy serio. Dominante, incluso.
Lindo, pensó ella. Aunque ya sabemos quién acaba siempre siendo el agresor....
Ese pensamiento la excitó aún más al entrar. Ella ni siquiera se molestó con el ascensor, queriendo llegar a su apartamento en el segundo piso lo más rápido posible. Subió las escaleras de dos de dos; su ritmo cardíaco se disparó por el esfuerzo, así como por la anticipación de lo que la esperaba. La expectativa de todo ello, su viaje desde Nueva York hasta aquí, acercándose al apartamento, era su propio y delicioso juego preliminar.
Había sido un largo viaje. Estaba estresada. Tensa. Pero, oh… por Dios, iba a agotarlo... a cabalgarlo hasta tumbarle....
Cuando llegó a su apartamento, encontró la puerta destrabada. La abrió sólo un poco y vio que las luces estaban apagadas. Aun así, había algo de iluminación proveniente de la parte trasera del área principal, tal vez una vela o algo así.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó ella, con voz sensual. Ella cerró la puerta detrás de ella y la cerró con llave.
“Esperándote”, llegó la respuesta.
“Bien. Pero... no puedes tenerme a menos que me digas exactamente lo que quieres”.
Ella le oyó reírse con ligereza en algún punto de la oscuridad. Mientras sus ojos se ajustaban a la falta de luz, pudo divisar su silueta en la sala de estar, tumbado en el sofá. Ella sonrió y empezó a caminar hacia él.
El apartamento olía a polvo y a nuevo, esencialmente porque eso es exactamente lo que era. Ella sabía que él tenía un lugar mejor, pero también sabía que a él no le gustaba recibirla allí. Le gustaba mantener su vida personal en privado. Por lo que ella entendía de él, pasaba muy poco tiempo en casa. Ella sólo había visto el exterior. Normalmente se reunía con él aquí o, en algunas ocasiones, en el asiento trasero de su coche o en un hotel. Aunque entendía la necesidad de privacidad, también deseaba poder destrozarlo en una cama enorme por una sola vez, tal vez con algo de luces de ambiente y música.
No obstante, mantenerlo todo oculto también era de lo más atractivo. Era parte del encanto. Era debido a eso que ella estaba prácticamente reprimiendo el impulso de abalanzarse sobre él en ese mismo momento.
Pero sus encuentros amorosos siempre habían estado relacionados con la anticipación. Provocaciones, algunos juegos preliminares del tipo más bien brusco, incluso algunos comentarios lúdicamente despectivos de vez en cuando.
“Ven hacia mí, Marie”, dijo.
Ella así lo hizo, acercándose al sofá para encontrárselo completamente vestido. Eso le parecía bien; sólo alargaría el juego previo durante algo más de tiempo.
“Qué bonito”, dijo ella mientras se arrodillaba en el suelo frente a él. Ella lo besó suavemente, moviendo su lengua contra sus labios de una manera que ella sabía que le gustaba.
“¿Qué es bonito?”, preguntó.
“Tú, pensando que tienes el control aquí”.
“Oh, lo tengo”, dijo, sentándose.
“Dejaré que pienses eso por un rato”, dijo ella, mordisqueándole la carne blanda del cuello. Él se movió para liberarse y ella sintió sus manos sobre ella, una en su espalda y otra en la parte posterior de su cabeza. “Pero los dos conocemos el tr...”.
Sin avisar, la agarró por la parte de atrás de la cabeza y la lanzó hacia adelante. La empujó hacia adelante con una velocidad bestial, y dio con la frente en su rodilla.
“¿Qué diablos...?”.
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