Blake Pierce - Antes De Que Anhele

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De la mano de Blake Pierce, autor de los éxitos de ventas #1 UNA VEZ DESAPARECIDO (un éxito de ventas #1 con más de 1200 críticas de cinco estrellas), llega ANTES DE QUE ANHELE, el libro #10 en la trepidante serie de misterio con Mackenzie White.ANTES DE QUE ANHELE es el libro #10 en la serie éxito de ventas #1 de Mackenzie White, que comienza con ANTES DE QUE MATE (Libro #1), un éxito de ventas #1 con más de 500 críticas!Llaman a la agente especial del FBI Mackenzie White cuando se encuentra un segundo cadáver en un depósito de alquiler. No parece que haya ninguna conexión entre ambos casos, pero cuando Mackenzie escarba un poco más a fondo, se da cuenta de que se trata de la obra de un asesino en serie—y de que pronto atacará de nuevo.Mackenzie se verá forzada a adentrarse en el cerebro de un demente cuando intente comprender una mente obsesionada con el desorden, los almacenes, y los sitios claustrofóbicos. Es un lugar oscuro desde el que se teme que no pueda retornar—y, aun así, un lugar que tiene que examinar a fondo si quiere tener alguna posibilidad de ganar el juego del gato y el ratón que puede salvar la vida de nuevas víctimas. Incluso entonces, puede que sea demasiado tarde. Un thriller psicológico oscuro de suspense estremecedor, ANTES DE QUE ANHELE es el libro #9 en esta fascinante nueva serie—con un nuevo personaje entrañable—que le tendrá pasando páginas hasta altas horas de la madrugada.   Entre otros libros de Blake Pierce, también está disponible a la venta UNA VEZ DESAPARECIDO (Un Misterio con Riley Paige—Libro #1), un éxito de ventas #1 con más de 1200 críticas de cinco estrellas—¡y una descarga gratuita!

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“Hemos visto todas las cintas de seguridad de las últimas semanas”, dijo Rising. “No había nada fuera de lo normal. En este momento, estamos hablando con todos los que aparecieron por aquí en cualquier momento durante las últimas dos semanas. Como podéis imaginaros, va a ser aburrido. Todavía nos queda como una docena de personas que interrogar”.

“¿Alguna posibilidad de que podamos hacernos con esas cintas?”, preguntó Mackenzie.

“Desde luego”, dijo Rising, aunque su tono indicara que pensaba que Mackenzie estaba loca por querer irse de pesca entre ellas.

Mackenzie le siguió a Ellington a la parte de atrás de la consigna. Una parte de ella quería revolver entre las cajas y los contenedores, pero sabía que seguramente eso no llevaría a gran cosa. Una vez tuvieran pistas o sospechosos potenciales, puede que encontraran algo que mereciera la pena, pero, hasta entonces, los contenidos de la consigna no significarían absolutamente nada para ellos.

“¿Sigue el cadáver donde el forense?”, preguntó Mackenzie.

“Por lo que yo tengo entendido”, dijo Rising. “¿Quieres que le llame y le diga que vais a ir por allí?”

“Por favor. Y mira lo que puedes hacer para conseguirnos esas cintas de video”.

“Oh, puedo enviar eso, agente White”, dijo Quinn. “Es todo digital. Solo tienes que decirme dónde quieres que te lo envíe”.

“Vamos”, dijo Rising. “Os llevaré a la oficina del forense. Resulta que está solo dos pisos por debajo de mi despacho”.

Dicho eso, los cuatro salieron de la consigna y regresaron bajo la lluvia. Hasta debajo de un paraguas, era ruidosa. Caía lenta pero duramente, como si tratara de llevarse las visiones y los olores que había presenciado esta consigna.

CAPÍTULO SEIS

Resultó que Quinn Tuck les fue de lo más útil. Parecía que él quisiera llegar al fondo de lo que había pasado tanto como el que más. Por esa razón, cuando Mackenzie y Ellington llegaron a la comisaría, ya les había proporcionado el enlace para que accedieran todos sus archivos digitales del sistema de seguridad del complejo de almacenamiento.

Decidieron empezar con las cintas de seguridad en vez de con el cadáver de Claire Locke. Eso les daba la oportunidad de sentarse y orientarse un poco mejor. Casi había llegado el crepúsculo y la lluvia continuaba cayendo. Cuando Rising les preparó un monitor, Mackenzie repasó el día y le costó creer que había estado en un pintoresco jardín pensando en su boda hacía menos de nueve horas.

“Aquí están los sellos temporales relevantes”, dijo Rising, pasándole a Mackenzie un trozo de papel de su bloc de notas. “No hay muchos”. Tocó con el dedo una entrada en concreto, escrita con una caligrafía inclinada. “Esta es la única vez que vemos a Claire Locke en el complejo. Sacamos la información de su vehículo y obtuvimos su número de matrícula, así que sabemos que se trata de ella. Y esta”, dijo, tocando otra entrada, “es de cuando se marchó. Y estas son las únicas veces que ella aparece en las cintas”.

“Gracias, Rising”, dijo Ellington. “Esto resulta de gran ayuda”.

Rising le hizo un leve gesto de reconocimiento antes de salir de nuevo del diminuto despacho de sobra que les habían dado a los agentes. La monótona tarea llevó un rato, pero como Rising había indicado, la policía local ya había hecho parte de su trabajo por ellos, con lo que pudieron ver las cintas deprisa, al saltarse los periodos en que no había nadie en la pantalla. Cuando el coche que se decía pertenecía a Claire Locke aparecía en pantalla, Mackenzie amplió la imagen, pero fue incapaz de ver al conductor. Esperó, vigilando la entrada sin ornamentos del complejo durante veintidós minutos a toda velocidad antes de que mostrara el coche de Locke saliendo de allí. Durante el tiempo que ella había estado allí, nadie más había llegado y ningún coche había salido.

“Sabes qué”, dijo Mackenzie, “es totalmente posible que no le atacaran en la consigna de almacenamiento”.

“¿Crees que le mataron en otra parte y le trajeron a este sitio?”.

“Quizá no matarla en otra parte, pero probablemente secuestrarla. Creo que ver el cadáver nos ayudará a determinarlo. Si muestra señales de inanición o deshidratación, eso básicamente nos dice que se deshicieron allí de ella”.

“Pero según el informe, el cerrojo estaba trancado desde afuera”.

“Entonces quizá alguien más tenga la llave”, sugirió Mackenzie.

“Probablemente alguno de los ocupantes de los demás coches durante esos días y más días de cintas”.

“Lo más seguro”.

“¿Quieres quedarte aquí y seguir dándole a esto mientras yo voy a comprobar el cadáver?”, preguntó Ellington. “¿O al revés?”.

Mackenzie se imaginó a esta pobre mujer, sola en la oscuridad e inhabilitada hasta para pedir ayuda a gritos. La visualizó dando tumbos en la oscuridad tratando de encontrar la manera de al menos intentar abrir esa puerta.

“Creo que me gustaría ir a ver el cadáver. ¿Estás bien aquí?”.

“Oh claro que sí. Esta es una peli de las buenas. Nada de anuncios ni cosas así”.

“Genial”, dijo ella. “Te veo en un rato”.

Mackenzie se inclinó para darle un beso en la comisura del labio antes de salir. Lo hizo con naturalidad y sin pensarlo demasiado, a pesar de que no era de lo más profesional. Servía como recordatorio de las razones por las que no podrían trabajar juntos de esta manera una vez estuvieran casados.

Mackenzie salió de la diminuta oficina en busca de la morgue mientras que Ellington siguió mirando como pasaba el tiempo a toda velocidad en la pantalla.

***

La cuestión sobre si Claire Locke había experimentado inanición o deshidratación en algún grado durante el tiempo que pasó en la consigna fue respondida en el momento que Mackenzie la vio. Aunque Mackenzie no fuera una experta en la materia, las mejillas de la joven tenían un aspecto hueco. Puede que también hubiera algo similar en el estómago, pero no ere evidente debido a la incisión que había hecho el forense.

La mujer que le recibió en la morgue era una señora enorme y extrañamente agradable llamada Amanda Dumas. Saludó cálidamente a Mackenzie y se apoyó sobre una mesa de acero que estaba decorada con las herramientas de su gremio.

“En base a tu examen”, dijo Mackenzie, “¿dirías que la víctima experimentó hambre o deshidratación graves antes de morir?”

“Sí, aunque no sé hasta qué punto, exactamente”, dijo Amanda. “Hay muy poco ácido graso en su estómago, prácticamente nada. Eso, además de algunos signos de deterioro muscular, indican que experimentó al menos los primeros pinchazos de la inanición. Hay cosas que también indican deshidratación, aunque no puedo estar segura de que ninguna de ellas fuera lo que le mató”.

“¿Crees que se desangró antes?”.

“Así es, y con toda franqueza, eso hubiera sido una bendición para ella”.

“En base a lo que has visto con el cadáver, ¿crees que estaba viva cuando la dejaron en la consigna de almacenamiento?”.

“Oh, sin lugar a dudas. Y también diría que fue en contra de su voluntad”. Amanda dio un paso al frente y señaló las laceraciones en la mano derecha de Locke. “Parece que opuso algo de resistencia y que, en algún momento, hizo todo lo que pudo por escaparse”.

Mackenzie vio los cortes y notó que uno de ellos parecía bastante magullado. Podría haber llegado allí por obra del pasador con ranura sobre el que se deslizaba la puerta de la consigna. También vio la uña que se le había roto.

“También hay moratones en la parte de la nuca”, dijo Amanda. Utilizó un peine para retirar el cabello de Claire a un lado. Lo hizo con un respeto y consideración que rezumaban amor. Cuando hizo esto, Mackenzie pudo ver un morado intenso en la base superior de su cuello, donde se le unía el cráneo.

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