Con la Gracia Caris tiene a Eukleia, diosa de la buena reputación y la gloria; a Eupheme, diosa del correcto discurso; a Euthenia, diosa de la prosperidad y la plenitud; y a Philophrosyne, diosa de la amabilidad y la bienvenida, es decir, de la hospitalidad.
Se cuenta que una vez intentó violar a Atenea, su media hermana, consiguiendo simplemente derramar su semen, del cual sale Erictonio. Atenea rechaza y repudia a Hefesto, pero adopta al recién nacido, lo cría y lo hace rey de Atenas.
Hefesto vive resentido en el Olimpo, apartado en su fragua donde crea todo tipo de maravillas para los dioses, tanto armaduras y armas, como las más hermosas y mágicas joyas, por eso se le considera patrón de herreros, artesanos, mineros, ingenieros y similares; y como lo indica su paternidad en relación con Caris, Hefesto representa tanto la sumisión a pesar de las desgracias, el servicio a los demás a pesar de las ofensas, la riqueza a través del trabajo y el esfuerzo, y la hospitalidad.
También representa la llegada de la Edad de Bronce a la humanidad, y más tarde y ya en ausencia, la Edad del Hierro, el conocimiento y el dominio sobre los metales.
Artemisa, la diosa cazadora
Artemisa es la Diana Cazadora de los romanos, pero más naturalista, hermana gemela de Apolo, es señora de los animales y de la naturaleza, su caza por tanto es amable y justa, no cruel y sanguinaria. También es la patrona de la naturaleza femenina, donde se incluyen la virginidad, la menstruación, el embarazo, el parto y la lactancia, así como todos los males y enfermedades propios de la condición femenina.
Como muchos otros dioses de la mitología griega, es muy anterior a que Homero y Hesíodo la reclutaran dentro de los mitos egeos.
Artemisa, como diosa de lo natural, habla de tiempos más arcaicos y cercanos al animismo, a los lares o dioses cercanos y hogareños, y en los mitos y leyendas de la cuenca mediterránea tarda en adquirir el aspecto y las virtudes y los defectos humanos. Antes de los mitos y las leyendas, e incluso después de estas, Artemisa fue Selene, la Luna; Artume, la etrusca; y la terrible Hécate, diosa hechicera y reina de los fantasmas, capaz de destruir a los hombres y a los recién nacidos, si no se le veneraba, o de aniquilar a sus amantes o escogidos a través de interminables y agotadores actos sexuales, simbolizando con ello la superioridad de la mujer con respecto al hombre en estos menesteres.
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