Los dioses olímpicos tenían el poder de transformar la realidad, de convertir a las cosas en personas y a las personas en cosas, pero la transexualidad, el cambio de género, es original de Poseidón.
Poseidón, señor de todos los mares
La descendencia de Poseidón es larga, cerca de sesenta hijos reconocidos con más de veinte hembras de todo tipo y ascendencia; sus hijos también son de todo tipo, algunos humanos, otros semidioses, sin faltar los monstruos ni los seres míticos. Cuentan las leyendas populares que en realidad tuvo tantos hijos que pobló buena parte del Egeo, y en algunos templos se le veneraba como tal, como padre del Egeo, quien, además de ser un mar, fue su rival en amores.
Poseidón, además de los mares, rige sobre el monte Helicón y es el patrón de los caballeros y señor de los caballos, que obedecen todos sus mandatos.
Atenea, la diosa sabia
Atenea (Minerva en Roma), es hija exclusivamente de Zeus, nace de su cabeza simbolizando tanto la generación patriarcal como la sabiduría y la inteligencia. Es una guerrera, pero a la vez es diosa de la paz y la civilización. También es señora de la estrategia, militar o civil, de la ciencia, de la justicia y de la técnica y la tecnología, es decir, de la habilidad para encontrar soluciones a los problemas y construir toda clase de ingenios y herramientas. Es Atenea la que le enseña a Heracles el arte de la taxidermia, con la que el semidiós desuella al león de Nemea y curte su piel para llevarla como capa o abrigo sobre su espalda.
Junto con la musa Urania, es la responsable de las grandes obras, de los números y de la observación astrológica y astronómica del cielo, por lo que no falta quien la señala como madre de la filosofía.
Atenea nace ya armada de la frente de Zeus después que este hubiera devorado a Mnemosine, la que iba a ser su madre, y se mantiene siempre igual, inmutable, casta, pura y virgen por toda la eternidad. Atenea nunca tuvo relaciones amorosas o sexuales, sus amores y sus pasiones se refirieron siempre a mejorar el mundo de una forma correcta, justa y racional.
Defensora acérrima de la paz, era invencible en la guerra, con lo que ni su padre, Zeus, ni sus tíos, Hades y Poseidón, ni sus hermanos, sobre todo Ares, pudieron derrotarla nunca.
Palas Atenea, diosa de la sabiduría
Atenea es la figura divina de la mitología griega que tuvo más templos a lo largo y ancho de la cuenca mediterránea, y es patrona de la ciudad estado más importante e influyente del mundo antiguo y moderno, Atenas, un reconocimiento que ganó después de vencer a Poseidón, quien también pretendía ser el patrón de la urbe.
En Atenas nace el pensamiento occidental que ha dominado al mundo en los últimos dos mil quinientos años, cultural, social, económica y políticamente.
Por tanto, no es que los grandes autores de la antigüedad trasciendan y sean igualmente vigentes hoy en día que en aquel entonces, sino que es el sistema ateniense el que no ha cambiado nada en casi tres mil años de existencia, el mismo que Solón hace eficiente y Platón retrata en su República.
Por supuesto y desde el punto de vista mítico, la ciudad es la diosa y la diosa es la ciudad, y si Roma es la ciudad eterna, Atenas es su progenitora.
La mitología romana, a pesar de sus características propias sobre su fundación y la herencia etrusca, es fiel copia de la mitología griega, tanto, que algunos autores, como Wright, señalan que debería llamársele mitología grecorromana, ya que la misma diosa, racional y sabia, aceptaría esta denominación el mismo día que los romanos vencieron y conquistaron a los atenienses en las postrimerías del siglo II antes de la era común.
En el extinto reino de Micenas, Atenea era llamada Micena y en Tebas, Teba, indicando que en esas regiones, a pesar de su virginidad, era considerada Diosa Madre. Este fenómeno virginal no era exclusivo de Micenas y de Tebas, sino que se extendía por todo lo ancho y largo del Mediterráneo (en Egipto, según Heródoto, la llamaban Neit), de forma tan permanente y potente, que el catolicismo no tardó en adoptarla y sincretizarla con la madre virgen del Nuevo Testamento.
Platón, que en un principio y como todo filósofo joven, dudaba de la existencia de los dioses y propuso su desaparición, pero con el tiempo y la madurez entendió la importancia y función social de las creencias, el poder coaligado de los dioses, de las creencias míticas y de la religión, como lo hace en el diálogo Crátilo, donde analiza el nombre de la diosa y lo asimila tanto a la divinidad como al conocimiento.
Atenea, por tanto, se convierte en la diosa más importante del panteón Olímpico, tanto en la vía mística como en la vía intelectual, y es considerada una potencia divina femenina en todos los ámbitos y en todos los sentidos, desde la agricultura y la ganadería, hasta las más elevadas producciones de la humanidad.
No hay actividad humana que no se relacione con Atenea, y si bien está ausente de pasiones y de amores mundanos que practican el resto de los dioses, sí preconiza el amor universal a través de la paz, el equilibrio, la armonía, las artes, las ciencias, la justicia y las leyes.
Madre intelectual de la humanidad, inspira los pensamientos modernos tanto como ha inspirado a humanos, héroes y semidioses en el pasado, dando ejemplo, enseñando, aplicando la lógica, la reflexión y la meditación, actuando de manera práctica y directa, dando soluciones reales a los problemas y consejos sabios ante las dudas; en suma, una diosa impagable, la potencia femenina de la inteligencia pura que redime y refina a la humanidad entera.
Con Atenea la mitología griega alcanza un estado formal que no tardará en convertirse en religión propiamente dicha, con los riesgos políticos, económicos y sociales que ello conlleva, como la manipulación y el fraude, que apartan a la población en general del conocimiento, y la sumergen en la ignorancia y en la pobreza a través de la creencia ciega, algo completamente contrario a los valores de Atenea, que en algunos aspectos parece no habernos abandonado del todo y que subyacen en los símbolos que la acompañan: el búho, el yelmo y la serpiente, que denotan la sabiduría, la inteligencia y la capacidad de transformación, respectivamente. Por tanto, si bien se ha vulgarizado y sincretizado su figura, su esencia esotérica, como su virginidad, sigue viva eternamente.
Apolo, el dios del movimiento solar
y la belleza viril
Llama la atención que dentro de la mitología griega el astro rey no haya tenido una importancia fundamental ni en su cosmovisión de la creación del mundo, ni en la vida cotidiana de los antiguos griegos y su zona de influencia, donde hay otros dioses dedicados al sol, como Ra en Egipto e Ío en las culturas mediterráneas del Egeo, como garantes de la continuidad de la vida sobre la Tierra. Apolo arrastra a Helios, el sol, con su carruaje, pero no lo ensalza ni lo representa directamente.
Apolo es hermano gemelo de Artemisa, la cazadora, e hijo de Zeus y la titánide Leto, y era tal su radiante belleza, que tanto atraía como causaba espanto y rechazo, por lo que era ampliamente adorado y venerado, como temido. En el fondo todos le temen, pues nadie puede contenerlo en su ira, ni siquiera su padre ni su madre, y mucho menos el resto de los dioses, que intentaban siempre tenerlo a distancia y contento en lo más alto de los cielos, recorriendo con su carro el firmamento.
Apolo, el dios de la belleza masculina
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