Por fin todo quedó en orden, se hizo la fiesta y los dioses comieron y bebieron.
Al terminar la fiesta nadie estaba contento, porque unos se llamaban cobardes a los otros, y los que antes no querían saber nada de poner un pie en la tierra, ahora que tenía de todo y sol y luna andaban repartiéndose terrenos.
Los cuatro primeros entraron en cólera, y decidieron matar a los otros dioses por ser unos inútiles y aprovechados.
Ehecatl pasó a casi todos por el cuchillo de obsidiana, Xólotl se le escapó, y alguno solo fue desollado, pero el resto de los asistentes al convite murieron.
Cuentan que Ehecatl persiguió y encontró a Xólotl escondido entre las hierbas y los maizales, y que ahí lo mató, con lo que Tlaltipak, la Tierra, se llenó de maíz sagrado, pues la planta tenía la sangre de un dios, pero esa es otra historia.
Los dioses y diosas que no asistieron al convite se salvaron, pero en la Tierra recién creada, con sus plantas, sus animales y sus luminarias, solo quedaron reinando los cuatro primeros señores de nuestra carne, que durante mucho tiempo dieron por buena su obra, pero un día pensaron que algo le faltaba, algo así como hijos de su carne, parecidos a los dioses pero sin ser dioses, y así empezaron a ver qué creaban, qué podían poner en Tlaltipak para que estuviera completa.
De dónde salieron las estrellas
Cuando el mundo estuvo completo y había dioses y hombres que los respetaran y veneraran, vieron que el cielo estaba triste, solo la luna y el sol caminaban por el firmamento, y lo demás estaba oscuro y vacío.
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