Dean Onimo - Reconquista (Legítima defensa)
Здесь есть возможность читать онлайн «Dean Onimo - Reconquista (Legítima defensa)» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Reconquista (Legítima defensa)
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Reconquista (Legítima defensa): краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reconquista (Legítima defensa)»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Reconquista (Legítima defensa) — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reconquista (Legítima defensa)», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Le costaba controlar los temblores de sus manos sudorosas.
—Ya le informarán cuando lleguemos —respondió el conductor sin apartar la vista del frente.
Resultaba evidente que la joven policía recién salida de la academia no estaba suficientemente preparada para afrontar la magnitud de lo ocurrido.
—¿Mi mujer y mi hija se encuentran bien? —insistió el carnicero.
Sin responder a la pregunta, los dos policías intercambiaron una mirada de conmiseración.
«Pobre hombre», pensaron al unísono.
Tenían orden prioritaria de acompañar a los familiares de los heridos en el atentado.
De los parientes de los fallecidos ya se ocuparían más tarde los psicólogos.
—Mi hijo, ¿dónde está mi hijo? Chourfi, se llama Elyaz Chourfi —informó el carnicero con la voz entrecortada por los jadeos.
La carrera desde la entrada del hospital le había dejado sin aliento.
—En estos momentos está siendo intervenido —informó una de las encargadas de la recepción del complejo hospitalario tras consultar la pantalla de un ordenador situado sobre el mostrador—. Parece que va para rato. Puede tomar asiento —añadió señalando una estancia situada a su derecha.
Ahmed tuvo que permanecer varias horas en la sala de espera sin recibir ninguna explicación.
Cada vez que preguntaba por su familia todo eran excusas.
Paseó de un lado para otro con las manos entrelazadas a la espalda.
Parecía un león enjaulado.
Se desplazó varias veces hasta la máquina expendedora de bebidas.
Bebió algunos botellines de agua mineral.
Se sentó y se levantó en innumerables ocasiones.
Le resultaba imposible quedarse quieto.
A pesar del pánico que le embargaba, consiguió conservar cierta compostura.
Aunque puede que no por mucho tiempo.
Una joven enfermera se acercó para comunicarle el número de la habitación en la que habían ingresado a su hijo.
En todo momento había evitado mantener contacto visual con su interlocutor.
No se sentía con fuerzas suficientes para colorear una auténtica tragedia con mentiras piadosas.
El murmullo amortiguado de las conversaciones que emanaba de las habitaciones situadas a ambos lados del interminable pasillo del hospital, venía acompañado por momentos de algún lamento que se escuchaba con sordina.
Al entrar en la habitación en la que le habían indicado que se encontraba su hijo, Ahmed tuvo que sujetarse al dintel de la puerta.
Una expresión de horrorizado asombro se dibujó en su semblante.
—Hemos hecho todo lo posible para salvarle la vida —informó con cara de circunstancia el único médico que permanecía de pie al lado de la cama en la que yacía el joven—, nos hemos visto obligados a amputarle la pierna derecha —continuó sin levantar la vista del suelo.
Se notaba que hubiera preferido estar en cualquier otro sitio en este momento.
—Deberá llevar una prótesis para tratar de mitigar estéticamente los estragos causados por los explosivos —prosiguió, en un intento desesperado por desdramatizar una situación a todas luces aterradora.
Ahmed se acercó a la cabecera del lecho y tomó delicadamente la mano de su hijo dormido entre las suyas.
Expresar sentimientos en público no formaba parte de su modo de ser.
Pero, a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo, se vio obligado a utilizar la manga de su chaqueta para secarse las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
Pensó que a su vástago le habían arrebatado el futuro, impidiéndole disfrutar de una mínima calidad de vida para el resto de su existencia.
Un precio demasiado alto para alguien tan joven.
—Tardará algún tiempo en despertar —informó el galeno.
Y cuando parecía que las cosas no podían empeorar, entraron en la habitación dos personas que se presentaron como especialistas en psicología catastrófica.
Ahmed tuvo una premonición.
Apretó los puños preparándose para lo peor.
—Vuelvan más tarde —musitó con un hilo de voz.
—Me temo que eso no es posible. Tome asiento por favor —respondió el más joven de los dos.
Estaba convencido de que, aunque parezca mentira, es preferible dar las malas noticias en conjunto antes que informar a los afectados con cuentagotas.
Ahmed se dejó caer en una de las incómodas sillas.
La actitud de los recién llegados no dejaba lugar para la esperanza.
.
El centro islámico de la ciudad ayudó en todo lo relativo al entierro de su esposa e hija.
Siguiendo el rito musulmán, varias mujeres de la comunidad lavaron a sus dos familiares.
A continuación, colocaron los cuerpos sobre el costado derecho orientado hacia la Qibia.
Para terminar, cerraron los ojos de las fallecidas y cubrieron sus cuerpos con una tela blanca de algodón.
Como Rodrigo Díaz de Vivar, Ahmed Cheurfi también puso en el punto de mira a los que consideraba responsables de la muerte de sus seres queridos.
No tardarían en lamentarlo.
.
Rodrigo Díaz, desde el mismo día de su nacimiento, vivió y creció rodeado de artefactos pirotécnicos que se manufacturaban en la fábrica propiedad de su familia.
Su padre proveía de fuegos artificiales a numerosas poblaciones de la región, gracias a los contactos privilegiados que mantenía a base de continuos sobornos a alcaldes y concejales de todos y cada uno de los partidos políticos que ocuparan el poder en ese momento.
Mientras tanto, su madre diseñaba y modelaba muchos de los ninots que arderían en las próximas Fallas.
Apenas cumplidos los cuatro años, el joven Rodrigo ya había fabricado sus primeros petardos y cohetes.
Se movía a sus anchas por todos los rincones de los talleres respirando con fruición el aroma inconfundible de la pólvora quemada.
Con el tiempo elaboró artilugios explosivos cada vez más complejos.
Cuando llegó el momento de incorporarse a filas, como no podía ser de otra manera, desempeñó su cometido en una compañía de artificieros.
Una vez cumplido el servicio militar obligatorio, tras pasar por la academia logrando excelentes calificaciones y siendo uno de los alumnos más aventajados, obtener el diploma de técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos fue simplemente un mero trámite.
Ingresar en los Tedax tampoco supuso un problema.
Teniendo en cuenta su historial académico le acogieron con los brazos abiertos.
Recibió con no disimulado orgullo la chaqueta, el pantalón, el protector pélvico y el de pie, así como el casco.
Todo con el nuevo sistema de refrigeración incorporado.
Todo un lujo para la época.
A partir de entonces, tuvo que enfrentarse a los zarpazos cotidianos de la banda terrorista ETA y a desactivar bombas en un entorno hostil y en un ambiente de guerrilla solapada sin salir de su propio país.
Fueron tiempos de plomo, en los que, para las fuerzas de seguridad del Estado, las provincias vascongadas eran lo más parecido a territorio comanche.
Más tarde, cuando las cosas se fueron normalizando, Rodrigo, para compensar que el trabajo, desde su punto de vista, se había vuelto monótono, rutinario y carente de alicientes, buscó nuevos desafíos.
En sus ratos libres, ideó sofisticados dispositivos a la vez que perfeccionaba sus conocimientos en robótica, investigando en concreto todo lo relacionado con drones y grúas de brazos articulados guiadas por control remoto.
Y de improviso, llegó ese tipo de oferta que no puedes rechazar.
Al tanto de sus investigaciones, una de las principales multinacionales del sector privado, puntera en la lucha para sofocar incendios en gaseoductos, oleoductos, yacimientos de gas y pozos petrolíferos, le ofreció incorporase a su plantilla de empleados de élite.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Reconquista (Legítima defensa)»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reconquista (Legítima defensa)» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Reconquista (Legítima defensa)» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.