—No es burla. Bueno, un poco.
Me platicaste que te acordaste de mí al comer unas golosinas, ya que cuando tocamos el tema de las redes sociales, te comenté que mi nombre en ellas es una asociación de "tortuga" –un animal por el cual tengo un gusto especial– con unos dulces.
—Hoy me comí unas gomitas y con cada una me acordaba de ti.
—¿Porque soy "Tortugomita"?
—Sí, y porque también te gustan. Lo sé.
—Sí, pero prefiero las rojas. Son las mejores. Oye y… ¿Sí te ríes? Es que te veo muy serio.
—¡Claro! Ayer traía un relajo con tu jefe y Sergio —Un compañero del trabajo— pero… ¿me veo muy serio? ¿Enojón?
—Sólo serio.
—Tal vez porque estoy estresado y preocupado. No he vendido nada y tengo muchos compromisos.
—Tú, tranquilo. Vas a vender. —Intentaba darte ánimos.
—Sí, eso espero. Hablando de ventas, te invito a cenar quisiera pedirte un favor. ¿Aceptas?
—Muchas gracias. Claro que sí, pero, ¿qué tiene que ver la cena con las ventas?
—Nada, pero no sabía cómo decirte.
Te encontré en el supermercado que acordamos y nos dirigimos a un lugar que me gustaba mucho, los burritos de pastor de ahí eran deliciosos. Comenzamos a platicar y te pregunté directo al grano:
—Bueno, ya estoy aquí. ¿Para qué soy buena?
—Pues mira, te voy a ser sincero. Te quiero contar toda mi historia. Como ya sabes tengo hijos, pero no sólo de una mamá, son dos hijos. Yo me casé a los 33 años, pero el mismo año en el que me casé, se embarazó la mamá de mi hija y ese año nos separamos.
—Qué relación tan corta.
—Sí. Pero en fin, ella se arrepintió y desapareció. Me fui a Estados Unidos, donde viví 5 años, trabajé en muchas cosas; entre ellas, en una cocina. ¿Recuerdas que soy chef igual que tú, tortuguita? También trabajé en un lote de autos. La vida allá es muy vacía. Me regresé por problemas emocionales. No pude tolerar estar solo allá. El ritmo de vida es muy diferente; y la gente, demasiado materialista, desde mi punto de vista. Y la verdad me estaba ganando la fiesta. Regresé a Toluca y empecé a vender casas. Fue ahí donde conocí a la mamá de mi segundo hijo; con ella estuve más de tres años, pero fue una relación muy mala.
Yo conocía a la mamá de tu hijo, Arely. Trabajaba en el desarrollo con nosotros, sólo que en ese momento aún no sabía que se trataba de ella.
—Fue una relación muy tormentosa. Me llevo bien ahora con ella por mi hijo, pero nada más. Cuando terminamos nuestra relación, comenzaba a cuestionarme por qué no buscar a mi primera hija, Rocío, por sugerencia de mi hermano Ella ya tendría nueve años. Me metió la espina de que tenía que verla y lo hice. Busqué y contacté entonces a mi ex pareja. Como ambos nos encontrábamos solteros, decidimos volver a intentarlo; y así fue que regresamos. La llevé a vivir a donde vivo actualmente, pero ella era muy celosa y todo el tiempo me estaba exigiendo dinero. Tú sabes que las ventas han estado bajas y no hubo mucha comprensión, igual que la primera vez. En cuanto se acabó el dinero, se le acabó el cariño. Un buen día llegué a la casa y estaban algunas de sus pertenencias envueltas en una sábana. Era poco, sólo ropa y algunas cosas extra, ella tomó el envoltorio y se fue. Me abandonó.
Al verte platicar realmente me conmoviste. Tu piel morena, tus ojos café claro enmarcados por tus pestañas largas y rizadas, que en ese momento reflejaban el dolor que te causaba toda esa situación. Entendí entonces por qué tantos traumas. Entendí qué era lo que pasaba en tu vida, por qué creías que no habías amado. Sé que sí amaste, pero el dolor bloqueó el bello sentimiento. No elegiste bien. Te dejaste llevar por la vanidad y la necesidad de estar con alguien, sin fijarte en los sentimientos, los valores morales y sentimentales de tus ex parejas. También entendí que a ti tampoco te habían amado. ¡Es tan simple amar a una persona cuando la elijes bien! El problema cuando elijes mal y por impulso es que las consecuencias son devastadoras para tu corazón. Vi que querías entregar todo y hacer bien las cosas, pero simplemente tus pésimas elecciones de pareja no te lo habían permitido. Digo "pésimas" porque, a mi parecer, buscaste amar, pero te correspondieron con dolor, violencia e inmadurez.
Hay detalles detrás de estas mujeres "oscuras" que hoy conozco, pero no perderé el tiempo en mencionarlo. Al conocer estos detalles entendí en qué parte radicaba el punto débil. Soy una persona observadora y empática. Sé que ningún ser humano es perfecto y que cada quien tiene su propia versión para cada situación. Tu caso me intrigaba cada vez más.
—¿Qué pasó después? ¿Desapareció como la primera vez?
—No, esta vez fue diferente. Me demandó. Solicitó el divorcio –desde la primera vez estamos casados– y pidió dinero, mucho dinero que no tengo. Pienso que sólo regresó para poder hacer retroactivo el dinero de esos 9 años. Soy el menor de 4 hermanos. Mi hermano Ernesto, que siempre ha visto por mí, fue quien me ayudó y me prestó una parte. Él representa mi caso, pues es abogado. Esa mujer me mandó golpear e incluso me metió a la cárcel por una noche. Ya es posible entrar a la cárcel sólo por incumplir en la demanda de pensión a un hijo. La peor noche de mi vida. Ahí dentro escuchas de todo, gruñidos, gemidos, gritos… es horrible. Estaba dentro de una celda con otro tipo que entró por un cargo igual al mío, y esa noche nos cuidamos espalda con espalda; no dormí por el miedo de no amanecer. Suena muy exagerado, pero es la realidad, desde esa noche no soy el mismo, de verdad no se lo deseo ni al peor enemigo. Es por eso que te llamé, porque necesito una carta personal para el juzgado, que diga que me conoces y que nunca te he hecho nada, que soy un compañero de trabajo honesto y que soy buena persona. La necesito presentar pasado mañana y quería ver si pudieras ayudarme.
Me sentí verdaderamente conmovida al escuchar su historia. Dicen que este mundo se mueve por lástima y manipulación, pero yo no perdía absolutamente nada en darte la carta que necesitabas, al contrario. Te ayudaría si lo que me decías era verdad. Mis hermanas siempre me han dicho que soy demasiado confiada, que creo mucho en la gente; y sé que tienen razón, pero pienso que no se puede vivir desconfiando y pensando mal. Mientras no conozcas a la persona, no tengo por qué desconfiar y esta vez no me equivoqué.
Cuando terminamos la cena, nos dirigimos a un café Internet, en el cual yo misma redacté la carta, la firmé y te dije:
—Toma, aquí está y espero que sea de ayuda.
—Muchas gracias en verdad me ayudas mucho, eres muy linda.
—Para eso estamos, amigo.
—Bueno, pues. Te dejo en tu casa y me retiro.
—Sí, claro.
Como vivo sola, soy muy selectiva en las personas que invito a mi casa, por eso sólo te permití dejarme en la puerta del fraccionamiento. Ahí me despedí y me fui caminando.
LA CONQUISTA
Durante las siguientes semanas seguimos escribiéndonos, viéndonos, saliendo; conocerte, para mí, era cada vez más interesante. Me platicabas que te encantaba arreglar autos y que hacerlo te hacía olvidar el estrés; los comprabas viejos y maltratados para restaurarlos completamente hasta dejarlos como un auto de colección. Compartías conmigo fotografías de aquellos que habían pasado por tus manos.
Me contabas tus próximos planes –como retomar el atletismo por las mañanas–. Me platicabas detalles de ti, como que no fumabas y que tomabas con medida en fiestas, que te gustaba, como a mí, saborear un buen vino con queso o quizá con jamón serrano. Estudiaste para ser chef, igual que yo. Te encantaba viajar. Escuchabas música de todo tipo –cada vez que salíamos, encendías el autoestéreo con un ritmo diferente y eso era algo que me gustaba; siempre estabas escuchando música–. Entonces cambió mi visión de ti: ya no eras el señor seriedad, ahora eras siempre alegre. Siempre tú.
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