7. A.M. Hugo, Calvino y Séneca. Un profundo estudio de Calvino comentando por el “De clementia” de Séneca, año 1532 (Groninge, 1957).
8. Supra , p. 215.
9. Supra , pp. 215-216.
10. Marot, que también estaba allí fue encarcelado y tuvo que partir: A. Mayer, La salida de Marot de Ferrara (en Biblio., Hum. Ren. , 1956, pp. 197-221). Véase también p. 216.
11. Supra , p. 225.
12. Repetimos aquí, en gran parte, textualmente, las pp. 70-74 de nuestra Historia del protestantismo , completándolas.
13. Por otra parte, reivindicaba igualmente el derecho de explicar, y muy “sutilmente”, los textos sagrados para mejor “servir a Dios”: bien es verdad que nos conviene tomar de la Escritura la regla así de nuestros pensamientos como de nuestras palabras; en ella debemos apoyar todos los pensamientos de nuestro espíritu y toda las palabras de nuestra boca. Mas, ¿quién podrá impedirnos que expresemos con palabras más claras las cosas que son oscuras en la Escritura, y que esto se haga sin demasiada libertad y en algunas ocasiones? A este principio tan peligroso, aun cuando se apoye en el “testimonio del Espíritu Santo” (por cuanto se encuentra tan cerca del iluminismo o de la arbitrariedad), Calvino añadía una exégesis muy personal, a menudo tocando la solicitación de textos.
14. Véase también en el tomo siguiente, el preámbulo puesto por Calvino a la confesión de fe enviada al sínodo parisino de 1559.
15. Institución , IV, XVII, 10. Véanse en el artículo de F. Blanke los juicios de Calvino acerca de Zwinglio ( Zwingliana , 1959).
16. Comentario a I de Cor. 11:24. Sacamos este texto del Calvino de F. Wendel, que ha sabido revalorizar notablemente el cristocentrismo del reformador.
17. Los orígenes de la Reforma , t. IV, pp. 88-89.
18. W. Walker, Juan Calvino (trad. Weiss, 1909), pp. 452-453.
19. “Congregación celebrada en la Iglesia de Ginebra por M. Juan Calvino, en la cual la materia de la elección eterna de Dios fue sumaria y claramente expuesta por él, deducida y ratificada por el común acuerdo de sus hermanos ministros rechazando el error de un sembrador de doctrina falsa que descaradamente había vomitado su veneno” ( Calvino, hombre de Iglesia , 1936, pp. 58-130).
20. “El pensamiento político de Calvino no podría ser comprendido si sólo se quiere ver en él una metafísica del Estado, basada únicamente en una doctrina teológica” (J. Bohatec, Doctrina de Calvino sobre el Estado y la Iglesia ).
21. La juventud de Calvino , p. 125.
22. Calvino los distingue teóricamente ( Institución , IV, XI, 3), pero los trata en el mismo libro de la Institución , como si los dos fueran “medios exteriores y auxilios de los que Dios se sirve para unirnos a Jesucristo su Hijo y retenernos en Él”. Los une explícitamente en los sermones sobre la 1ª epístola Timoteo ( Opera , LIII, cols. 130 y 138). Veremos como acepta dar leyes al Estado y admite que los pastores sean nombrados por las autoridades, que, en último recurso, deciden incluso en cuestiones dogmáticas. Los magistrados, afirman estos sermones se ocupan en conservar la religión, mantener el servicio de Dios y conseguir el orden para que las santas asambleas sean debidamente administradas con reverencia. Compárese con las Leyes , VI, 759 b 7 760.
23. Parecidas constataciones se habían ya efectuado a propósito de aquel que fue el compañero de ideas más próximo de Calvino, después de haber sido, en Estrasburgo, su inspirador, Bucero, y a propósito de su De regno Christi , en el que Platón es invocado 25 veces: “El reino de Cristo sobre la tierra tal como lo imagina Bucero, ¿no será más que una traducción cristina de la República totalitaria de Platón? Es licito pensarlo…”. F. Wendel ( Introducción, p. XLV) se afana en salvar la espontancidad de la fe y de la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente”. Pero Bucero, después de haber justificado, con la ayuda de muchos textos bíblicos, la pena de muerte contra los incrédulos, termina como si se tratara de un argumento concluyente: “Incluso Platón ha creído que el verdadero y propio oficio de retórico consistía en que todos cuantos hubieran delinquido se acusaran delante de los magistrados, acusaran también a sus prójimos y parientes y amigos si hubieran delinquido, y pidieran ellos mismos el castigo justo y legítimo” (p. 281). De hecho, Calvino quiso, hasta el último momento, persuadir a Server de que tenía razón al mandarle a la hoguera. Lejanos precedentes de El cero y el infinito .
24. La principal fuente contemporánea es el Libro de los mártires , de Juan Crespin (1554; edic. lat., 1560; última reed. Fr., Tolosa, 1885, 3 vols.): cf. A. Piaget, Notas sobre el Libro de los mártires de Juan Crespin (1930); G. Moreau, Contribución a la historia del libro de los mártires ( Bol. Soc. Hist. Prot. fr. 1957, 173-190), y los estudios de Halkins y de otros sobre los martirologios belgas. De Crespin se nutre de la Historia eclesiástica de las Iglesias reformadas en el Reino de Francia , preparado por Teodoro de Beza (Ginebra, 1580; última ed. por P. Vesson, Tolosa, 1882, 2 vols., y por G. Baum, E. Cunitz y R. Reuss, París, 1883-1889, 3 vols.). Esta historia es completada con provecho por la réplica de un magistrado católico de Burdeos, inclinado primero a favor de la Reforma; Florimundo de Raemondo, en su Historia del nacimiento, progreso y decadencia de la herejía de este siglo (París, 1605, 2 vols., y otras eds.). Véase también N. Weiss, La cámara ardiente (1540-1555) (París, 1889).
25. “Yo no conozco a ningún luterano —decía un gentilhombre provenzal en la mesa del Arzobispo de Ais, a propósito de los luteranos de Luberon (Crespin, Ed. Tolosa de Lenguadoc, I, p. 386)— y no sé que cosa sea luterería, sólo sé que Vos llamáis luteranos a los que predican la doctrina del Evangelio”.
26. Supra , pp. 215-216.
27. Crespin, ed. de Tolosa (de Lenguadoc), I, p. 348.
28. “Me acuerdo que, cuando Anne de Bourg, consejero del parlamento de París, fue quemado (1559), todo París se maravilló por la constancia de este hombre. Derramábamos lágrimas de dolor en nuestros colegios al volver de este suplicio y lamentábamos su causa después de su fallecimiento, maldiciendo a estos jueces que le habían condenado justamente. Su predicación poderosa sobra la pira hizo más daño que cien ministros juntos”.
29. Cuarenta y una publicadas en 37 años, a saber, ocho Biblias completas, una en francés; ocho nuevos testamentos, dos con el texto francés; las otras eran fragmentos de textos sagrados, siete de los cuales contenían comentarios de Calvino.
30. Citemos solamente, según Hauser, el Alfabeto o instrucción cristiana para los niños (Lyon, 1558), empezando por el alfabeto o el silabario, en el que los Diez Mandamientos “estaban puestos en ritmo por Clemente Marot”, la interpretación reformada de la Cena claramente enseñada y el Ave María cuidadosamente olvidada entre las “Devotas y cristianas oraciones, que deben aprenderse y recitarse ordinariamente, no sólo por los niños, sino también por todas las personas cristianas”. Véase también G. Berthoud, “Libros seudo-católicos de contenido protestante”, en Aspectos de la propaganda religiosa (Ginebra, 1957, pp. 143-154). Ejemplos posteriores manifiestan más bien un piadoso sincretismo: H. Dannreuthe, La confesión de pecados de la liturgia de las I. R. de Francia en un libro de piedad católica ( Bol. Soc. Hist. Prof. fr. , 1909, pp. 158 y ss.), al servicio de los “convertidos sinceros” adictos a este texto de su antigua fe.
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