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SUSURROS SUBTERRÁNEOS
Ben Aaronovitch
Traducción de Marina Rodil
Serie Ríos de Londres 3
Página de créditos
Sinopsis Susurros subterráneos Es hora de llamar de nuevo al agente Peter Grant, el último mago de Gran Bretaña Es Navidad, y Peter Grant recibe una llamada de la inspectora Stephanopoulos: debe investigar un asesinato en uno de los túneles del metro de Londres en Baker Street, un lugar tenebroso, húmedo y con un pasado muy oscuro. Todos los indicios apuntan a que una fuerza mágica ha intervenido en la muerte de la víctima, James Gallagher, hijo de un senador estadounidense. El FBI envía a la agente Kimberly Reynolds para colaborar en la investigación y Peter se verá obligado a ocultarle cualquier atisbo de magia. En las oscuras entrañas de la ciudad, plagadas de cloacas victorianas y ríos enterrados, resuenan los susurros de unos espíritus torturados que buscan venganza… «Las novelas de Aaronovitch son divertidas, encantadoras, ingeniosas y emocionantes, y dibujan un mundo mágico muy cerca del nuestro.» The Independent
Dedicatoria
Frase Les diría, mientras sacuden la cabeza con temor: «Ahora bien, ¿qué es vuestro libro insignificante, o el roce fidiano de la punta del cincel, que puede darle forma al mármol, para nuestro monstruo, que durante siglos descansaba en las profundidades de la tierra soñadora, hasta que lo sacamos con una ovación y un grito y lo forjamos a golpes para que naciera?». «La locomotora», Alexander Anderson
Domingo Domingo
Capítulo 1
Lunes
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Martes
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Miércoles
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Jueves
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Viernes
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Sábado
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Navidad
Capítulo 26
Diciembre y más allá
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Agradecimientos
Notas
Sobre el autor
Página de créditos
Susurros subterráneos
V.1: abril de 2020
Título original: Whispers Under Ground
Publicado originalmente por Gollanz, un sello de Orion Publishing Group (Londres)
© Ben Aaronovitch, 2012
© de la traducción, Marina Rodil, 2018
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020
Todos los derechos reservados.
Ilustración de cubierta: © Stephen Walter
Ilustración cortesía del autor, tomada de la obra The Island - London Series
Diseño de cubierta: © Patrick Knowles
Corrección: Iván Jiménez e Isabel Mestre
Publicado por Oz Editorial
C/ Aragó, n.º 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
info@ozeditorial.com
www.ozeditorial.com
ISBN: 978-84-17525-82-8
THEMA: FM
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Susurros subterráneos
Es hora de llamar de nuevo al agente Peter Grant, el último mago de Gran Bretaña
Es Navidad, y Peter Grant recibe una llamada de la inspectora Stephanopoulos: debe investigar un asesinato en uno de los túneles del metro de Londres en Baker Street, un lugar tenebroso, húmedo y con un pasado muy oscuro. Todos los indicios apuntan a que una fuerza mágica ha intervenido en la muerte de la víctima, James Gallagher, hijo de un senador estadounidense. El FBI envía a la agente Kimberly Reynolds para colaborar en la investigación y Peter se verá obligado a ocultarle cualquier atisbo de magia. En las oscuras entrañas de la ciudad, plagadas de cloacas victorianas y ríos enterrados, resuenan los susurros de unos espíritus torturados que buscan venganza…
«Las novelas de Aaronovitch son divertidas, encantadoras, ingeniosas y emocionantes, y dibujan un mundo mágico muy cerca del nuestro.»
The Independent
A la memoria de Blake Snyder (1957-2009),
que salvó al gato y al escritor,
y también a la hipoteca y su profesión.
Les diría, mientras sacuden la cabeza con temor: «Ahora bien, ¿qué es vuestro libro insignificante, o el roce fidiano de la punta del cincel, que puede darle forma al mármol, para nuestro monstruo, que durante siglos descansaba en las profundidades de la tierra soñadora, hasta que lo sacamos con una ovación y un grito y lo forjamos a golpes para que naciera?».
«La locomotora», Alexander Anderson
Domingo
Durante el verano cometí el error de contarle a mi madre a lo que me dedicaba. No hablo de lo de ser policía, eso ya lo sabía porque había acudido a mi graduación en Hendon, sino lo de trabajar para el departamento de Scotland Yard que se encargaba de los asuntos sobrenaturales. Mi madre lo interpretó en su cabeza como «cazador de brujas», lo cual no estaba mal porque mi madre, como la mayoría de los africanos occidentales, consideraba que cazar brujas era una profesión más respetable que la de policía. Afectada por un estallido insospechado de orgullo, informó de mi nueva trayectoria profesional a sus amigos y familiares, un grupo que calculo que se compone de al menos el veinte por ciento de los inmigrantes de Sierra Leona que residen actualmente en el Reino Unido. Esto incluía a Alfred Kamara, que vivía en la misma urbanización que mi madre, y a través de él llegó a su hija Abigail, de trece años, que decidió, el último domingo antes de Navidad, que quería que me acercara a echarle un vistazo a un fantasma que había encontrado. Consiguió mi atención porque incordió a mi madre hasta tal punto que se rindió y terminó por llamarme al móvil.
No me hizo mucha gracia porque el domingo es uno de los pocos días en los que no tengo que bajar a practicar al campo de tiro por la mañana, y tenía pensado quedarme en la cama hasta tarde y después ir al pub a ver el fútbol.
—A ver, ¿dónde está ese fantasma? —pregunté cuando Abigail abrió la puerta de su casa.
—¿Por qué sois dos? —preguntó a su vez Abigail. Era una chica bajita, delgada y mestiza cuya piel clara se había vuelto cetrina por efecto del invierno.
—Esta es mi compañera, Lesley May —dije.
Abigail se la quedó mirando con recelo.
—¿Por qué llevas puesta una máscara? —preguntó.
—Porque se me cayó la cara —respondió Lesley.
Abigail lo pensó durante un rato y después asintió.
—Vale —dijo.
—¿Dónde está esa cosa entonces? —pregunté.
—Es un chico, no una cosa —me respondió Abigail—. Está en el colegio.
—Vamos entonces —dije.
—¿Cómo? ¿Ahora? —preguntó—. Pero si hace muchísimo frío.
—Ya lo sabemos —aclaré. Era uno de esos días grises y apagados de invierno con esa clase de frío terrible que se cuela entre los huecos de la ropa—. ¿Vienes o no?
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