1 ...6 7 8 10 11 12 ...19 A lo que este extraño personaje le respondió al vencido Saulo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón». Allí Dios Hombre, el Cristo Pascual, se le reveló en un «tú a tú» a Saulo. Y el Señor le dejó saber que Él era a quién Saulo perseguía. Y que al hacerlo, se hería a sí mismo como el buey que es incado por la vara afilada del aguijón.
La revelación.A Saulo, le dijo el Señor: « Yo soy Jesús». Allí le afirmó que él, Jesús, estaba resucitado, que vivía eternamente. A Saulo se le apareció como al último en su resurrección, como a un abortivo, como a uno que nació cuando no se esperaba que naciera.
«Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios» (1 Cor. 15:8-9).
La Nueva Traducción Viviente rinde: «Por último, como si hubiera nacido en un tiempo que no me correspondía, también lo vi yo. Pues soy el más insignificante de todos los apóstoles. De hecho, ni siquiera soy digno de ser llamado apóstol después de haber perseguido a la iglesia de Dios, como lo hice».
Un gran pecador como Saulo o Pablo se encontró con un Gran Salvador llamado Jesús, que le ofreció una gran salvación. Amigo y amiga, ven al dulce salvador Jesús, antes de que sea demasiado tarde.
El Señor le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues...». Le estaba diciendo: «No es a los de ‘el Camino’ que tú persigues, sino al ‘Camino’. ‘No es a ellos, sino a mí’». Saulo perseguía a aquellos creyentes, cuando en realidad era al Señor de esos creyentes que él perseguía.
«Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén» (Hch. 9:1-2).
«Perseguía yo este Caminohasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres» (Hch. 22:4).
«Pero esto te confieso, que según el Caminoque ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas» (Hch. 24:14).
Y le añadió: « Dura cosa te es dar coces contra el aguijón». El aguijón se utilizaba para mortificar al buey y obligarlo a caminar y a trabajar. Saulo era el buey que se estaba hiriendo contra algo que no podía vencer. Jesús lo estaba invitando a cambiar de equipo, a ser parte de los del ‘Camino’.
Saulo de Tarso contestó a ese llamado de salvación: «Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer» (Hch. 9:6). El « ¿quién eres, Señor?», se transformó en el « ¿qué quieres que yo haga?». Está la rendición incondicional de Saulo de Tarso. Allí rindió todo lo que era a cambio de todo lo que Jesucristo era para él.
Amigo pecador, alma que andas vacía del Espíritu Santo, ríndete ya al Señor Jesucristo. ¡Deja de dar coces contra el aguijón! Jamás podrás vencer al Nazareno. ¡Déjate vencer por el Galileo! La cruz es tu puente para que llegues al Crucificado.
La entrega.Aquella fue una rendición total sin condiciones para el vencido por el Vencedor. Saulo o Pablo lo llamó « Señor». Fue un reconocimiento de que ese personaje era mayor en rango que él, y aún mayor que el jefe de los sacerdotes llamado Caifás. En él se produjo temblor y temor. Y con una pregunta aceptó el señorío de Jesucristo para su vida: « ¿Qué quieres que yo haga?».
A partir de aquí, Saulo ya no haría más su voluntad, sino la voluntad de Aquel que pudo más que él. Allí le doblegó su voluntad religiosa Aquel que camino a Damasco lo había vencido. Allí Saulo fue crucificado espiritualmente y murió aquel fariseo fanático llamado Saulo o Pablo.
Los acompañantes.Con Saulo iban varios hombres, ellos oyeron la voz, pero solo con Saulo trató la gracia divina. Él era el elegido, el escogido, el que había sido predestinado para ese día de salvación: «Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie» (Hch. 9:7).
Aquellos hombres oyeron la voz, pero no vieron al de la voz. Saulo se levantó de la tierra, se había quedado ciego: «Entonces Saulo se levantó de la tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco» (Hch. 9:8).
Ninguno de ellos se convirtió a pesar de tener la misma experiencia sobrenatural que tuvo Saulo en su camino a Damasco. Lo sobrenatural no salva a nadie, sino cuando el ser humano mueve el pestillo de la voluntad para dejar obrar al Espíritu Santo en vida.
En lo natural Saulo de Tarso se quedó ciego, perdió su visión religiosa y celosa, y recibió en lo sobrenatural una visión celestial. Nadie vio aquella visión de Jesús de Nazaret, solo la vio Saulo.
Cuando perdemos la visión de la carne, recibimos la visión del espíritu. El Saulo invencible se transformó en el Saulo vencido. El Saulo perseguidor sería el Saulo perseguido. El Saulo enemigo de la cruz, sería el Saulo amigo de la cruz. Un encuentro con Jesucristo, oír su voz y tener una visión de Él, producirá una transformación en el alma-espíritu.
Y allí en Damasco, Saulo entró en un ayuno de tres días: «Donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió» (Hch. 9:9). Aquel perseguidor de la iglesia pasó los primeros días de su conversión ayunando. Al morir aquel gran perseguidor de la Iglesia, había nacido el gran defensor de la Iglesia.
Conclusión
De lo malo, Jesucristo sacó lo bueno. Del perseguidor hizo el evangelizador. Su camino de Damasco fue cambiado por su camino de la salvación. Saulo de Tarso salió con sus planes, pero en el camino se le cambiaron por los planes de Jesucristo.
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La ministración de Pablo
Hechos 9:19, RVR1960
«Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco».
Introducción
Este pasaje nos lleva a ese cuarto día de la conversión de Saulo de Tarso. Un discípulo y profeta llamado Ananías, tuvo el llamado y la comisión de visitar al recién convertido Saulo de Tarso para ministrarle.
1. La visión de Ananías
«Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor» (Hch. 9:10).
El encargado.Ananías era un discípulo de Jesucristo que residía en Damasco, Siria, territorio romano (Hch. 9:10). A él se le reveló el Señor Jesucristo, como «el Señor». Lo llamó por su nombre «Ananías». El Señor Jesucristo y el Espíritu Santo siempre están en busca de alguien, joven o mayor, para llamarlos para la obra del ministerio. Alguien que como Ananías pueda responder a ese llamado celestial como los profetas del Antiguo Testamento con un « Heme aquí, Señor».
«Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista» (Hch. 9:11-12).
El Señor Jesucristo tiene un directorio personal de cada uno de nosotros, sabe cómo nos llamamos, el departamento, apartamento o casa donde vivimos y cómo se llega a nuestra dirección. Pero tristemente, hay muchos a los que Jesucristo no puede anotar en su directorio para ser localizados para una misión especial.
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