Eliseo aprendió a ser profeta de liderazgo, andando con Elías. El último día de Elías en la tierra invitó a Eliseo a dar un paseo por Gilgal, Bet-el, Jericó y el Jordán (2 R. 2:1-15). Allí, en ese recorrido, Elías estaba presentando a Eliseo como su sucesor. Elías ya debes comenzar a andar con Eliseo. Los hijos de los profetas lo deben ver a tu lado y deben ver que es tu seleccionado.
4. La ministración de Saulo
«Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle» (Hch. 9:29).
El nombre del Señor.Saulo o Pablo de Tarso no hablaba en su propio nombre, porque ese nombre no tenía ningún poder o autoridad. Él hablaba «en el nombre del Señor». Su autoridad procedía de ese nombre. A los griegos los enfrentaba con ese «nombre del Señor». Estos griegos eran judíos helenistas, es decir, que procedían de una cultura, compartían el griego como idioma principal. Saulo y Bernabé fueron judíos, y según algunos comentaristas, era posible que fueran helenizantes. La prédica y el ministerio deben estar anclados en el nombre del Señor. ¡Hablemos más de Jesucristo y menos de nosotros!
El acecho a Saulo.Leemos: «... pero éstos procuraban matarle». Desde el mismo principio, la persona de Saulo de Tarso, a causa de su predicación acerca de Cristo, lo marcó con la muerte. Los judíos griegos lo querían matar.
Son muchos los que matan ministerios, matan visionarios, matan ungidos, matan soñadores, matan gente inteligente, matan gente habilidosa y carismática. Un ministerio eficaz no mata ministerios. No celen la unción de nadie. No envidien la prosperidad de otros.
Si Adolfo Hitler no hubiera matado a esos seis millones de judíos, si hubiera tenido a su lado a todos esos cerebros geniales de los judíos, posiblemente el resultado de la Segunda Guerra Mundial habría sido muy diferente.
5. La colaboración con Saulo
«Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso» (Hch. 9:30).
La reacción.«Cuando supieron esto...». Muchos y muchas se dan cuenta de que un hermano está en necesidad de algo, de que requiere alguna ayuda, y hacen caso omiso. Cuando el Espíritu Santo revela que algo le está ocurriendo a alguien, nos tenemos que dar cuenta que es para que actuemos.
La acción.«... los hermanos, le llevaron hasta Cesarea...». Los hermanos que antes habían dudado de la conversión genuina de Saulo de Tarso, ahora prestaron sus servicios para socorrerlo, protegerlo y encaminarlo hasta el puerto marítimo en Cesarea Marítima, para que desde ahí tomara una embarcación con destino a su ciudad, Tarso. ¡Se hicieron sus hermanos! Y estos términos como ‘hermanos’ como ‘pastor’ e ‘iglesia’, están desapareciendo de las iglesias pentecostales. Cada vez las iglesias pentecostales son menos pentecostales. Más que ministros sirviendo en los altares, tenemos muchas celebridades entreteniendo desde los altares.
Los ministerios de liderazgo, necesitan colaboradores. Hombres y mujeres de «sinergia» que ayuden al líder cuando este o esta los necesita. Estos segundos o terceros o sextos... son de gran importancia en el éxito o el fracaso de un líder. Ellos y ellas son los dos ojos extras, los dos oídos extras, las dos manos extras, los dos pies extras, las dos piernas extras.
En Wikipedia se da una definición de la palabra «sinergia»: «Sinergia (del griego συνεργία, «cooperación») quiere decir literalmente trabajando en conjunto. Es un vocablo acuñado por el diseñador, arquitecto, visionario e inventor Richard Buckminster Fuller, refiriéndose al fenómeno en el cual el efecto de la influencia o trabajo de dos o más agentes actuando en conjunto es mayor al esperado considerando la suma de las acciones de los agentes por separado».
Necesitamos trabajar en cooperación. En vez del esfuerzo dividirse y debilitarse, el mismo se puede duplicar en fuerzas, en logros, en propósito, en lograr algo y en alcanzar algo. Pero nos hemos vuelto muy egoístas. Se habla más de lo ‘mío’ que de lo ‘nuestro’. Somos más eficaces apoyando la visión recibida, que inventando otras visiones.
Un buey mueve el doble de su fuerza, dos bueyes mueven el doble y un quinto más de su fuerza. Dijo el gran sabio del Eclesiastés: «La verdad, ‘más valen dos que uno’, porque sacan más provecho de lo que hacen» (Ecl. 4:9, TLA).
En Num. 10:29-32 leemos: «Moisés le dijo a su pariente Hobab hijo de Reuel, el madianita: Nosotros vamos al territorio que Dios nos va a dar. Ven con nosotros. Te trataremos bien, como Dios ha prometido tratarnos. Pero Hobab le contestó: No, gracias. Prefiero regresar a la región en donde viven mis parientes. Moisés le volvió a decir: No nos dejes. Tú conoces bien el desierto y sabes dónde podemos acampar. Si vienes con nosotros y nos guías, te daremos una parte de todo lo que Dios nos dé» (TLA).
Si Hobab siguió o no a Moisés, no lo sabremos nunca. Si no lo hizo, perdió una gran oportunidad de caminar junto a un gran siervo de Dios como lo fue Moisés. Andar al lado de un líder de reino, hace mucho bien.
La asignación.«... y le enviaron a Tarso». Saulo regresaría al lugar de su nacimiento. (Quien escribe hace muchos años que visitó Tarso, y bebió agua del Pozo de Tarso. Recuerdo siempre el Arco de la Puerta Principal de Tarso). Coincidiendo con el viaje de Saulo a Tarso, vino un tiempo de refrigerio donde estaban las iglesias del Señor. ¿Qué tiempo estuvo Saulo en Tarso? Posiblemente varios años, donde reflexionó y afiló la teología cristiana. No fueron años improductivos, sino de formación teológica. Ese tiempo de anonimato era esencial para que del perseguidor de la Iglesia emergiera un apóstol a los gentiles. Todo el que es llamado al ministerio debe pasar por un tiempo de preparación y de formación espiritual y ministerial.
Pasarían catorce años antes de que Pablo de Tarso subiera a Jerusalén, para explicar a los jerarcas de la iglesia su misión a los gentiles: «Catorce años después, Dios me hizo ver que yo debía ir a Jerusalén. En esa ocasión me acompañaron Bernabé y Tito. Allí nos reunimos con los miembros de la iglesia, y les explicamos el mensaje que yo anuncio a los que no son judíos. Luego me reuní a solas con los que eran reconocidos como líderes de la iglesia, pues quería estar seguro de que mi trabajo, pasado y presente, no iba a resultar un esfuerzo inútil» (Ga. 2:1-2, TLA).
Y oro para que por lo menos, en nuestras organizaciones pentecostales, los Institutos Bíblicos no desaparezcan. Si estuvieron llenos de bendiciones antes de nosotros y para nosotros, lo serán para las próximas generaciones emergentes de misioneros, predicadores, evangelistas, pastores y maestros. Los Institutos Bíblicos ayudan a abrir la mano ministerial de los cinco dones de oficio de Jesucristo para la Iglesia.
Con o sin Saulo de Tarso, el apasionado predicador, la obra del Señor continuaría adelante. Y en efecto así lo fue. ¡No somos imprescindibles! La obra no se caerá por nuestra ausencia. La obra se mantiene por la presencia de nuestro Señor Jesucristo. Él es quien la mantiene y quien la sostiene contra viento y marea.
«Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo» (Hch. 9:31).
Esas tres aéreas de «Judea, Galilea y Samaria» eran el foco inicial del trabajo misionero de la Iglesia Primitiva. El trabajo misionero comienza en nuestra zona geográfica. Se enfoca en nuestro norte, nuestro sur y nuestro mundo circundante. Aquellas comunidades de fe y de esperanza tenían paz. Fueron comunidades fundamentadas en la fe, temerosas en el servicio a Dios, y su fuerza provenía de la presencia del Espíritu Santo.
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