El pensamiento es una pequeña porción de la mente. Su función consiste en penetrar, analizar, indagar. Utiliza como herramientas la deducción, el silogismo, la pesquisa, la especulación 10. Al hacerlo entiende aisladamente. La gran realidad es incognoscible por el intelecto, que solo ofrece racionalidad. Lo que Es está más allá de todo lo que pueda ser entendido; no obstante, puede ser experimentado.
La mente es el jinete, el pensamiento, el caballo. El sueño surge cuando el caballo corre desbocado. Entonces se produce una aparente división. Por una parte, queda la consciencia pura, intacta, plena, en contacto con la fuente de donde surge y en la cual reside dueña de total seguridad, plenamente tranquila, dichosa y pacífica. Por otra, el razonamiento corre perdido intentando encontrarse sentido dentro de su propia lógica.
Igual que aquello experimentado cuando se sueña parece real, lo percibido en el entramado del raciocinio cobra apariencia enteramente sólida porque emana del poder de la mente —el pensamiento es parte de ella— cuya capacidad no conoce límites.
Cuando el cimarrón corre enloquecido, el jinete se apea en un lugar permanentemente accesible. Allí permanece sosegado. No utiliza la fuerza para domarlo porque la mente no conoce la fuerza y no la necesita. Aun así, aunque la conociera, utilizarla extremaría la reacción del caballo.
Para despertar es necesario que la montura se serene, reconozca que se ha asilvestrado y deje guiarse voluntariamente. Solo entonces queda en disposición de ser conducida. Mientras, el caballero espera pacientemente. El trance acaba cuando la montura se aquieta y el jinete vuelve a guiarla.
A causa de esta escisión entre mente y pensamiento, entre conocimiento y raciocinio, entre consciente e inconsciente, vivimos entre la Paz y el temor, entre el Amor y el miedo. Cuando el jinete desmonta abandonamos el conocimiento y entramos en la turbación; cuando vuelve a cabalgar nos reencontramos. Ese es el origen de la dicotomía —tensión-reposo, desconsuelo-dicha, odio-afecto— en la cual nos debatimos continuamente.
Una parte de esos pares de opuestos es un artificio altisonante, enervado, escandaloso cuyo sostenimiento demanda atención constante. La otra refleja la realidad de lo que podríamos llamar Espíritu 11, donde reside la memoria esencial.
Esto no significa que el pensamiento sea necesariamente pernicioso. Al contrario, cuando se utiliza acertadamente es un utensilio extraordinario. El aparente problema surge cuando se agiganta y obtura la mente. El abuso de la razón oculta el gran reino omnisciente abierto tras ella donde reside la consciencia pura.
Despertar consiste en retomar el contacto con la gran mente rectora, en alinear el pensamiento y la mente consubstancial al Espíritu dejando que lo segundo conduzca a lo primero. Así es posible reencontrar la Paz íntima de la cual emana la plenitud. Despertar consiste, pues, en volver a la Paz a través de la gran mente en calma.
Mantén la boca cerrada y empuja la lengua suavemente contra la cara posterior de los dientes incisivos. Si te resulta incómodo, apóyala contra el trozo de encía que hay encima. Si lo prefieres, haz vacío en la boca y mantén la lengua pegada al paladar. En caso de que también te sea difícil, retrae la lengua hacia la glotis y pósala en el suelo de la boca con cuidado de evitar cualquier tensión. Elige el método que te sea más cómodo.
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Deja la lengua en posición normal y entra a propósito en un diálogo interno desatado, cuanto más furioso mejor. Piensa en lo que debiste hacer ayer y olvidaste, en algo apremiante que sucederá más tarde, en cómo solucionar un problema imposible, en un conflicto, en lo malo en ti o en otros o en cualquier otra cosa que te provoque un ruido mental clamoroso. Permanece así un minuto.
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Ahora, mientras sigues inmersa en ese fragor mental, coloca la lengua en una de las cuatro posiciones descritas al principio. Permanece así otro minuto.
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¿Qué has notado?
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Esta es una sencillísima herramienta que puedes utilizar cuando te sientas abrumado por el estruendo, te des cuenta y quieras salir de él. Simplemente bloquea la lengua y reposa, vuelve, descansa.
Notarás que al hacerlo el ritmo respiratorio se ralentiza. Quizá quieras acentuar esa relajación. Si es así, respira profundamente mientras bloqueas la lengua.
Prueba hacer esto tres o cuatro veces al día: justo después de despertarte, a media mañana, por la tarde, antes de dormir… Estas paradas ayudan a atenuar la inercia intelectual descontrolada. Con algo de práctica acaso notes cómo su intensidad media durante el día disminuye mientras tu Paz aumenta. No es posible recalcar suficientemente los beneficios asociados.
También es aconsejable realizar esta práctica al comenzar un periodo de meditación o al inicio de cada ejercicio propuesto en este libro.
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Percepción frente a conocimiento
El proceso de percepción se realiza de afuera hacia adentro. Consiste en captar con los sentidos y luego procesar la información que ofrecen utilizando una porción mínima de la mente llamada pensamiento. El proceso del conocimiento es el inverso: consiste en primero mirar dentro certeramente y luego dirigirse hacia lo que llamamos exterior.
La comprensión —la vivencia producida al trascender las barreras perceptivas e intelectuales— se produce cuando se accede al interior sin alterarlo, sin realizar modificación alguna, presenciándolo, dejándolo Ser; así se extiende por sí solo con dicha y sin esfuerzo encontrando evidente la unión con todo lo demás. Por el contrario, la percepción —la distorsión de lo que Es— se origina al dar por válida la fragmentación percibida por la criba del raciocinio y de los sentidos.
Uno de los pasatiempos predilectos de la razón cuando está ofuscada es concebir cualquier experiencia a partir de ideas preconcebidas por ella misma. La realidad no necesita explicación para ser como Es. Aun así, la manipulamos a menudo aviniéndola a nuestra propia horma. Al tratarse este de un rodar continuo, las ideas barajadas por el intelecto son desintegradas, revueltas, desvirtuadas y luego recompuestas. Este es el mecanismo utilizado por el ego para aislarse, reafirmarse, y sustituirte 12.
Un proceso semejante transforma el mundo en función de lo que se piensa: así es como se empieza a ver todo a través del opaco cristal del intelecto exagerado. Cualquier razonamiento urdido por el pensamiento incontenido se inclina a interpretar el entorno en función de falsas convicciones. De esta manera, el mundo externo comienza a percibirse como un reflejo del revolver interno.
La creación se manifiesta exactamente al contrario: cuando se advierte que lo externo es causa de lo interno, que no hay nada fuera de ti. Tu entorno, tus amistades, tus actividades, tus actitudes y todo lo demás aparecen en tu propio escenario tal y como lo concibes. Fíjate: cuando tu estado de partida es calmo, acogedor y consciente, lo que percibes alrededor comparte esa misma naturaleza. Si por el contrario es tenso, conflictivo y complicado, todo lo demás será exactamente igual para ti. Quien concibe miedo experimenta miedo. Quien concibe Amor experimenta Amor. Mas solo en este segundo caso reconoce su propio rostro en todas las cosas, y en ellas a su semejante.
Cuando el pensamiento se desliga de la voluntad de pensar se experimenta un entorno dominado por el miedo. Cuando está ligado a ella se conoce un entorno regido por el Amor. Solo uno de los dos es cierto. Una vez te percatas de ello, es decisión tuya abrazar uno u otro.
Esta es una proposición contraria al dictado de la percepción y al reino de los sentidos. Afirmar que todo aquello percibido con la tensión o el temor que generalmente produce el ruido mental es falso, y que solo lo captado con la seguridad y el sosiego de la gran mente es real puede ser difícil de aceptar. Aunque quizá sea algo que ya reconoces en tu propia experiencia. Si es así, no hace falta más. Si no es tu caso y quieres, te invito a que no rechaces esta posibilidad hasta darte la oportunidad de comprobar o rechazar su veracidad por ti misma a través de las meditaciones que siguen.
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