El camino es de la fuente (idea) a la célula (cuerpo); tenemos que hacer carne la divinidad y la prueba de haberlo logrado es ver el resultado afuera. Dicho de otra manera, la idea es dios y lo que tarde en bajar a la célula es el proceso. Cuando lo alcanzas eres crédito, Veritas.
A nivel familiar, cada miembro del clan es una célula que va a continuación de otra y refuerza el mensaje de la anterior. Si nuestro padre nació cristiano porque su padre lo bautizó dentro de ese mito, quiere decir que nuestro abuelo ya tenía una memoria celular de cristianismo; el punto siguiente al suyo para generar la línea fue nuestro padre, el siguiente a ese seremos nosotros y el siguiente nuestros hijos. Cada eslabón tiene la información del anterior, más la del siguiente.
Asimismo, la tierra tiene sus propias leyes. Si ahora vamos a fumar un cigarro conscientemente y alguien nos dice que puede sanarnos la tos, un problema del hígado o cualquier otra cosa, eso es algo totalmente incomprobable, más no imposible. Para que efectivamente lo haga tenemos que poner en ello fuerza divina, chispa, crédito, y funcionará, pero cuando no, viene alguien que se maneja desde lo material, apagamos la chispa en nosotros y queda en función el automático. Para comprobar que el cigarro nos puede sanar tenemos que alcanzar ese grado de divinidad en nosotros; entonces podremos hacer que cualquier cosa nos siente como queramos, porque tendremos en la célula la información que a cada uno nos de la gana tener y no la que nos ha vendido otro.
A través del crédito, la fuerza y la emoción, la información va bajando a la célula y cada vez que hagamos algo eso va a tener un plus más de fuerza. Por ejemplo, cada vez que practicamos un ritual estamos activando nuestra divinidad, por eso tras llevar un recorrido como magos lo que hacemos ahora tiene mucha más fuerza que cuando lo hacíamos hace dos años.
Cuando elegimos darle función a algún objeto, si le añadimos la emoción de lo más sagrado que podamos vamos encendiendo la chispa, y cada vez que lo repitamos el crédito aumenta. Lo vamos haciendo carne y todo nuestro cuerpo vibra así, ya no lo pensamos ni analizamos, estamos ahí, en presencia. De hecho todos los rituales que hacemos son para ganar crédito, hasta que llega un momento en que tenemos tanto que ya no somos nosotros y no precisamos hacer el ritual, pues es sólo un “por dónde”.
Finalmente, la sanación se da ante el simple hecho de decir “¡estoy sano!”, y todo lo demás son trucos para ganar fuerza y encarnar esa información en la célula; los rituales y las herramientas de sanación del iniciado son atajos para llevar información ahí. Cuando llegamos a estos niveles de chispa y crédito ya no precisamos siquiera hacer ofrendas porque somos la ofrenda, siempre estamos desprendiendo Munay (amor, deseo y poder) y ese mismo estado hace que allá donde pasemos seamos un regalo para la tierra. Somos un templo, la gente nos ve y reconoce como sagrados.
Comenzamos a convertirnos en divinidad, cada uno en un ser que donde va todo lo transforma en paz; podríamos llegar a un sitio lleno de densidad y conflicto y que con nuestra presencia todo se sane. “Tú eres el templo”, dice la biblia y no es una metáfora, es que tenemos que convertirnos en ello antes de ser un dios y un templo es una ofrenda de todo aquel que pasa, es un estado de amor tan grande que donde vayamos somos luz, amor, crédito.
Que nazcamos desde la programación genética y biológica, como materia sin brillo de divinidad, es un desafío para nosotros, tenemos que despertar ese brillo a lo largo de nuestra encarnación. De todas formas, la idea no es preocuparnos, pues si no lo logramos no pasa nada, volveremos a encarnar, y así hasta encarnar todo ese brillo y transcender nuestro linaje.
Existen diferentes filtros. Imagina un Universo lleno de programas, un caos de información que se podría llamar registro akáshico o registro del Universo. Desde allí la información pasa a un primer filtro que es el mental, de ahí a uno emocional y luego a través del cuerpo energético llega a la célula física: se encarna eso que estábamos sintiendo, que antes de sentir simplemente estábamos pensando y que antes de pensarlo sólo era una idea que estaba por ahí hasta que bajó a la mente. Para ello hay diferentes procesos y requieren de un recorrido, pero lo podemos acelerar si sabemos cómo manejar el tiempo. A eso se le llama ser un mago o un iniciado, a densificar desde el centro del Universo, que es lo que podríamos llamar nuestro Ser. Es un recorrido que nos ponemos hacia afuera porque nuestra mente está en lo externo, pero en realidad es un recorrido de la fuente -la idea del caos- a la carne, la célula, que cuando muera será encarnada por otra. A su vez, cuando muera, el Ser será encarnado por otro que repetirá esa misma información y así hasta que uno de ellos tome consciencia de su programación, se revele y trascienda esa línea temporal para empezar una nueva. Debido a diferentes experiencias y procesos bastante dolorosos que nos ocurren desde el momento en el que llegamos al feto hasta que nacemos, se genera la esfinge, a partir del trauma del psiquismo de esa propia célula. El proceso de nacimiento es a su vez una muerte para el feto -que fallece para que nazca el humano- y eso genera un trauma muy grande: el miedo a la muerte, que se representa no sólo en el fin del cuerpo físico sino ante todo lo desconocido.
Si me dicen “vámonos mañana a China, sólo con el dinero para el viaje de ida pero no para el de vuelta”, no voy a querer ir o me dará miedo a que me pase algo y no poder superarlo. |
Todo lo nuevo, cada inicio va a representar la muerte para nosotros y la esfinge tratará de protegernos de ella. A su vez, la esfinge es el programa del tiempo antes de que se instale el psiquismo, para quien el tiempo no existe:
Justificación = Universo conocido = Presente
Espera = Universo conservador = Pasado
Combate hacia fuera = Universo destructor = Futuro
Desde que se instala en nosotros el programa del tiempo (la limitación, la fuerza de la gravedad, el Universo conocido, la creación, la conservación y la destrucción) nace toda esfinge, que es el fruto del comprometernos a apagar nuestra existencia para encender la genética y continuar la información de la célula.
EJERCICIO:
Vas a respirar tu pasado, la carga genética. Antes de empezar, dirás: "Yo, Miguel, desde aquí desde Barcelona, elijo respirar desde la carga genética que habita en mí (o desde mis ancestros)". |
Esta intención te llevará a ese lugar; entonces empezarás a respirar y llegarás a la memoria de la célula, comenzando a sentir sensaciones más desagradables o más agradables, que irás expulsando hacia afuera. Mientras tanto, con la inspiración irás llenando de sami dorado – energía refinada- todo el espacio vacío que queda al liberar la hucha – energía densa genética. Realizarlo hasta sentir que ya no queda hucha por sacar.
LAS PLATAFORMAS DE CONSCIENCIA, LA PLATAFORMA CRISTAL Y LA PLATAFORMA ANDINA
PLATAFORMAS DE CONSCIENCIA
Las plataformas de consciencia son mitos o sistemas de creencias que nos dicen cómo funciona nuestra realidad; lo que es posible y lo que no, lo que es moral y lo que no, lo que es coherente y lo que no. Y en base a la plataforma que aprendamos, nuestra función en la vida era adaptarnos lo mejor posible a ella.
Toda plataforma de consciencia es simplemente un sistema de creencias aceptado por un conjunto de gente, un acuerdo. Hay plataformas de vida y de muerte, autoejecutables y de adaptación. En las que suele estar el colectivo son de muerte, donde no se reconoce la vida de nada; no se reconoce que cada cosa que hay está viva y tiene una vibración. Al no reconocerlo, no lo podemos usar ni incluir como una parte más de nuestro paso por el mundo. El ser humano vive para la muerte, piensa que todo está muerto, incluso él mismo. Van a la Iglesia a celebrar la muerte de su mesías, entonces toda su lógica va hacia la muerte. Sin embargo, las plataformas chamánicas están inclinadas hacia la vida; toda magia del chamán parte de reconocer que todo está vivo y darle función. Desde ese momento, todo lo que hay existe para el desarrollo de nuestra propia idea.
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