Finalmente, ofrece información sobre un caso que permite estudios comparativos acerca de la función de las revistas ilustradas en el desarrollo del nacionalismo en diversos contextos.
La propuesta de esta investigación es que los temas tratados en las litografías publicadas en El Perú Ilustrado se convirtieron en agentes de cohesión partícipes en la construcción de la nación, reforzando la autoestima de los peruanos después de la derrota en la guerra del Pacífico.
Por ello, esta publicación cuenta con dos ejes metodológicos que han sido empleados en el desarrollo de la investigación. En primer lugar, el método histórico-crítico para el análisis de los diferentes contenidos del tema y aprovechar de cada autor aquellos elementos que ayuden a su ejecución. En este caso, se han considerado también los aportes de la sociología del arte, que considera fundamental, para la comprensión de la obra de arte, el contexto en el que esta surge. Como explica Pierre Francastel (1981), se trata de un estudio relativo a las condiciones en las cuales se crea la obra de arte. El otro método empleado es el análisis formal de las litografías seleccionadas, referido al análisis específico de la obra de arte como tal, que permite reconocer y determinar sus características plásticas. La selección de ambos métodos se justifica tanto por los objetivos que se persiguen como por la hipótesis planteada.
La revisión del material se realizó en el Fondo Reservado de la Hemeroteca Central de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Biblioteca del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú. En ambas instituciones no solo se pudo consultar las colecciones de El Perú Ilustrado, sino que igualmente fue posible fotografiarlas sin inconvenientes. El Perú Ilustrado también se encuentra en la Biblioteca Nacional. En los tres casos, las colecciones están incompletas, los ejemplares en mal estado, faltan hojas y lo más grave es que se han recortado algunas litografías.
La mayoría de las fotografías ha sido tomada por la autora en el periodo comprendido entre 2006 y 2009 en el Fondo Reservado de la Hemeroteca Central de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En dichas fotos no se consigna el nombre de la autora ni la ubicación del material. Las fotografías que aparecen con las iniciales MRR fueron hechas por Marcela Ramírez Ruiz en la Biblioteca del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú; las que aparecen con las iniciales SHT son de Stephany Hoyos Tineo; la que fue cedida por Fernando Hinojosa está acompañada de las iniciales VFH. Las siglas BNP corresponden al material de la Biblioteca Nacional del Perú y aparecen al lado de quienes tomaron las fotografías.
En el libro se emplean cuatro conceptos fundamentales, cuyo sentido es necesario precisar: nacionalismo, romanticismo, patria y héroe2. El nacionalismo durante el siglo xix era tomado como la expresión de lo propio de una nación. Así, en el libro se recoge la definición de nación propuesta por Benedict Anderson (2006),
una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana […] Es imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión […] La nación se imagina limitada porque incluso la mayor de ellas […] tiene fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones […] Por último, se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto pueden prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal (pp. 23-25).
La prensa jugó un rol preponderante en la formación del sentido de nación porque divulgó por todo el territorio información fidedigna. Las revistas ilustradas difundieron los argumentos de la nacionalidad, articulando el texto con las imágenes de los personajes destacados, los héroes, las ciudades, los tipos populares, etcétera, en un discurso que llegaba al lector, se recomponía en su imaginación, generando así sentimientos de pertenencia e identidad, y es este uno de los principales aportes de El Perú Ilustrado. Semanario para las familias.
El segundo concepto es el romanticismo, movimiento artístico que tuvo su origen en el pensamiento europeo del siglo xviii, especialmente alemán, pero que se propagó y prolongó durante gran parte del siglo xix. En la plástica fue una reacción contra el estatismo y la frialdad propios del neoclasicismo y de la revolución industrial. Se caracterizó por exaltar los ideales de libertad, individualismo y —por extensión— nacionalismo, la búsqueda de Dios, la búsqueda de la propia historia nacional y la promoción de la naturaleza que se refleja en la representación del paisaje como identificación individual y colectiva.
El tercer concepto es patria, vocablo de origen latino que hace referencia a lo que se hereda del padre entendido como pater familias. Es así que la patria adquiere el rol de familia ampliada en el ámbito de la nación, y encarna una vinculación con el pasado. Además, involucra la dimensión territorial, pues es la “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”, como se puede leer en el Diccionario de la Real Academia Española. Se hace evidente que la patria también está asociada a una dimensión afectiva de la que se desprenden sentimientos de identidad y virtudes tales como lealtad, devoción, fidelidad, cumplimiento del deber y la noción de bien común.
Durante el último tercio del siglo xix,
los estados necesitaban una religión cívica (el “patriotismo”) tanto más cuanto cada vez requería algo más que pasividad de sus ciudadanos […]
Los estados y los regímenes tenían todos los motivos para reforzar, si podían, el patriotismo de estado con los sentimientos y los símbolos de “comunidad imaginada”, dondequiera y comoquiera que naciesen, y concentrarlos sobre sí mismos (Hobsbawm, 2000, pp. 92-99).
Finalmente está el concepto de héroe3, personaje emblemático entendido como categoría ejemplar cuya evocación ostenta una valoración moral4 que implica el reconocimiento de sus virtudes,
para que aparezca el héroe la sociedad ha de tener un grado de cohesión suficiente como para que existan unos valores reconocidos y comunes. Sin valores no hay héroe; sin valores compartidos, precisando más, no puede existir un personaje que permita la ejemplificación heroica. El héroe es siempre una propuesta, una encarnación de ideales. La condición de héroe, por tanto, proviene tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. Esto permite que la dimensión heroica varíe en cada situación histórica dependiendo de los valores imperantes. La sociedad engendra sus héroes a su imagen y semejanza o, para ser más exactos, conforme a la imagen idealizada que tiene de sí misma (Aguirre, 1996, p. 2).
Lo heroico es un atributo que se desprende de las virtudes del individuo asociadas al bien común, entre las que destaca la fortaleza, cuya demostración es el sacrificio, la muerte o una hazaña extraordinaria. Sin embargo, las virtudes del héroe deben ser aceptadas para que el individuo sea considerado como tal; por tanto, el héroe es una construcción de la sociedad, en él se ve reflejada, y representa un ejemplo a seguir. Asimismo, siguiendo la propuesta de Greimas, es necesario tomar en cuenta que existen al menos
dos modelos de héroes: el derrotado y el victorioso. Mientras el primero sufre una pérdida de capacidades, el segundo, además de ser motor de acción, gana y mejora a lo largo de ella, adquiriendo nuevas cualidades (Greimas citado por Gutiérrez, 2012, p. 51).
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