La fotografía digital
Con la aparición de la cámara digital el acto de sacar fotografías ha cambiado. Si en la era pre-digital se tenía una cámara por familia, la cual se utilizaba para acontecimientos importantes, hoy todos tienen dispositivos que permiten tomar fotos que son usados para registrar diferentes momentos de la vida. De esta manera se redefinen los límites de lo que es fotografiable. Pero es con la incorporación de la foto digital en las comunidades virtuales para ser compartidas y difundidas, donde encontramos una transformación de la cultura visual. La nueva configuración de los “usos sociales de la fotografía” en el actual contexto tecnológico, social y cultural devienen en la integración de la imagen fotográfica en un conjunto de prácticas comunitarias propias de la denominada cultura digital. En el álbum familiar sólo tenían acceso los conocidos, hoy la posibilidad de archivar imágenes en el ciberespacio permite que puedan acceder familiares, amigos y conocidos, pero también personas que no conocemos. En este sentido la fotografía digital ya no sólo existe para retratar a la familia. Sin embargo, en aquellos que suben las fotos a las redes virtuales, podemos observar un esfuerzo para “integrarse a un grupo reafirmando el sentimiento que se tiene de si mismo y de su unidad”, al ampliar el límite de lo posible que nos señalaba la cámara pre-digital. Su resultado es el desarrollo de una cultura digital que recién se está definiendo. Algo similar a lo que ocurre con la multiplicidad de organizaciones familiares que aparecen como alternativa a la familia nuclear.
En una caja guardo, en pequeños álbumes, las fotos de diferentes épocas de mi vida. Allí están las que heredé de mis padres y las de mi propia familia. Este proceso acumulativo, que permite narrar mi historia personal y familiar, fue interrumpido hace varios años por la cámara digital. Ahora las fotos se encuentran archivadas en documentos de mi computadora. A las que fui sacando se les agrega las que envían regularmente mis amigos por e-mail. Cuando quiero buscar alguna debo reconocer que me resulta difícil encontrarla y cuando la encuentro, la gran cantidad de fotos que repiten las mismas situaciones me lleva a decirme que algún día tengo que hacer una selección. Evidentemente debe ser una decisión difícil ya que nunca la hago.
Observo una foto que está en mi biblioteca. Allí aparece mi hijo sentado en una silla, detrás mi esposa y yo parados; adelante, sentados en el suelo, mis dos sobrinos. Todos estamos vestidos con ropa informal y sonreímos. La cámara captura ese instante donde todos queremos trasmitir la alegría de ese momento. No hay ninguna manifestación de trascendencia. Sólo el fluir de la vida que la cámara detiene para el recuerdo. Sin embargo, marca una época de ruptura con el orden familiar que mostraba la foto de mis abuelos.
Decíamos, al inicio del capítulo, que vivimos una etapa de transición en la búsqueda de nuevas organizaciones familiares. Conjuntamente con la familia patriarcal moderna conviven otras formas familiares que necesitan encontrar un nuevo orden imaginario y simbólico en la cultura. La crisis de la novela familiar freudiana nos lleva como psicoanalistas a reconocer la necesidad de desarrollar los instrumentos teóricos y clínicos que puedan responder a las transformaciones actuales de la familia las cuales devienen en diferentes configuraciones psíquicas.
1. Bordieu, Pierre, La fotografía: un arte digital, introducción de Tununa Mercado, editorial Nueva imagen, México, 1979.
2. Engels, Federico, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, obras escogidas, editorial el Progreso, Moscú, 1981.
3. Castell, Manuel, La era de la información, volumen III, El poder de la identidad, Siglo XXI editores, México, 2000.
4. Miguez, J. Eduardo, “Familias de clase media: la formación de un modelo.”, en Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina plural: 1870-1930, editorial Taurus, Buenos Aires, 1999.
5. Este tema lo vamos a desarrollar en el capítulo 12: “La crisis del mito de Edipo patriarcal”.
6. Leer Parte II.
7. “Único entre los psicólogos de su época, Freud inventa entonces una estructura psíquica del parentesco que inscribe el deseo sexual -vale decir la libido o el eros- en el corazón de la doble ley de alianza y la filiación. Priva así a la vida orgánica de su monopolio de la actividad psíquica y diferencia el deseo sexual -expresado por la palabra- de las prácticas carnales de la sexualidad, de las cuales se ocupan los sexólogos… La palabra libido, que significa “deseo” en latín, era utilizada por los sexólogos de fines del siglo XIX para designar una energía propia del instinto sexual (libido sexualis). Freud la retomó para aludir a la manifestación de la pulsión sexual y, por extensión, a la sexualidad humana en general, diferenciada de la genitalidad (orgánica). En Freud eros designa el amor en el sentido griego y la pulsión de vida.” Roudinesco, Élisabeth, La familia en desorden, editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010.
Capitulo 6
La pareja: esa despareja
El amor debe ser gobernado por el arte
Ovidio
El derecho natural se entiende como una realidad abstracta que, en el plano ontológico, le antecede a todo derecho positivo y que es válido independientemente del derecho ejercido por la costumbre y la voluntad humana. Es sobre la base de este derecho que el poder sostiene la familia “natural” como una representación eidética de la sociedad. Es decir, la familia compuesta por una mujer y un hombre cuyo objetivo es servir a la procreación y el mantenimiento de la especie humana.
Sin embargo, esta familia que deviene de un supuesto “orden natural, absoluto e inmutable” tiene muy pocos años en la historia de la humanidad. Como ejemplo podemos recordar que los cristianos durante muchos siglos repudiaron a la familia ya que ésta les impedía dedicarse completamente a Dios.
Las características de esta familia “natural” comienza a ser cuestionada en el inicio de la modernidad, especialmente durante las décadas de los ´60 y ´70. Pero en la actualidad del capitalismo mundializado, las crisis sociales y económicas (pobreza, desocupación, emigración económica) y las transformaciones culturales han afectado profundamente los estilos de vida y las relaciones de familia. Su resultado ha sido la necesidad de dar cuenta de una complejidad en la que no se puede seguir sosteniendo una definición de “familia normal” como si esta fuera un dato obvio y no el resultado de una idealización.
La familia es consecuencia de cambios históricos -como vimos en el capítulo anterior- que hoy se manifiestan en las múltiples formas en que se van conformando (monoparentales, de parejas homosexuales, ensambladas), donde lo importante es la libertad y la realización personal de mujeres y hombres. Esta situación, propia de un período de transición, refiere a las transformaciones en la corposubjetividad de un sujeto que necesita establecer nuevas formas de relaciones con el otro humano en el interior de una cultura. Dicho de otra manera, una cultura sostenida en la fragmentación de las relaciones sociales ha desbordado el espacio de la familia “natural” como soporte de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada. De allí que los sujetos crean nuevos espacios de relación.
La despareja-pareja
A partir de los cambios que han producido los nuevos paradigmas culturales analizaremos los problemas que atraviesa la pareja heterosexual. Estos deben entenderse como consecuencia de la crisis de nuestra cultura que ha llevado a modificaciones importantes en la relación de pareja, las cuales tienen repercusiones diferentes según la inserción social de sus integrantes.
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