Las teorías sobre el origen de la familia son diversas; los antropólogos piensan en un proceso histórico que, partiendo de la horda indiferenciada, fue instituyendo regulaciones que dieron lugar a la forma actual de la familia. Freud imagina en su texto Tótem y tabú (1912) una horda primitiva gobernada por un macho despótico. El pacto social habría surgido por un acuerdo realizado entre los hijos varones, quienes luego de matar a su padre para tener acceso a las hembras que aquel monopolizaba, aceptaron renunciar a ellas a fin de evitar la rivalidad fratricida. De este modo, se instauró la exogamia y con ella el intercambio social y la primera regulación legal consistente en la interdicción del incesto. Federico Engels, a través del libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, explica la evolución de la familia y señala su carácter histórico y social. En el patriarcado ve la derrota de la mujer ya que ésta se convierte en el proletario del hombre llevando la lucha de clases al interior de la familia. Pero también sostiene que las “relaciones de sexualidad” deben distinguirse de las “relaciones de producción” ya que la organización social en que vive la población de cierta época histórica y cierto país, está determinada por ambos tipos de producción: por la etapa de desarrollo del trabajo por un lado y de la familia por el otro. 2
De esta manera vamos a encontrar en los inicios del capitalismo una fuerte relación con la organización familiar patriarcal al crearse un capitalismo corporativo y un capitalismo doméstico, donde este último se basa en la familia para: 1º) trasmitir la herencia y la continuidad de la línea familiar al imponer un control moral a la mujer diferente del hombre para asegurar la certeza de sus herederos; 2º) reproducir la fuerza de trabajo y 3º) trasmitir los valores de la ideología dominante. El padre-padrone reúne la familia biológica y la económica para garantizar su poder. En este sentido, como dice Manuel Castell: “El patriarcado es una estructura básica de todas las sociedades contemporáneas. Se caracteriza por la autoridad, impuesta desde las instituciones, de los hombres sobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar. Para que se ejerza esta autoridad, el patriarcado debe dominar toda la organización de la sociedad, de la producción y el consumo, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonales y, por tanto, la personalidad, están también marcadas por la dominación y la violencia que se originan en la cultura y las instituciones del patriarcado. No obstante, desde el punto de vista analítico y político, es esencial no olvidar su enraizamiento en la estructura familiar y en la reproducción sociobiológica de la especie, modificadas por la historia (cultura). Sin la familia patriarcal, el patriarcado quedaría desenmascarado como una dominación arbitraria y acabaría siendo derrocado por la rebelión de la `mitad del cielo` mantenida bajo sometimiento a lo largo de la historia.” 3
Entendemos por familia nuclear al modelo tradicional de familia, surgido a partir de la primera revolución industrial a finales del Siglo XVIII. Esta familia nuclear se definía como una pareja heterosexual unida en matrimonio y que posee uno o más hijas e hijos biológicos o adoptados, donde todos sus integrantes coexisten en una misma vivienda.
En esta época, casarse era fundar un hogar, es decir, crear una realidad social claramente definida y valorada socialmente. El matrimonio se realizaba para que los cónyuges se prestaran ayuda mutuamente a lo largo de una vida que, en los sectores sociales obreros y de clase media, se anunciaba muy dura. El objetivo era tener niñas y niños, aumentando el patrimonio y legarles a los hijos/as para hacerlos triunfar y, de esta manera, trascender uno mismo. La familia como “célula básica” era uno de los valores más importantes de la sociedad: se juzgaba a los individuos en función de su éxito o su fracaso.
El espacio familiar, a la vez que permitía el desarrollo de las relaciones afectivas y simbólicas, se constituía en el reproductor de las relaciones de producción capitalista donde el trabajo asalariado era su práctica fundante. Este modelo familiar se basaba en la autoridad patriarcal sobre los demás miembros, en particular de las mujeres que debían concentrar la actividad en las tareas domesticas, en tanto el hombre era quien trabajaba fuera del hogar. Una rígida moral, especialmente la moral sexual femenina, estaba sostenida en una severa crianza de los hijos, hasta la independencia de los varones luego de la adolescencia, y de las mujeres con el matrimonio. De allí se definía que “la base fundamental de la familia, su objeto más importante, es la reproducción del hombre, sus fines inmediatos, la educación moral e intelectual y su resultado último, la moralización de las leyes y las costumbres de los pueblos.” 4
Sin embargo este modelo familiar no tenía el mismo sentido ni el mismo contenido para la clase dominante que para el resto de los sectores sociales; para las familias del campo y de la ciudad. Tener una vida privada durante el Siglo XIX y principios del Siglo XX era un privilegio para la burguesía poseedora de grandes residencias y que vivía de sus rentas. Las clases trabajadoras se veían obligadas a formas de relaciones familiares diferentes en espacios reducidos a una sola habitación y donde la pobreza obligaba a la mujer y a los hijos a trabajar desde pequeños. Una naciente clase media comienza a reducir esta oposición entre las familias de la burguesía consideradas “decentes” y los sectores populares. De esta manera se expande el modelo dominante construyendo un mito que narra la antigua solidez moral de la familia y el progresivo deterioro que trae la modernidad. La fuerza del patriarcado comienza a debilitarse.
Llegado a este punto podemos señalar cinco grandes períodos históricos del desarrollo de la familia. En la antigua Roma el patriarca era el representante de Dios y su familia estaba constituida por los parientes, allegados y los esclavos. Luego aparece la familia tradicional (madre, padre e hijas/os), donde la autoridad patriarcal era una transposición de la monarquía. Su objetivo era asegurar la transmisión de la herencia. Por ello los casamientos se arreglaban entre los padres sin tener en cuenta los deseos de los/las hijos/as. Con el inicio del capitalismo en el Siglo XVIII nos encontramos con la familia moderna. El patriarca representaba la figura de la burguesía industrial naciente aunque este esquema familiar también funcionaba en las otras clases sociales para reproducir la mano de obra y la ideología de la clase dominante. En los ‘60 y ’70, con el inicio del capitalismo tardío, se impone un tipo de familia basado en la relatividad de los vínculos donde las separaciones y las nuevas recomposiciones familiares son un destino posible de la organización familiar. A principios del Siglo XXI nos encontramos que junto a la familia moderna ha aparecido una diversidad de organizaciones familiares que cuestionan la hegemonía de la familia patriarcal tradicional: familias monoparentales, monoparentales extendidas, homoparentales, unipersonales, familias ensambladas, etc.
Algunos datos. Hasta la década de los ´60 en la familia tradicional el promedio de edad de la mujer para casarse era de 20 años. El casamiento era por civil y podía incluir una ceremonia religiosa. La cantidad de hijos por mujer era de 6,5. Predominaba la familia extensa donde están los tíos, abuelos u otros parientes.
En la década de los ´80 el promedio de edad de la mujer para casarse era de 26 años. Aparece un alto índice de casamientos y divorcios. Los roles entre hombre y mujer comienzan a ser repartidos. La mujer ingresa fuertemente a las nuevas modalidades del mercado laboral. La cantidad de hijos por mujer era de 2,5. Predominan las familias nucleares: padre, madre e hijos.
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