Y, aunque nunca lo confesó directamente, de esta experiencia obtuvo la revelación más importante de su vida: la noción de los arquetipos como contenidos de lo inconsciente colectivo, la constitución del Ser como un camino que conduce del mundo físico al misterio de lo desconocido. Este sendero empieza en el cuerpo, se interna luego en la mente, que es imagen del mundo, y por el sendero del yo viaja hacia la profundidad del sí mismo, donde todo es desconocido para el hombre.
MIRÓ HACIA ATRÁS, hacia la raíz del gran roble donde yacía el martín pescador. Dio una última mirada al despojo de plumas azuladas, y entendió que un hilo de sentido reúne los acontecimientos apartados en el tiempo, disímiles en apariencia. Su infancia había sido eterna y él había sido ese hombrecillo acostado en el plumero, en compañía de un guijarro del Rin; había sido la piedra en la pendiente, preguntándose por el secreto cuya respuesta se resumía en el principio de individuación, el mito del hallazgo esencial de sí mismo; había sido esa llama encendida en las pequeñas cavernas del muro de piedra y lo por él realizado sería un fulgor que ardería para siempre.
El hombrecillo oculto, el Cabir con su respectiva capa, había alcanzado vida y movimiento en su sueño de la madrugada, así como el fuego de sus juegos infantiles se había convertido en el libro de su vida en el mismo sueño.
En ese momento, no sabía él que después, en la región de sus visiones trascendentes, sería precisamente este Telésforo quien, asumiendo la figura del médico tratante, lo disuadiría y le ordenaría regresar al mundo.
CONTINUÓ SU PASEO, ahora más lento y cuidadoso. La serie de acontecimientos exteriores, en apariencia casuales, lo había sumido en la meditación, como si todos ellos condujeran a la advertencia de la cautela, pues los reunía el sentido de que algo importante habría de suceder.
“Hay un hecho en camino”.
En frente suyo brillaba la visión del lago, a tramos congelado, y el silencio del bosque que lo rodeaba crecía hasta la inmensidad.
“Lo que ha de suceder está en marcha y es tan inamovible como todo lo pasado”.
Si alguien profesaba respeto frente al destino, era él. Cuando intuía que un acontecimiento era obra de este, se ubicaba en la tribuna de los espectadores, en el más absoluto silencio y con todos los sentidos en estado de alerta. Su actitud se dirigía hacia la comprensión de los fenómenos, sin la menor intervención, puesto que todos los designios le eran ajenos en tanto que no le pertenecían a nadie.
“Ocurrirá y será obra del destino”.
Y, COMO EN OTRAS OCASIONES, especialmente cuando se había encontrado con ciertos pacientes en el camino de su aprendizaje de la enfermedad mental, en los hechos que se habían concatenado desde la noche anterior buscó el hilo de sentido que los reunía y se encontró con el fenómeno de la compensación.
Estos habían sido los hechos: su recuerdo de Richard Wilhelm y El secreto de la flor de oro ; su conversación con Emma y la decisión de ella de –en adelante– estudiar el Grial; su sueño de la biblioteca de libros dorados en la caverna subterránea, llamado El sueño del libro de la vida , pues provenía de su encuentro con un hombre de otro lugar y otros tiempos, lo cual entrañaba el misterio del más allá; su paso inadvertido bajo el olmo, que revelaba su continuidad en el mundo de los vivos, a pesar de la poderosa influencia del arcano de la muerte, y su encuentro del cadáver de un martín pescador en la raíz del gran roble, que también le traía el recuerdo de sus años oscuros y su representación del Filemón alado en el Libro rojo …
En el caso de los pacientes, había sido el concepto de la compensación aplicado a los sueños de unos, a los discursos en apariencia incoherentes de otros o a sus actos, y a las fantasías inconscientes de otros; pero en su caso, debía tratarse del destino como compensación en otro orden. Y, más allá del hielo de la atmósfera que envolvía su frágil humanidad, comprendió que esta no era solo una noción que habría de aportarle al entendimiento humano, sino también una marca propia, que se manifestaba por medio de otro fenómeno adyacente, la sustitución.
Pero esto lo experimentaría luego cuando, tras su decisión de dejar este mundo, el médico que lo atendería se le habría de presentar con su “traje primitivo” para instarlo a que regresara, de modo que tendría que volver a la vida y dejar que el médico lo sustituyera en la muerte.
Su médico, un hombre cuyo destino habría de ser el silencio:
¿Qué significado tiene la vida de un hombre que se deshace para que siga la de otro que, al continuar, habrá de darle una luz al mundo?
Poco sabemos del misterio, pues, inconscientes, dejamos que la revelación pase de largo, de modo que aparentemente nada ocurre, porque lo que no se sabe se identifica con lo que no es.
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