Cuando regresas de tu baja allí siguen esas tareas, esperándote tranquilamente en la oficina.
Coloquemos cada cosa en su lugar: lo nuestro no suelen ser urgencias.
Pero ahora imaginemos que realmente lo fueran. Si ese fuera el caso, esa sensación de urgencia permanente probablemente no sería tu mejor aliado.
Si alguna vez tienes la oportunidad de ver a los profesionales de las auténticas urgencias en acción, médicos, bomberos, soldados, verás que precisamente gestionan esas urgencias vitales con la máxima tranquilidad. Se entrenan para mantenerse centrados, equilibrados, para gestionar esas situaciones con calma, tranquilidad, energía y cabeza.
«Keep calm and carry on» reza el eslogan de un póster producido por el gobierno del Reino Unido en 1939, diseñado para empapelar las calles de la nación ante la eventualidad de una invasión inminente (que afortunadamente nunca necesitaron emplear).

Figura 4. El acertado eslogan cuya traducción sería: «Mantente calmado y sigue adelante».
Tus «urgencias», probablemente no son urgencias. Y si lo son, la sensación de urgencia permanente más bien te puede perjudicar.
Pero, además, esa sensación ni siquiera es de urgencia permanente. En realidad, si profundizas un poco en ella descubrirás que lo que estás sintiendo no es urgencia, sino que es otra cosa.
Lo verás claro con otro ejemplo. Imagina que estás en tu puesto de trabajo y dentro de una hora tienes que entregar un informe de mil doscientas páginas, de elaboración súper compleja y que si no lo entregas a tiempo generarás un problema muy grande en tu departamento. Te juegas el puesto de trabajo.
Mientras lo imaginas, lógicamente, aparece la dichosa sensación.
Ahora imagina que el informe está prácticamente acabado y que lo único que te falta para poderlo entregar es rellenar una ficha con tus datos personales y firmar. Algo bien sencillo que puedes hacer en cinco minutos.
La entrega del informe sigue siendo igualmente urgente e igualmente importante, pero la sensación de «urgencia» desaparece.
¿Por qué? Sencillamente porque lo que estás sintiendo no es urgencia sino sensación de falta de control. Ahora sí que le hemos puesto el nombre correcto a la sensación.
Esa vibración tan molesta, que resuena en tu interior como los instrumentos del dentista en tu boca, que te impide ser tú mismo, que te impide funcionar en tu máximo nivel, es en realidad la sensación que se produce al pensar que no vas a llegar a tiempo para cumplir tus compromisos, urgentes, o no. Es sensación de falta de control.
Para identificar rápidamente si te encuentras centrado –o más bien descentrado–, el mejor indicador suele ser la presencia de esa sensación, una supuesta sensación de urgencia que en realidad es falta de control.
Esta sensación es consecuencia de estar fuera de tu centro, pero al mismo tiempo también es causa de ese «descentre» al retroalimentarlo.
Porque cada vez que esa sensación se genera en ti, no solo te hace menos eficaz, sino que tu presencia vibra y resuena con ella, emitiéndola a tu alrededor. Los demás la perciben, se dan cuenta de tu falta de centro y por lo tanto de tu falta de control. Es inevitable que lo hagan. Y, como consecuencia, no solo sientes que no tienes el control sino que realmente no lo tienes, entre otras razones porque los demás no te lo van a dar.
El control jamás se otorga al que no lo tiene ya.
Acercándote al centro
A lo largo de este libro veremos que el centro es un lugar lleno de recursos. Por ello cuanto más te acercas a él, mayor es la sensación de control.
Esta sensación de control se acaba transmitiendo a través de las señales que envía tu cuerpo. Los demás captan esas señales y es eso precisamente lo que te coloca en una posición de influencia.
Uno de mis antiguos jefes, un director de ventas del que aprendí mucho, era un auténtico maestro del control. Cuando subía a las reuniones del comité de dirección, hablaba bien poco. Dejaba que los demás lo hicieran, que discutieran entre ellos. Al cabo de un rato, cuando ya se habían “quemado” y estaban descentrados por la discusión, simplemente lanzaba sus propuestas. Y lo más interesante: las expresaba desde su centro, con confianza y tranquilidad.
Esto hacía que los demás casi siempre se pusieran de su lado. Algunos, a veces, se ponían un poco nerviosos, les incomodaba su seguridad, su liderazgo. Y claro está, cuanto más nerviosos se ponían, menos convincentes resultaban y más control tenía él de la situación.
A medida que te acercas al centro puedes sentir como la sensación de falta de control, desaparece y deja paso a una tranquila sensación de control.
A diferencia de la sensación de urgencia permanente, precisamente podríamos describirla como de «no-tiempo», de presente permanente. Como si el tiempo no estuviera transcurriendo o como si el tiempo en realidad hubiera dejado de tener importancia. Presencia y presente son dos palabras prácticamente iguales. No es casualidad: estar presente en el aquí y ahora te acerca a tu centro.
Cuanto más cerca estás del centro, mayor es la sensación de calma. Las vibraciones molestas van desapareciendo del cuerpo y van abriendo paso a una sensación de paz que curiosamente podríamos describir como falta de sensación.
¿Y qué encontraremos justo en el centro? Como iremos descubriendo a lo largo de esta obra, el centro es un punto que se caracteriza por un profundo vacío.
En el centro no hay nada.
Sólo un silencio generador desde el que precisamente surge todo aquello que necesitas en cada momento.
El Tao es vacío,
imposible de colmar
y por ello inagotable en su acción.
En su profundidad
reside el origen de todas las cosas.
Tao Te Ching, capítulo 4: La Singularidad del Tao
El centro
Podemos definir el centro como un estado interno de máxima capacidad personal que nos coloca en la posición óptima para influir y ejercer el control.
En ese estado tenemos en potencia a nuestra disposición el mayor número de herramientas posible para lograr nuestros propósitos.
Desde el centro nuestra presencia alcanza en silencio su mayor profundidad y su máximo poder. Esto es así porque, como veremos más adelante, el centro es un estado generador de:
Equilibrio
Influencia
Orden
Energía
Estas cuatro propiedades del centro son las que te llevan precisamente al poder personal, al control.
El centro se puede alcanzar a través del trabajo a distintas profundidades. Cuanto más profundo sea el trabajo que hagas sobre ti mismo, con más intensidad te colocarás en este estado de máxima capacidad y más influencia tendrás sobre los que te rodean.
Si por el contrario el trabajo que realizas sobre ti mismo es más bien periférico, el estado será más superficial y el alcance de tu influencia menor.
Figura 5. Representación gráfica del centro y de los distintos niveles de alcance y profundidad a su alrededor.
Representamos esta influencia en forma de círculos concéntricos que emanan de ti, simbolizando, en primer lugar, el movimiento de esa ola invisible que invade el espacio a tu alrededor. La aureola de una presencia que toca y transforma.
Pero también la ilustramos en forma de círculo para representar así cada uno de los diferentes niveles de trabajo sobre ti mismo que son necesarios para cosechar esa influencia. Unos niveles que son cada vez más difíciles de trabajar, cuanto más cerca estén del centro.
Justo en el centro de estos niveles, existe un punto mágico, casi inalcanzable. Un punto que, como buen concepto geométrico que es, está allí pero no tiene dimensión. O sea, es, pero al mismo tiempo no es.
Читать дальше