14.3 No puedes abrigar sentimientos de superioridad sin crearte enemigos. Lo mismo ocurre cuando te sientes inferior, y en todo momento buscas ubicarte en uno u otro de estos extremos. Y todo este esfuerzo y conflicto surge sólo porque insistes en estar separado. Es inevitable que estés en guerra con aquel que es tu enemigo. Ahí donde hay guerra no puede haber paz. La guerra no implica solamente la existencia de actividad externa. La actividad externa no es sino el efecto de una causa que sigue siendo interna, y toda guerra no es más que una guerra contra ti mismo.
14.4 ¿Acaso no ves el modo en que tu noción del cielo como algo que sólo se alcanza después de la muerte se adapta a tu meta de separación? Si tu creencia en el cielo fuera cierta, tu desafío a la creación sería real, y sólo tu muerte demostraría quién es el vencedor. Pues si después de la muerte tu Dios creador te concediera un paraíso ajeno a este mundo, un lugar separado para honrarte como alguien especial y separado de todo lo demás que Él creó, entonces serías reivindicado, y se convertiría en santo el propósito de tu guerra. Se demostraría que tú tenías razón y que la creación estaba equivocada.
14.5 ¿Tendría sentido esto? ¿Qué creador crearía un mundo en el cual, el máximo logro de la vida fuera abandonar dicho mundo para tener vida? ¿Qué creador crearía un mundo que no estuviera destinado a existir en armonía? Armonía es vida. ¿Qué creador crearía una vida transitoria y reservaría la vida eterna como recompensa por la muerte?
14.6 Si eres capaz de ver el sinsentido de semejante creador y creación, y aun así seguir creyendo en ellos, entonces debes creer en un dios que está loco. Tú, que te enorgulleces de tu raciocinio y sentido de lo práctico, piensa si una creación así podría contener razón alguna. Entonces, ¿por qué crees en ella?
14.7 Tú, que has hecho un dios del raciocinio y el intelecto, reflexiona ahora con detenimiento sobre qué han hecho estas facultades por ti. ¿Acaso no sería terrible darte cuenta realmente de que a pesar de tus ingentes esfuerzos, es imposible encontrarle ningún sentido en absoluto a una creación así? Aquellos que le han dado la espalda a Dios y se han negado a creer en semejante disparate, simplemente se han negado a adaptar la razón para encajarla donde no tiene cabida, sin darse cuenta de que existe una alternativa.
14.8 No se te pide que creas lo increíble, ni que hagas caso omiso de todo aquello que la razón te diría. Sólo lo opuesto es cierto. En cambio, lo que se te pide es que abandones las leyes del caos y adoptes las leyes de la razón. Que abandones las leyes de la ilusión en favor de las leyes de la verdad.
14.9 No pienses que la razón se opone al amor, pues el amor da fundamento a la razón. El fundamento de tu mundo demente es el miedo. El fundamento del Cielo, tu verdadero hogar, es el amor. El mismo mundo basado en estos fundamentos distintos tendría inevitablemente un aspecto muy diferente.
14.10 Tus ideas sobre el amor, sin embargo, encajan con tu meta de separación con el mismo ajuste perfecto y cómodo que tu idea sobre el cielo. Pues lo que requieres del amor es que te distinga y te haga especial. Exiges mucho más a los que amas que a cualquiera de tus otros hermanos y hermanas. Y ese plus que les exiges tiene el único propósito de alimentar la idea de que eres especial. Buscas la corroboración constante de que esta persona a la que amas te ama a su vez, y si no la recibes, consideras que tienes motivos para declarar heridas que no se pueden curar, y para exigir reparaciones que no se pueden pagar. Así es como mantienes en el mayor sometimiento a aquel al que más amas, y a ese sometimiento lo llamas relación.
14.11 Donde esto se ve con mayor claridad es en aquellas relaciones que lo eran “todo” para ti en una época, y que después te fallaron. Puede tratarse del recuerdo de cualquier relación, y cada uno de vosotros tiene alguna. Puede ser la de padres e hijos, la de mejores amigos, la de un matrimonio o relación de pareja, o incluso la de un mentor o alumno. Cualquiera fuera su configuración, fue una relación que verdaderamente te trajo alegría. En ella eras feliz y te sentías como si no necesitaras nada más que eso. Fue una relación tan intensa que, en su punto álgido, habrías empezado a considerar como la meta principal de tu vida su perpetuación sin cambio alguno. Sin ella, la vida no merecería la pena, por lo que era necesario conservarla a toda costa.
14.12 Éste es un ejemplo clásico que te revelaría mucho sobre ti y sobre el mundo que has construido, con sólo estar dispuesto a mirarlo con ojos que realmente vean. Es la lente de aumento que te permitirá observar tu mundo en toda su loca confusión. Pues aquello que te causó tanta dicha parecía venir a costa del dolor y dejarte más solo y desamparado que antes. ¿Cómo podría decirse esto del amor? ¿Y cómo podría haberte fallado de esa manera? ¿Y cómo, si era real –y eso, sin duda, es lo que parecía– podría demostrar algo, excepto que el amor no es la respuesta, y desde luego, no para ti?
14.13 Hemos de comenzar por lo que es obvio, un aspecto sencillo que algunos de vosotros habéis negado, y que otros no habéis podido negar. El motivo por el que esa relación ocupa un lugar tan destacado en tu mente y por el que su recuerdo te es tan doloroso es que fue, efectivamente, real, y de un modo distinto de tus relaciones anteriores y posteriores. Ninguna otra relación te ha afectado de la misma manera. Nunca has estado más seguro del valor que tenía una relación para ti. Es natural que algo capaz de hacerte sentir tan feliz, seguro, apreciado y amado, poseyera un valor sin parangón. En esto estabas en lo cierto. No fue una ilusión la que te hizo sentir de esa manera. No se trataba del amor que se hace pasar por amor en este mundo, sino de otra cosa, completamente distinta. Por un momento, aunque fuera breve, esto fue amor verdadero, pues nada salvo el amor puede ser causa de gozo, ni ofrecer un abrigo seguro en un mundo demente.
14.14 Tu respuesta al amor es lo que nos concierne ahora, pues el retorno del amor está próximo, y no conviene que vuelvas a responder de la misma manera.
14.15 Todo aquello que consideras valioso, lo quieres conservar. Esto tiene perfecto sentido para ti porque el fundamento de tu mundo es el miedo. Si el fundamento de tu mundo fuera el amor, estarías deseando compartir todo aquello que consideras valioso. Quizás creas que el deseo de guardarte cosas para ti se origina en algo distinto del miedo. Podrías llamarlo orgullo, o seguridad, o incluso aceptar que es vanidad, antes que llamarlo miedo. Pero miedo es lo que es.
14.16 Sólo el miedo genera los sentimientos de carencia que lleva adosados, que son la piedra angular del cimiento de tu mundo separado. No te das cuenta de que has creado un universo para ti, un universo que has de mantener, y que sin tu esfuerzo se disolvería. Este universo eres tú, y tú eres todo lo que hay en él. ¿Acaso no crees que si perecieras el mundo perdería algo completamente singular? Eres único e irremplazable: no hay nadie igual. En ti se encuentra todo lo que quisieras contribuir y crear. En las acciones e interacciones de tu vida se encuentran todos los efectos que quisieras tener sobre lo que permanece aquí. Sin ti, las personas y los hechos en los que tú influirías se comportarían de un modo totalmente diferente, y los resultados serían distintos de aquellos que se supone son los previstos. Aunque ignoras cuál es tu función, hay por lo menos una parte de ti que cree que esto es verdad, pues tu existencia debe tener alguna razón, aunque no consigas imaginar cuál podría ser. Debes estar destinado a existir, por el hecho mismo de que existes. Y no comprendes qué sentido puede tener que existas, si no es por algún motivo.
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