Esta actividad de producción de reglas que está en el inicio de la formación, -no solamente de la cooperación pero también de un colectivo-, ésta actividad lleva el nombre de actividad deóntica. Es una actividad que está antes de la deontología, porque la deontología es cuando esta producción deóntica entra en la ley, como la deontología médica. Pero en todas las profesiones hay actividades deónticas que están por fuera de la ley y que siguen siendo internas a la profesión. Entonces esta actividad de producción de reglas, esta actividad deóntica, es probablemente lo que es más conmovedor. Es el descubrimiento por la clínica de la riqueza que contiene el trabajo. Esta actividad deóntica se basa esencialmente en la posibilidad para cada trabajador de poder dar cuenta y hacer visible lo que no se ve (es el problema de la visibilidad; poder volver visible lo invisible). No es la transparencia: la transparencia es la palabra de orden político que utilizan los políticos para engañar al pueblo.No hay ningún riesgo con la transparencia, no se ve nada. Ustedes pueden dejar transparentes las cosas porque no tienen importancia en realidad. Lo que necesitamos para crear la cooperación es volver visible lo que no lo es. Hay que volver visible lo que toma muchas veces la forma de una exigencia de testificar estos pequeños trucos, habilidades, preferencias, delante de los demás, delante de los otros miembros del colectivo. Es necesario de alguna manera hablar de la práctica de cada uno. Pero testimoniar la manera de trabajar de cada uno no es algo fácil. Porque si les cuento como estoy haciendo trampa, me tengo que preparar para responder las objeciones y críticas que me van a hacer. Entonces si hablo de lo que hago me tengo que preparar para justificarme, lo que es muy complicado.
La forma de la justificación es compleja. Porque tiene en cuenta no solamente ciertos argumentos relativos a la eficacia sino también respecto de criterios relativos a mis preferencias personales, a mis características psíquicas y físicas; porque cuando uno tiene un cuerpo joven o viejo no puede hacer trampa de la misma manera con los enfermos, no tiene el mismo vínculo el policía con un cuerpo joven o viejo, no es solamente en función de preferencias psíquicas sino también en función del estado del cuerpo. Y esta justificación también depende de cuestiones relativas a mis posturas éticas o políticas. Y según mis posiciones éticas pienso que hay algunas cosas que no son posibles de hacer, con los enfermos o los sospechosos o con los clientes de los que hablábamos ayer. Mis posiciones éticas y políticas forman parte de mis argumentos de justificación y también dependen de mi experiencia. Y podemos así seguir alargando la lista. Los argumentos de los que tendré que dar cuenta delante de los otros para justificar mi manera de hacer trampa, y entonces mi manera de ser inteligente. No basta con ser inteligente, hay que defender nuestra propia inteligencia y eso es muy difícil. Los argumentos de esta justificación son de hecho mixtos en la estructura, que en una dimensión instrumental hace referencia a la eficacia -funciona o no, es verdad o falso, es rentable o no- de la acción en relación al estado de las cosas en el mundo objetivo. Es lo que llamamos la racionalidad instrumental de la acción.
Pero mis argumentos no son solo del orden de la racionalidad instrumental, está todo el resto de lo que vengo hablándoles, que deja en evidencia otras racionalidades, particularmente la moral práctica o la axiológica, hay otros elementos en la racionalidad y toda esta lectura de la argumentación y la justificación se la debo a los filósofos de la Escuela de Frankfurt cuyo capítulo de la filosofía social que Jürgen Habermas llama la crítica de la racionalidad de la acción, la crítica de la razón funcionalista.
Cuando un argumento está mezclado, es mixto, y tiene por una parte una dimensión instrumental, relativa a lo que es verdadero o falso, a lo que es eficaz o ineficaz, y que tiene otra parte que no es instrumental, éste argumento se llama en teoría, una opinión. Esto quiere decir que la actividad deóntica de la que hablamos exige un espacio en el cual los hombres y las mujeres están listos para confrontar opiniones unos respecto de otros. Sin embargo, un espacio abierto a la confrontación de las opiniones, es lo que llamamos en la teoría, desde los griegos, un espacio público, el espacio de la confrontación de las opiniones sobre la manera de dirigir los asuntos de la ciudad. Y el espacio abierto de la confrontación de las opiniones - en los griegos el ágora, en Aristóteles en particular y el foro para los romanos- y nosotros que nos encontramos preocupados por la colaboración, ante el hallazgo de que la actividad deóntica exige dentro de la empresa la formación del espacio estructurado igual que el espacio público, como la democracia. Esto es muy interesante y bastante inesperado. Pero no podemos hablar particularmente de espacio público dentro de una empresa privada. Una discusión con Jürgen Habermas nos llevó a aceptar, a pesar de la proximidad y la analogía entre el espacio público y el espacio de deliberación de la organización del trabajo, a adoptar otro término que el del espacio público. Finalmente se eligió el término espacio de deliberación. Hay otro término que circula entre los alemanes que es el espacio de discusión. Ambos espacios están por anticipado a la formación del espacio público propiamente dicho, y son probablemente los lugares en los que se genera la democracia. La deliberación colectiva en esos espacios es racional solamente si aquellos que hablan y toman riesgos de tener la obligación de justificarse frente a las críticas de los demás; solamente bajo la condición de que aquellos que toman el riesgo de hablar tomen tanto el riesgo como aquellos que están escuchando. Es necesario establecer una equidad entre la palabra y la escucha y esto es posible si se honra la cláusula de la escucha arriesgada. La escucha arriesgada es una escucha en la que aquel que está escuchando toma el riesgo a su vez de entender. Porque si yo entiendo el punto de vista del otro, tomo yo también el riesgo de ser desestabilizado en mis propias opiniones por la palabra del otro que está hablando y que yo entiendo.
La descripción exhaustiva de la cooperación necesitaría que yo siguiera hablando de varias cadenas o eslabones intermediarios, y en particular de la cuestión de la confianza sin la cual no se puede dar una cooperación.
También tendríamos que hablar de renunciamiento, que es probablemente uno de los problemas más difíciles porque no es posible una cooperación sin que seamos a veces capaces de renunciar al placer o a una parte de ese placer que es obtenido por nuestra propia inteligencia. Y esta es una paradoja, pero para que funcione un colectivo es necesario que cada uno pueda encontrar en él su lugar; esto supone que a menudo los más inteligentes o los más experimentados sean capaces de retener su inteligencia para poder dejar a los más jóvenes y menos experimentados, o a los que tienen una discapacidad física, para que ellos puedan también encontrar su lugar en el colectivo. Es muy difícil este asunto del renunciamiento, les voy a dar un ejemplo. Yo tenía una paciente que era una cantante soprano, y tenía una caja de resonancia extraordinaria, una potencia en su voz excepcional. Ella se comprometió a cantar en un réquiem de Verdi donde hay cuatro voces; un bajo, un tenor, una soprano, ella, y una mezzosoprano. Sin embargo, la mezzosoprano tenía una voz menos poderosa que la soprano. Y el director de orquesta le pide a ella que contenga un poco su voz. Para que pueda existir un colectivo no es solo una suma de solistas; si quieren agregar color a la sonoridad de una orquesta no debería suceder que todos los violinistas muestren el máximo de su talento, sino que deben saber contenerse para lograr ese color sonoro. Entonces es necesario contener el talento y esto es muy difícil. Es un problema que aborda Freud bajo el nombre de la renuncia a la satisfacción sexual de la pulsión. Freud también habla de sacrificio de la pulsión, y esto está en el camino de la cooperación, es probablemente la prueba psíquica más complicada. El pensamiento de Freud es muy elaborado en esta cuestión de la renuncia de la pulsión, y él duda entre la posibilidad de una renuncia y en otros momentos, la imposibilidad fundamental de la renuncia. Dice que la renuncia solo es posible de una manera travestida, es decir a condición de que exista alguna compensación de esa renuncia, y es esta cuestión de la compensación que es muy importante en la cooperación. Yo estoy renunciando a dar toda mi voz y la retribución que obtengo de eso solo puede provenir del placer que obtengo por esa participación en la producción de una obra común, una obra común que no puedo hacer yo solo. Para poder alcanzar esa obra en común yo necesito de los demás, del lugar que ocupa cada uno. Y entonces esa compensación por esta renuncia es la implicación en la obra común. Y para Freud el punto de partida de la sublimación es la renuncia.
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