Entonces, trabajar es en primer lugar fracasar y trabajar es en segundo lugar sufrir. Y la solución es una producción directa del sufrimiento.
La transformación del sufrimiento en placer pasa por el reconocimiento. Para ello agregaré un elemento a mi presentación que tiene un vínculo con la teoría de la sublimación. Específicamente con lo que la clínica del trabajo puede aportar también a la teoría de la sublimación de Freud.
Aunque existen otros dos niveles que están implicados en la sublimación, primero hay un placer que está antes que dicho reconocimiento. Es un placer que uno extrae del trabajo y que no depende del otro ni de su reconocimiento y que nos remite más precisamente a un vínculo de uno mismo con uno mismo, en el registro estricto de la intrasubjetividad. Cuando uno tiene la resistencia a la confrontación con lo real tenemos la posibilidad de poner el cuerpo en movimiento de una manera que es puramente intrasubjetiva.
Les voy a dar un ejemplo, el del carpintero. Aquel que trabaja la madera durante años, y termina teniendo una inteligencia de la madera, y termina por amar la madera. Y hay que tomar este término de manera seria, ama a las maderas, ama más ciertas maderas que otras. La acaricia y cuando ve un mueble se detiene frente a ese mueble y siente una emoción, acaricia la madera, y dice este es un lindo mueble. Y nosotros no entendemos nada. Puedo dar el mismo ejemplo con el cemento, hay gente que trabajo tanto con cemento o concreto en su vida que se para frente a un edificio, en Brasilia, por ejemplo, y acaricia el edificio y dice este es un lindo cemento, y se emociona. Nosotros no entendemos como un cemento puede ser lindo. Y es un punto importante.
La confrontación con lo real, lo palpable de lo real a través del cuerpo se obtiene por un movimiento en el cual yo estoy ejerciendo un esfuerzo sobre el mundo, y en ese mismo momento donde yo descubro y aprendo a conocer el mundo, aprendo a conocer la madera, el cemento, a sentir una piedra, descubro en mí nuevos registros de sensibilidad que no estaba allí antes del trabajo. Y cuando hayan trabajado su piano y hayan sufrido de tanto ejercicio sobre ese piano que no quiere obedecerles, y cuando hayan trabajado el tiempo que hace falta para adquirir esa velocidad, ese “perlado” -es un término musical, un cierto tocar el piano- entonces sólo en ese momento van a empezar a escuchar en el otro pianista la perfección de un juego que aquel que no toca el piano no escucha. En otros términos, en el vínculo con la resistencia de lo real, yo estoy ejerciendo un esfuerzo sobre el mundo y descubro el mundo, pero al mismo tiempo nacen dentro de mi nuevos registros de sensibilidad y en realidad es la vida la que se está despertando dentro de mí, es la vida subjetiva la que crece. Es el mayor placer que uno puede obtener del vínculo con el trabajo, y es un vínculo entre uno mismo y el mundo, pero no con el otro, es verdaderamente la intimidad la que está implicada aquí. Y ustedes pueden creer que esto es válido para las actividades artesanales o manuales, pero no es verdad.
El cuerpo siempre está al principio de la inteligencia del trabajo, incluso en las tareas más intelectuales. El profesor por ejemplo. Para poder hacer que todos estén atentos y en silencio en el anfiteatro tiene que saber sentir la escucha del público, y si pierde la atención del público tiene que aceptar desviarse, cambiar el contenido de su conferencia incluso para poder volver a atraparlos y obtener la escucha. ¿Pero cómo sabe que lo están escuchando? Con su cuerpo, no con la cabeza.
La inteligencia en el trabajo es la inteligencia del cuerpo entero. Tanto para el trabajador manual como para el profesor y el investigador. Es el primer nivel fundamental de la sublimación.
El segundo nivel de la sublimación es el de los reconocimientos y el tercero es el colectivo, del cual hablaré mañana.
En todo trabajo de calidad la cuestión de la sublimación está puesta en manifiesto, por lo tanto la clínica del trabajo apoya la idea de que todos los trabajadores están concernidos por la cuestión de la sublimación La sublimación no es un asunto solo de grandes hombres. Freud hablaba de Leonardo, de Miguel Ángel, de Goethe, de Beethoven, y cita un cierto número de genios. Para Freud la sublimación estaba reservada a los seres excepcionales.
La clínica del trabajo nos lleva por el contrario a pensar que sobre éste punto Freud subestimaba la importancia del trabajo para cada uno de nosotros. Voy a ir un poquito más allá. En cada trabajador que busca hacer un trabajo de calidad hay algo que pone de manifiesto esta búsqueda. Para hacer un trabajo de calidad hay que querer y hay que buscar. El que busca no es solo el sabio, es todo trabajador. Incluso en el trabajo en cadena de montaje. Es una paradoja, estamos de acuerdo, pero no se puede aguantar en una cadena de montaje de un automóvil si uno no es capaz de desarrollar formas de inteligencia -y si las explicara estarían realmente muy sorprendidos-, es muy complicado realizar un trabajo en una cadena de montaje. Es por eso que digo que hay alguien que hace búsqueda en cada trabajador. Es importante tomar en consideración, porque de repente la sublimación si ya no es solamente un ideal sino que se encuentra junto con el trabajador común, entonces la sublimación tiene un rol mayor en la salud mental. La sublimación no es un suplemento del alma. Si la organización del trabajo está de acuerdo en implementar la sublimación, hay una posibilidad de construir sobre la identidad de uno mismo, hay una posibilidad de crecimiento de la subjetividad que es seguramente el mayor placer que uno puede experimentar, el sentimiento de que la vida crece dentro de uno mismo -la vida entendida en el sentido de la vida subjetiva y no la biológica- la vida que nosotros vivimos y experimentamos en un cuerpo, que no es un cuerpo biológico pero que es el cuerpo que yo habito, lo que en psicoanálisis llamamos el cuerpo erógeno. Esta es otra paradoja del trabajo. Este cuerpo de la inteligencia en el trabajo no es otro que el cuerpo erógeno, este mismo cuerpo que está comprometido en el encuentro amoroso.
Existen dos esferas en las cuales uno puede consolidar su identidad, donde podemos incrementar el sentimiento de la vida dentro de uno mismo, y lo que podemos llamar la realización personal. Existen dos esferas de la realización personal. La primera esfera se refiere al desarrollo personal en el campo erótico, y pasa por el amor. Es el centro de la preocupación del psicoanálisis. Pero lo que aprendemos de la clínica del trabajo es que existe una segunda esfera de realización personal que es la que se vincula al campo social, y esto pasa por el trabajo y siempre va a pasar por el trabajo. Entonces aquellos que están privados del trabajo están en una situación psicológica mucho más precaria que aquellos que tienen la suerte de poder ponerse a prueba de la sublimación. Hay enormes injusticias que no pueden reducirse a tener un trabajo o no tenerlo. Es de qué tipo de trabajo estamos hablando, y fundamentalmente el espacio abierto a la sublimación no depende únicamente de mi genio individual; depende también de los vínculos que se establecen dentro del espacio del trabajo, depende de los demás, del reconocimiento a través de los demás, y depende fundamentalmente de la manera en la que aquellos que piensan el trabajo son capaces o no de pensar la vida. No hay ninguna fatalidad en el mundo actual del trabajo. La evolución actual es trágica, el espacio que está reservado para la sublimación tiene tendencia en todos los ámbitos del trabajo a reducirse, incluso en el ámbito de la cultura, donde las obras de la cultura son transformadas en lo que se llaman productos culturales, es decir, productos puestos en el mercado. Esa es otra historia de la que voy a hablarles mañana.
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