Teresa Porqueras Matas - Cara a cara con Satanás

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Vivencias de Fray Juan José Gallego Salvadores, exorcista de la Archidiócesis de Barcelona. ¿Existe Satanás? ¿En qué consiste una posesión diabólica? ¿Se están realizando exorcismos en la actualidad? ¿Cómo es un auténtico exorcismo de la Iglesia Católica? ¿Por qué existe tanto secretismo en relación con estos temas? Cara a Cara con Satanás es un libro revelador, valiente, impactante, que te dejará sin aliento y que responderá a estas preguntas y a otras muchas más. Por fin, un tema tabú en el seno de la misma Iglesia Católica queda desvelado.Como nunca antes, la autora se adentra en el fascinante mundo de los exorcismos, las posesiones diabólicas y las influencias demoníacas de manos del exorcista de la Archidiócesis de la ciudad de Barcelona, el dominico Fray Juan José Gallego. En Cara a cara con Satanás conocerás cómo se prepara en su lucha contra el maligno y te adentrarás en su apasionante vida.Legiones de exorcistas por todo el mundo combaten el mal en pleno siglo XXI. En unas entrevistas cercanas y personales, el exorcista Fray Juan José Gallego se confiesa a la autora de este libro revelando detalles y anécdotas muy íntimas de su experiencia vital. Desde su infancia hasta el día de hoy, que sigue incansable luchando contra el mismísimo Satán. En
Cara a cara con Satanás vivirás con la autora experiencias únicas e irrepetibles. Prepárate a conocer casos reales que te pondrán los pelos de punta. Toma aliento y respira… ante lo que vas a leer. Una historia tan real que te parecerá imposible que sea cierta. Fray Juan José Gallego Salvadores (Castrillo de los Polvazares, 1940). A la edad de 13 años entró en el seminario menor de los dominicos de Cardedeu (Barcelona) y fue ordenado fraile dominico de la orden de predicadores en 1965, a la edad de 25 años. Es Doctor en Teología por la Universidad de Santo Tomás de Aquino (Roma), Licenciado en Filosofía y letras por la Universidad de Barcelona y catedrático emérito de la Facultad de Valencia. Es miembro fundador de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA) y actualmente sigue íntimamente vinculado a la misma. Ha ejercido de consejero general del Gobierno General de la orden dominica en Roma durante 11 años y ha sido el Provincial superior de la orden en Portugal durante 8 años. Su actividad en la Orden de Predicadores le ha llevado a viajar por medio mundo. En España trabajó como Provincial de la orden dominica de Aragón mientras compaginaba su actividad como docente en la Facultad de Teología de Valencia, actividad que ejerció hasta su jubilación a los 70 años. En 2007 se trasladó al Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir de la ciudad de Barcelona y fue nombrado exorcista de la Archidiócesis de Barcelona, función que ha desarrollado ininterrumpidamente hasta la actualidad.

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El padre dominico es de complexión recia y de estatura media. Destacan en él sus característicos andares parsimoniosos, tranquilos. Miro su rostro afable, tratando de interpretar qué trasluce tras su penetrante mirada, oculta tras unas delicadas gafas de metal. Su cara comunica sinceridad y nobleza; el talante de quien se anda por la vida sin dobleces ni tapujos. Predominan sus pobladas cejas canosas y una amplia frente enmarcada por contadas arrugas que denotan que ante todo le rige la reflexión y la cordura; su pelo blanquecino es muy corto y revela la sencillez de su día a día; posee unas marcadas líneas de expresión en la comisura de su boca, que se hacen más visibles cuando sonríe y que me hablan de alguien que está satisfecho con el camino elegido. Apenas deja entrever unos finos labios, de quien reserva para sí muchos de sus pensamientos. Es prudente, sosegado, reflexivo y exageradamente contenido, pues mide con cautela cada una de sus palabras. Su tono pausado contrasta con mis ágiles e impetuosas preguntas. Intuyo que deberemos ganarnos la confianza mutuamente. De primeras, siento una buena sintonía con él. Se pudiera describir como esa sensación de bienestar que te llena de paz cuando conectas de alguna manera con alguien. No siempre ocurre esta circunstancia, así que es una suerte respirar esta percepción incalificable que hace que la energía del entorno se alíe providencialmente con nosotros.

Orden de predicadores

Antes de introducirnos en los casos y en las experiencias de vida de este exorcista del siglo XXI, debo indagar en la orden de los dominicos o, mejor dicho, en la llamada «Orden de Predicadores», una orden mendicante1 de la Iglesia católica a la que Juan José Gallego pertenece. Como fraile de dicha comunidad, el dominico ha realizado votos de castidad, obediencia y pobreza, renunciando a todo tipo de propiedades o bienes, ya sean personales o comunes, poniéndolos éstos, si existieran, a disposición de la comunidad religiosa. Cabe decir que la orden dominica se rige, desde su origen, por la llamada «Regla de San Agustín»2, como reflejo de la vida apostólica, para incidir sustancialmente en la austeridad de vida monacal.

1Una Orden mendicante (del latín mendicare, pedir limosna) es un tipo de orden religiosa católica caracterizada por vivir de la limosna de los demás.

2La Regla de San Agustín son las normas que el santo redactó para organizar la vida en comunidad. Entre ellas: la regulación de las horas canónicas, las obligaciones de los monjes y diversas cuestiones morales relacionadas con la vida monacal.

Juan José Gallego, como buen fraile dominico, cumple con agrado las tres máximas de la Orden de Predicadores: laudare, benedicere, praedicare3. Dichos vocablos latinos provienen directamente del lenguaje litúrgico, se relacionan entre sí y son absolutamente sinónimos, sintetizando en qué consiste el germen de la vida dominica. Laudare se vincula directamente con la celebración litúrgica y la oración que implicaría proclamar la alabanza de Dios, es decir, «alabar». Conjuntamente a la celebración de la liturgia y la lectura de la Palabra de Dios, se requiere que los frailes dominicos realicen oraciones privadas asiduamente, idea que se refleja en el término benedicere, «bendecir», también conocido como «mediación presbiteral». Por su parte, praedicare significa difundir y predicar el ministerio de la Palabra, concepto que daría sentido al nombre de la Orden: Orden de los Predicadores. Además, existen otros cuatro pilares que conforman las características fundamentales de los dominicos. Éstos son: el carácter docente y universitario, el marcado sentido apostólico y su vocación misionera; aspectos que resaltan sobremanera en la figura del dominico fray Juan José Gallego.

3Laudare, benedicere y praedicare significa «alabar», «bendecir» y «predicar». Esta divisa se aplicó a la Orden desde sus primeros tiempos, como se ve en la obra del español fray Pedro Ferrand (1254-1258) en su Leyenda de Santo Domingo (n. 43 en Santo Domingo de Guzmán, BAC nº 490, Madrid: 1987. Pág. 827). Dichas tres palabras definen los elementos centrales del carisma dominico: la contemplación y la acción apostólica presbiteral.

En el Convento de Santa Catalina, al ser una comunidad, se deben cumplir ciertos deberes, como el horario para las comidas, las liturgias y los rezos, entre otros menesteres monacales. Las directrices y cuestiones administrativas caen en manos del prior, cargo trienal, y que actualmente ostenta fray Luis Carlos Bernal. Aparte, la orden dominica dispone de una serie de constituciones propias que rigen la comunidad desde su fundación por el clérigo burgalés Santo Domingo. Cuando le consulto al exorcista sobre dichas normas, el dominico me retrotrae al origen mismo de la Orden de Predicadores, allá por el siglo XIII, de la mano de este insigne personaje, Domingo Guzmán Garcés, (Caleruega, Castilla; 1170 – Bolonia, Sacro Imperio Romano Germánico, 6 de agosto de 1221) quien fue canonizado el 13 de julio de 1234.

Santo Domingo de Guzmán es la figura central de la Orden. El santo, nacido en Caleruega, una pequeña aldea burgalesa, fue un clérigo que decidió fundar la Orden de Frailes Predicadores en 1215, con la misión primordial de predicar y evangelizar sobre la palabra de Dios. Su predicación se basó en la fuerza de la oración y, ante todo, en el ministerio de la palabra4. Dicha iniciativa fue ciertamente muy novedosa en la época, pues hasta ese instante los religiosos solían residir en monasterios y entre sus deberes no se encontraba la predicación, función exclusiva hasta entonces de los obispos.

4Evangelista Vilanova, teólogo reconocido y monje benedictino de la Abadía de Montserrat, explica así el proceder de Santo Domingo: «Domingo comprendió que toda crisis religiosa oculta un error de perspectiva, sabe que toda infidelidad nace de un error, y que un error no puede engendrar un amor auténtico por Cristo. El error está sobre todo en la inteligencia y, por tanto, solo una predicación de Jesucristo luminosa y doctrinal podrá iluminar las inteligencias e inflamar los corazones empedernidos; de ahí la predicación apologética, que implica la búsqueda de la verdad. Domingo habla en nombre de Cristo maestro y se convierte en anunciador de la palabra. Pero las ideas abstractas no convierten a las personas, si no se transfiguran en amor en el corazón del predicador y se vuelven visibles en su vida: la palabra debe ser propuesta como principio y método de vida, en el proceso completo de pensamiento y de acción. La imitación de Cristo y de los apóstoles exige la práctica de la misma vida de Cristo y de los apóstoles, la pobreza evangélica». Evangelista Vilanova, Historia de la Teología Cristiana. Desde los Orígenes al Siglo xv. Ed. Herder, Barcelona, 1987. Pág. 676.

El Santo burgalés se dedicó activamente a predicar la palabra de Dios en los territorios cátaros del sur de Francia donde se había implantado este creciente colectivo, también llamados albigenses5, practicantes de un nuevo concepto de religión que desde hacía un tiempo, y rápidamente, iba ganando terreno y más adeptos en la Europa medieval. Dicho movimiento espiritual supuso una amenaza grave contra la integridad de la religión católica de la época, ya que el catarismo6 se replanteaba y cuestionaba las bases en que se fundamentaba la Iglesia Católica, razones por las que fue considerado un movimiento hereje7.

5En alusión a la ciudad francesa de Albi donde residían algunas de las mayores comunidades cátaras.

6Movimiento que apareció en el siglo XII, encabezado por los llamados cátaros (llamados también albigenses). Poseían determinadas creencias que contrastaban radicalmente con la Iglesia Católica por la que fueron considerados herejes. El catarismo defendía una dualidad de dioses: Dios, creador de todas las cosas buenas y Satanás creador del mal y la maldad; no reconocían a la Virgen María ni aceptaban su culto; creían que el espíritu fue creado por la deidad buena mientras que la materia, incluso el cuerpo humano, fue creado por la deidad mala (el demonio); «Los perfectos» despreciaban el cuerpo, símbolo pecaminoso que abogaba por sí mismo al pecado, por ello era necesario purificarlo a través de una ascesis rigurosísima por lo que algunos perfectos morían de inanición; quienes practicaban el catarismo rechazaban el matrimonio; Cristo no era Dios ni tampoco hombre: era un ángel adoptado por Dios; Consideraban que la Iglesia Católica y los sacramentos eran unos instrumentos de corrupción. El movimiento en poco tiempo se convirtió en un arma política poderosa.

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