Vanina Escales - ¡Arroja la bomba!

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¡Arroja la bomba! compone un retrato en clave feminista de Salvadora Medina Onrubia, una figura enigmática y poco conocida del anarquismo y la literatura. Poeta, periodista, dramaturga y activista, Salvadora fue la primera argentina que escribió cuentos lesbianos y aborteros, financió las fugas de Simón Radowitzky del penal de Ushuaia y ejerció la sororidad con compañeras como Emma Barrandeguy y América Scarfó, dos de las entrevistadas para este libro. La larga vida de Salvadora suele resumirse con un rol secundario en biografías ajenas: esposa de Natalio Botana, abuela de Copi, amiga de Alfonsina Storni y de Severino Di Giovanni. Vanina Escales logra con rigurosidad y enorme destreza rescatar su historia y pensamiento, para devolverla al lugar de protagonismo que le corresponde en la memoria feminista. Esta edición incluye además
Mil claveles colorados, libro inédito de Salvadora Medina Onrubia.

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En un libro dedicado exclusivamente a él explicaré el porqué de mi divino anarquismo.56 Cuando yo tenía 14 años y estaba en la escuela normal de mi pueblo, Gualeguay, tuve una pesadilla horrible: soñé exactamente cómo fue el atentado a Ramón Falcón. (Después supe por Simón la exactitud de mi sueño).

Después de muerto mi padre, Falcón (que era amigo de mi madre y padrinos ambos del comisario Gamboa)…

Bayer: Pobre piba, ¿no?

…nos visitó en la casa en que vivíamos en Buenos Aires, y yo sentí tal horror kármico por él, que esta es la base de mi novela.

Mi veneración por Radowitzky enraíza en el tiempo de las Pirámides de Egipto.

B: No se sabe por qué.

En mi novela lo llamaré Aglamoé. Radowitzky estudiaba medicina en Rusia.

B: Eso no es cierto, siempre fue obrero.

…cuando, en 1905, muchos jóvenes tuvieron que escapar. Los padres de Simón, judíos ucranianos de muy buena posición económica, tenían por entonces una fábrica de muebles en Chicago.

B: No es cierto.

…hacia donde creían dirigirse Radowitzky y sus compañeros. Por desgracia, equivocaron el barco.

B: Eso son macanas.

…y viajaron como polizones rumbo a la Argentina donde, inesperadamente, Simón encontró un tío que poseía un taller metalúrgico.

B: Es el tío que lo llama, pero no esto de la fábrica de muebles. Tenía una imaginación esta mujer…

Un histórico 1° de Mayo Falcón estaba en el balcón del Club del Progreso…

B: No es cierto, estaba con las tropas policiales a caballo. Y era en la plaza del Congreso. Se ve que se acuerda y pone.

…y venían los “cosacos”, tropa correntina brava a quienes dio la orden de cargar sobre la columna de manifestantes. La sangre corrió hasta por las cunetas. La señora de Navarrete, madre de un dibujante de Crítica, salió con las enaguas orladas de bermellón. Simón, entonces un niño de diecisiete años, presenció la matanza y, fanático…

B: ¿Por qué fanático? Con sentido de justicia, en todo caso.

…como era, juró venganza. Trabajaba entonces en un taller metalúrgico de la calle Uruguay cerca de Santa Fe, propiedad de unos rosarinos de apellido Seno.

No sé cómo se las arregló para fabricar su bomba. Tenía un pequeño revólver con él. Falcón había ido al entierro de un general Victorica y regresaba en un coche con Juan Alberto Lartigau, emparentado con nuestra familia y a quien mi madre había dado el pecho (de mi hermano mayor Iván), y con el que murió.

Después del estallido, Simón corrió por la calle Callao seguido por los indignados ciudadanos, y se pegó un tiro.

B: No, no es cierto.

Tuvo la bala alojada en un pulmón todo el resto de su vida.

B: No, no es cierto.

La gente lo perseguía. Una señora rubia que no sabemos cómo se llamaba lo cubrió con su cuerpo gritando: “¡Déjenlo que es un chico!”.

B: No es cierto.

Evitó que lo lincharan y se lo llevó entonces la policía. No pudieron condenarlo a muerte porque su tío, metalúrgico también, que tenía su taller por la calle Boedo, pidió por telégrafo la partida de nacimiento legalizada a Ucrania y, por demostrarse que era menor porque llegó a tiempo lo condenaron a tiempo indeterminado a Ushuaia, donde había de permanecer hasta su indulto por San Hipólito Yrigoyen.

B: Está loca esta.

Dos heroicos compañeros, Apolinario Barrera y Miguel Arcángel Roscigna emprendieron la difícil tarea de liberar a Simón Radowitzky. Barrera se largó en el año y logró sacarlo del penal. Después de muchos días de vivir a monte en la maravillosa primavera de Ushuaia, fueron capturados del lado chileno al intentar embarcarse.

B: No es cierto, ya se habían embarcado. Pararon porque veían llegar un buque de guerra.

Miguel Arcángel Roscigna, años después, logró, mediante Natalio Botana, un puesto de guardiacárcel. Ya había recibido Simón –que estudiaba español– un diccionario con un marcador de seda con el lema “El que busca encuentra”.

B: Esto es interesante.

En el lomo, cuidadosamente plegado dentro de la encuadernación, Simón, buscando, encontró el plan de fuga elaborado por los compañeros. Roscigna se las arregló para hacerle saber “quién era”, aun cuando nunca lo miraba siquiera, menos aún dirigirle la palabra. Sin embargo, no se sabe por qué, quizás en razón de quien lo encomendó, Roscigna fue despedido de su puesto sin mayores explicaciones, y esta segunda fuga fracasó.

B: Es la misma, una sola fuga.

VE: Es un intento y una fuga, Osvaldo.

B: No, fue un intento. Pero está bien, excepto algunas cosas, está bien. ¿Vos sabés que, haciendo las ilustraciones para los anarquistas expropiadores, me encuentro con un libro que se llama El martirologio argentino, con prólogo de la Salvadora que trata de los crímenes de Uriburu?

Cuando Salvadora escribió Mil claveles colorados, su libro inédito, era anciana y tal vez le fallara la memoria. Pero si bien Radowitzky se fugó una sola vez, en noviembre de 1918, también es cierto que Roscigna, el héroe del anarquismo expropiador rioplatense, fue nombrado guardiacárcel en Ushuaia seis años después, cuando nadie dudaba de que era el único con chances de rescatar a Simón. El escape estaba preparado. Roscigna había logrado el puesto gracias a Natalio, que no temía los riesgos que Salvadora tomaba y, además, estaba convencido de que Radowitzky tenía que salir de ese lugar. El guardiacárcel anarquista ni siquiera miraba al penado 155, quien había recibido un libro con el plan de fuga escondido en el lomo. Pero Simón dudó:

–He visto tanta tristeza en el rostro de mis compañeros cuando conocieron que para ellos no había lugar, que decidí no irme. Busca el medio de que todos podamos marcharnos.

–Pero es una locura, hermano. Habría que esperar seis meses para un plan así y tal vez fracase todo. Tú puedes irte ya.

–Prefiero quedarme. Esperaré tu vuelta.

Roscigna comenzó a organizar la fuga de todos, pero en Buenos Aires, en medio de una discusión en el congreso de la Unión Sindical Argentina, el tipo de actividad adonde no solo iban obreros sino también infiltrados de la policía, un socialista del órgano de los metalúrgicos de México 2070 gritó que Roscigna se hacía pasar por penitenciario.57 Al día siguiente le llegó la baja y la expulsión del penal. Simón tuvo que esperar seis años más para salir, pero Roscigna no se fue sin dejar un mensaje: quemó la casa del director del penal.

En 1937 Miguel Arcángel Roscigna y sus compañeros Andrés Vázquez Paredes y Fernando Malvicini se convirtieron en los primeros desaparecidos en el Río de la Plata. La policía de Orden Social les aplicó la Ley Bazán: primero disparar y después preguntar, para terminar fondeados en el río.58

Salvadora, antes de conocer a Radowitzky, conoció su mito. Tenía quince años cuando fue el atentado y debió enterarse por la prensa, al igual que su madre, Teresa, que fue amiga de Falcón y mantenía correspondencia con el coronel. Cuando enviudó, según Poroto Botana, “la ayudó en todo, desde hacerla nombrar directora del colegio del pueblo Carbó, hasta enviarle dinero para agregar un aula o para que aguantara los retrasos en el pago de sus sueldos”. Poroto, que no encontró en su madre ninguna cualidad para destacar, atribuyó su odio a Falcón a que los orgullosos –el lenguaje es propio de la tardía conversión religiosa de Helvio– se ponen “en contra de aquellos de quienes tuvieron que depender en alguna circunstancia”.59

En La Protesta era común leer las campañas de ayuda a los presos y sus familiares: se pedía la libertad y se juntaban fondos para enviarles ropas, cigarrillos, alimentos y medicamentos. Los grupos Pro-Presos también organizaban los escapes. Esta solidaridad con los detenidos se inauguró luego de las movilizaciones de 1901 y 1902, cuando los anarquistas comenzaron a poblar las cárceles. Según Juan Suriano “la Penitenciaría Nacional, la cárcel de La Plata y el Departamento de Policía se transformaron en fuertes imágenes simbólicas representativas de la opresión y de la represión, especialmente el penal de Tierra del Fuego”. Es a partir de esto que liberar a los presos por las luchas sociales se convirtió en una de las principales ocupaciones del movimiento, “inaugurando en el campo de la izquierda argentina una tradición de lucha por los presos políticos que continuaría con fuerza hasta comienzos de la década de 1980”.60

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