Ricardo Latcham - El tesoro de los piratas de Guayacán

Здесь есть возможность читать онлайн «Ricardo Latcham - El tesoro de los piratas de Guayacán» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El tesoro de los piratas de Guayacán: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El tesoro de los piratas de Guayacán»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En 1578, Francis Drake, corsario al servicio de Inglaterra, llegó a la bahía de Cicop, hoy conocida como La Herradura, en la región de Coquimbo. Ante las inclemencias climáticas recaló su navío Golden Hind en una bahía protegida de los vientos del sur, a la que nombraría como El Refugio. El mito popular sostiene que el mismo Drake enterró ahí un valioso tesoro, pero los expertos difieren y aseguran que Subatol Deul, pirata hebreo, habría realizado el entierro. Otros afirman que fue lord Anson, quien 200 años después escondió el botín.
Esta reedición del libro que en 1935 publicó el ingeniero y arqueólogo Ricardo Latcham, narra y recopila en detalle todas las aristas de esta historia que sigue vigente, encendiendo la imaginación, el deseo y la esperanza de encontrar la riqueza oculta. El interés de Latcham en el presunto tesoro lo llevó a realizar en 1930 una exhaustiva investigación financiada por el Estado chileno, empresa que le permitió conocer al único testigo de la llegada de un barco supuestamente holandés a comienzos del siglo pasado, un personaje que a su vez dedicó su vida a escarbar en la zona y a interpretar los vestigios encontrados.
El tesoro de los piratas de Guayacán no solo recopila antecedentes, documentos y otras pruebas que dan pie para creer en la existencia de este misterioso tesoro, sino que también invita al lector a sacar conclusiones propias, entregando nuevos antecedentes y puntos de vista sobre esta fascinante –y de algún modo inagotable– historia.

El tesoro de los piratas de Guayacán — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El tesoro de los piratas de Guayacán», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Por su lado, Latcham consiguió fondos de parte del gobierno para continuar sus estudios, pero al llegar a Coquimbo se enteró de que Manuel Castro desapareció del puerto. Según su hermana Rita, se marchó al norte, a trabajar, y lo concreto es que nunca más se supo de él. Sin su auxilio y tampoco con la colaboración del antiguo socio de Castro, Latcham continuó en sus trabajos de acuerdo a los pocos documentos que quedaron en su poder, casi todos copias fotográficas. Al final desistió y retornó a Santiago.

Antes de finalizar el libro, Latcham no se atreve a aventurar un juicio definitivo acerca de lo que se relata en la documentación. Es cierto que se encontraron objetos de oro y plata, aunque no se sabe dónde están ni quién los tiene. Y es cierto que los documentos han sido celosamente guardados por algunas personas, quienes por lo demás jamás han expresado la intención de venderlos. Al mismo tiempo, Latcham reconoce anomalías, contradicciones e incongruencias en estos documentos, si bien estima que una parte considerable de los escritos no habían sido traducidos y que en caso de efectuarse dichas traducciones, pudiera existir una explicación para estos acontecimientos que continuaban en penumbras. Asimismo, advierte que no desea explicar sus dudas y deja al lector que revise cuidadosamente los documentos para comprender los motivos de su escepticismo respecto de esta historia. También le desea al lector la tarea de revelar el misterio de este “entierro” con mejor suerte que la que a él le tocó en su búsqueda.

ii

Desde mi infancia he oído hablar de la leyenda del Tesoro de Guayacán; nunca de la mina de oro. Mi padre, Hugo ­Zepeda Barrios, a lo largo de mucho tiempo y hasta su muerte, a los 90 años, se preocupó en determinar la posible ubicación de este “entierro”. Invirtió bastante dinero en seguir derroteros correspondientes a su búsqueda. Él siempre consideró la posibilidad de que hubiese sido encontrado por el misterioso buque que visitó la bahía de La Herradura en 1926, pero eso no fue obstáculo para abrigar un sueño y creer que el tesoro seguía sin ser encontrado.

Lo anterior se vio abonado con el casual encuentro del túnel o caverna a la que se refiere Latcham, donde estuvo junto a Manuel Castro.

A comienzos de 1936, mi padre visitó los lugares donde podía estar el “entierro”. Lo acompañaron mi madre, que estaba embarazada de mí, y el cura párroco de la iglesia de San Pedro de Coquimbo, Juan Sastre. Iban también los dos perros de la casa, Old Boy y Rintintin. Al poco rato, ­Rintintin desapareció. Lo buscaron por casi una hora, hasta que de repente vieron que el perro salía de lo que parecía una hendidura entre dos rocas cercanas al mar. Se acercaron al lugar, y encontraron el túnel o la caverna entre las rocas. Mi padre aún no había leído el libro de Latcham, por lo tanto, nada sabía sobre ese descubrimiento. Mis padres y el señor Sastre entraron a esa caverna, observaron que en algunas partes se podía estar de pie y en otras era necesario agacharse para continuar avanzando. Al poco andar, notaron que necesitaban luz para continuar con la exploración. Salieron y fueron al automóvil –que estaba estacionado bastante lejos– para traer una linterna y ayudarse a ver mejor en el túnel.

Cuando volvieron, mi madre solo avanzó algunos metros y se devolvió. Continuaron mi padre y el padre, y notaron que en la parte de arriba y en sectores de las paredes había un color negro, como si hubiese sido producido por el fuego de unas antorchas. También hallaron algunos huesos humanos desparramados. Caminaron alrededor de 25 metros y divisaron la salida de la caverna en un roquerío cercano al mar donde se escuchaba el ruido del golpe de las olas contra las rocas. Solo entraban algunos rayos de sol en algunos sectores entre las rocas, el resto era semioscuro y no podían apreciar con claridad el camino, que por lo demás no presentaba dificultad para el paso. No continuaron y se devolvieron. A la salida acordaron volver al día siguiente, premunidos de lámparas mineras y otros utensilios. Fueron colocando algunas piedras para reconocer la entrada en su próxima visita.

Retornaron al día siguiente, y otras veces más, pero nunca volvieron a dar con el lugar donde se hallaba la boca del túnel. Siendo yo un niño, acompañé a mi padre para reanudar la búsqueda; nunca la encontramos.

Sobre este punto es necesario aclarar que el paisaje y el relieve de la colina superior en que desemboca La Pampilla, que da hacia la bahía de La Herradura, es en extremo intrincado, asemejándose a un paisaje lunar, lleno de piedras y rocas que constituyen variantes que siempre deparan sorpresas para los visitantes. Hasta el día de hoy, a las personas que visitan esos lugares les cuesta ubicarse.

Lo que aquí acabo de narrar se ve reforzado por experiencias de otras personas coquimbanas. Me consta un caso: una señora de apellidos Olivares Arnao, que residía en la calle Pinto de Coquimbo, detrás de la Iglesia San Pedro, me contó que como a los 12 o 13 años, en un paseo realizado con su familia a comienzos del siglo xx, vivieron una experiencia similar. Por casualidad descubrieron dicho túnel y me lo describió igual como mis padres me lo habían contado.

Otro asunto de interés es el de la placa que señala “que a 90 medidas de aquí se encuentra el tesoro”.

Hay una leyenda que dice que los judíos, cada vez que eran expulsados de algún lugar, enterraban tesoros, especialmente monedas, joyas o lingotes de oro y plata, y para que no fueran descubiertos, daban pistas falsas o confusas acerca de su ubicación. De acuerdo con lo consignado en la placa encontrada, para los buscadores del tesoro es prácticamente imposible determinar el sitio del entierro. En aquella época, siglos xvi, xvii y xviii, no se usaba el sistema métrico decimal para indicar distancias, sino uno más antiguo. Las medidas usadas en ese tiempo eran de una línea a una legua. Supongamos que el derrotero se señalara en leguas, 90 leguas son aproximadamente 180 kilómetros, por lo que la distancia del hallazgo oscilaría más o menos entre Carrizal Bajo por el norte y el puerto de Los Vilos por el sur. Como se puede apreciar, dar con su paradero es tarea prácticamente imposible si se siguiera el derrotero de la placa.

Claro que hay algo que aclara un poco las cosas, si es que se pudiera determinar cuáles piratas o corsarios eran judíos. Muchos, empezando por mi padre, estimaban que se trataba de los hermanos holandeses Simón y Baltazar ­Cordes, que eran de origen hebreo. Fundados en esta creencia y en el hecho de que muchos barcos de la hermandad de la Bandera Negra eran tripulados por holandeses, mi padre pensó que podrían haber sido ellos los que escondieron un tesoro. Entre los que buscaban este “entierro” hay que destacar el barco que visitó Guayacán en 1926, que se relacionó con el baqueano Manuel Castro, quien no distinguió con claridad las lenguas que hablaban sus tripulantes. Pero se ha dicho siempre que los tripulantes de ese barco eran holandeses. También, se cree que a mediados del siglo xviii fueron desembarcados 50 piratas holandeses que padecían la peste. Los habitantes de La Serena (o Coquimbo, como se llamaba a La Serena en el período colonial, pues el actual puerto de Coquimbo se pobló recién a comienzos del siglo xix, como consta en varios mapas de la época), por razones humanitarias, los acogieron y destinaron a un lazareto especialmente construido para ellos en la punta de la península del actual Coquimbo, entre el fuerte y el faro.

Los piratas permanecieron allí más de un año, alimentados y socorridos por los habitantes de La Serena y por indios changos que habitaban a la entrada de Coquimbo, en una colonia cercana al estero El Culebrón. Después de permanecer internados más de un año, fueron expulsados por ser luteranos y herejes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El tesoro de los piratas de Guayacán»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El tesoro de los piratas de Guayacán» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El tesoro de los piratas de Guayacán»

Обсуждение, отзывы о книге «El tesoro de los piratas de Guayacán» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x