Marco López Paredes - Nuevos escenarios de la comunicación

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El Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y su Escuela de Comunicación, Lingüística y Literatura, conscientes de la necesidad de evaluar y acrecentar la discusión de la comunicación en un contexto científico, han creado la Biblioteca de Comunicación.El libro que inicia este proyecto académico se denomina
Nuevos Escenarios de la Comunicación: Retos y Convergencias, y responde al objetivo de fortalecer la discusión de la comunicación y sus contextos en Iberoamérica y El Caribe, dotando de material bibliográfico que permita a estudiantes y docentes del área contar con textos actualizados y en un contexto propio.

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Para reiterarlo, la prueba no radica en una instancia suficientemente organizada de comprobación y evidencia sino en lo que afirma un autor –master dixit- y el grado de verosimilitud y plausibilidad que se le atribuye con absoluta independencia de las pruebas. Planteémoslo de este modo: ¿qué formulación teórica articula e integra la semiótica de Peirce y la teoría crítica de la sociedad, la hipótesis de la agenda-setting y los actos de habla de Austin y Searle, el aprendizaje social de Bandura y el concepto de audiencia activa, la teoría de la información y la pragmática de la comunicación, las teorías de la persuasión a lo Lasswell y Hovland y el adoptacionismo tecnológico de Basalla, Nye o Castells, la lingüística de Seaussure y la deconstrucción de Derrida, el posmodernismo de Lyotard y los acontecimiento mediales de Dayan y Katz, por aludir sólo a algunos ejemplos?

La respuesta es: nada. Cada propuesta se refugia en el vocabulario de la interpretación camaleónica y la singularidad, en una Babel conceptual de tal envergadura que vuelve inútil cualquier esfuerzo de traducción. El eslogan es éste: cada uno en lo suyo, sin inmiscuirse en lo ajeno. Bajo la apariencia de un pluralismo generoso e inclusivo, lo que persiste es el conjunto de monólogos auto-referentes. Se trata, pues, de una condición paralizante que en vez de generar conocimiento produce autismo en diversos grados de intensidad. Más de lo mismo no es, ciertamente, el camino para alcanzar seriedad intelectual e integración teórica. Por lo mismo, las estrategias asociadas, destinadas a argumentar la singularidad psicológica y social irreductible e inabordable de los fenómenos de la comunicación, sólo agravan la condición descrita. Sumarse a un indiscriminado alegato contra lo cuantitativo, lo reduccionista y lo objetivo, tampoco ayuda porque intensifica la carencia de fundamento de la búsqueda de una peculiaridad tan peculiar que resulta indescifrable y, por tanto, inasible. Es como construir reglas únicas para un juego en el que el jugador es uno solo y es también su propio árbitro; o, como afirma el poeta estadounidense Robert Frost, equivale a jugar un partido de tenis sin red (4).

El diagnóstico hasta aquí formulado puede ser enriquecido con una consideración complementaria. Podría hablarse de una ambigüedad o de un doble estándar de los estudios en comunicación. De una parte, se manifiestan significativamente porosos y permeables a las modas intelectuales; de la otra, exhiben una franca impermeabilidad a las disciplinas científicas más desarrolladas. En lo que a porosidad se refiere, los estudios en comunicación muestran una alta vulnerabilidad a autores y temáticas que pueden reunirse bajo la descripción provisional de posmodernismo, incluyendo las muchas variedades de constructivismo, marxismo, post estructuralismo, fenomenología, teoría crítica, feminismo, relativismo epistemológico y ético, estudios culturales, etc... La experiencia revela que tales influencias, en vez de aportar una columna vertebral temática y teórica, han cooperado eficientemente en la fragmentación y dispersión de los esfuerzos conceptuales, de la mano de un explícito e indiscriminado discurso anti-ciencia en general. La vulnerabilidad a las modas intelectuales a que aludimos, fue identificada tempranamente en el debate epistemológico como un rasgo de inmadurez disciplinaria (5).

En lo que a impermeabilidad se refiere, los estudios en comunicación muestran una fuerte lejanía respecto a los desarrollos en la psicología cognitiva, las neurociencias y la teoría de la evolución en general. Podría preguntarse, por cierto, cuán pertinentes resultan ser tales desarrollos y si esa lejanía no deja de tener algún fundamento. En rigor, y a nuestro juicio, la pregunta misma manifiesta un inquietante grado de desconocimiento, cuando no de subestimación. Una hipótesis razonable sobre el origen de este desconocimiento lo asocia a la pertinaz divisoria entre las ciencias naturales y las humanidades/ciencias sociales, que copó el escenario epistemológico durante el siglo veinte y continúa haciéndolo en muchas áreas temáticas. Los estudios en comunicación han sido tributarios del sesgo histórico-social-cultural de esta brecha. En lo fundamental, la divisoria respalda la convicción de que los ámbitos divididos constituyen dominios independientes que no tienen nada que aportar el uno al otro; en suma, el supuesto es que las partes poseen su propia epistemología –objetos y métodos exclusivos- y no necesitan buscarla en otros territorios intelectuales.

Sin embargo, es un hecho que la brecha en cuestión está experimentando evidentes cuestionamientos. Fundada en un escenario epistemológico que hunde sus raíces teóricas en el pasado (6), la exigencia de tender puentes -y eventualmente declararla obsoleta- se hace cada vez más notoria. La lenta pero irremediable transformación puede ser representada adecuadamente por el concepto de consiliencia –unidad del conocimiento-, defendido por Edward O. Wilson en 1998, en el contexto de una profusa e indiscriminada reivindicación de la inter-disciplina durante la segunda mitad del siglo veinte. Un signo reciente de los vientos de integración que corren en el escenario global lo constituye el taller denominado Integración de la Ciencia y las Humanidades, celebrado en la universidad canadiense de British Columbia en septiembre de 2008 (7).

Sin duda alguna, sería sumamente pretencioso intentar en estas líneas una síntesis de los desarrollos que han venido ocurriendo en áreas como las neurociencias y las ciencias cognitivas; sería igualmente pretencioso para el caso de las teorías, hipótesis y conceptos que, eventualmente, tienen atingencia para los estudios en comunicación. No obstante, pueden señalarse algunas formulaciones que resultan ostensiblemente pertinentes; por ejemplo, la hipótesis del procesamiento dual de la cognición en el cerebro tiene fuertes implicaciones para una comprensión del modo cómo los usuarios de medios de comunicación y de las redes sociales se hacen cargo de los mensajes (de Sousa 2007, Mercier y Sperber 2009, McCauley 2011, Kahneman 2012, Thagard 2013). Del mismo modo, toda la investigación relacionada con el concepto de ‘teorías de la mente’ sugiere múltiples aplicaciones conceptuales y experimentales (Tooby y Cosmides 2005, Wolpert 2006, Dennett 2007, Bering 2011). Por otra parte, las indagaciones sobre el origen y la evolución de la comunicación, del lenguaje y la música conforman un monto de producción científica que resulta temerario ignorar en los estudios en comunicación (Boyer 1990, Pinker 2002, 1995, Sperber y Wilson 1995, Hauser 1996, Mithen 2006, Levitin 2016). En fin, las convergencias posibles pueden construirse con la debida apertura intelectual, dejando atrás el etnocentrismo y la endogamia académica. (8)

De manera que, reiterémoslo, la solución no consiste en desplazarse hacia lo peculiarísimo en el rango de las posturas epistemológicas sino en aproximarse, precisamente, a las prácticas metodológicas y teóricas de las disciplinas más exitosas. Por cierto, no se trata de exitismo epistemológico. Simplemente, las ciencias convencionalmente entendidas exhiben progresos reales en materia de conocimiento y, efectivamente, tales resultados no provienen principalmente de la eventual peculiaridad de los objetos de estudio sino de acuerdos fundamentales en el modo de abordarlos y de allegar evidencia para respaldar unas hipótesis u otras. Los criterios no tienen que ver con maestros sino con recursos y estándares de contrastación y corroboración que están por encima de la influencia de ésta o aquella autoridad intelectual individual. Se atribuye a Aristóteles esta declaración: “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”.

Con el propósito de realizar un simple ejercicio de comparación de los autores considerados para la elaboración del diagnóstico formulado en este trabajo, como en los anteriores, los planteamientos de Thomas S. Kuhn, John D. Peters y Pascal Boyer, no se contradicen en absoluto. Por el contrario, permiten integraciones analíticas virtuosas. La situación de un área que experimenta sucesivos éxitos aportando profesionales a las industrias de la comunicación y que, al mismo tiempo, exhibe una pobreza teórica crónica, no sólo no choca con el concepto de estudios subdesarrollados sino que calza perfectamente con la falta de consenso que ese concepto incluye como uno de sus determinaciones. Igualmente, engarza armónicamente con la idea de conexión relevante de Boyer: la inexistencia de estándares centrados en criterios comunes para la definición de la calidad de la producción intelectual, y la reducción de las referencias al acuerdo o desacuerdo con un maestro. Esta trama conceptual nos parece suficiente para respaldar el diagnóstico de un área que busca una identidad teórica consistente y que, hasta aquí, no logra alcanzarla. Los estudios en comunicación tienen por delante desafíos intelectuales e institucionales que no puede eludir, so pena de mantenerse prolongadamente en la carencia de legitimidad.

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