Redes Peligrosas
Vik Arrieta
Ilustraciones:
Ciervo Blanco
Índice de contenido
Redes peligrosas
Portada Redes Peligrosas Vik Arrieta Ilustraciones: Ciervo Blanco
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Biografías
Legales
Sobre el trabajo editorial
Contratapa
1.
Lucila apoyó sus dedos inquietos sobre el blanco teclado de su laptop. Había sido su regalo para los quince años, mucho más económico y productivo que una costosa fiesta que, por otra parte, ya no estaba de moda. Para Lucila, estar en la última moda era un asunto obligado, por lo que no dudó en proponer a sus padres el feliz negocio. Ella tendría una herramienta para estudiar mejor en el colegio, sus papás tendrían con qué mantenerla ocupada dentro de casa. “Con los tiempos que corren, siempre es mejor estar dentro de casa que vagueando en el shopping”, solía decir su mamá. Lucila creía que el verdadero peligro se encontraba en el uso indiscriminado de la extensión de la tarjeta de crédito de su papá.
Más allá de los argumentos, realmente su computadora la ayudaba a estudiar mejor. No era fácil ser adolescente y encima tener que aprobar exámenes de Física y Matemática. ¡Tan lejos estaban sus proyectos personales de esas aburridas materias, de esa gente tan aburrida! Cada vez que miraba a su profesora de Física, una solterona llamada Vilma, Lucila se perdía en la desprolijidad de su permanente mal cortada, en la desidia de su cutis sin maquillar, en la desesperación de esas uñas con el esmalte comido. ¿Se suponía que los docentes eran un modelo a seguir? Vilma pertenecía mejor a una serie cómica de TV, y más que un modelo, su imagen era una advertencia.
Cada vez que Lucila encendía su laptop, sentía que esta la saludaba. Era una hermosa conexión, Lucila se sentía comprendida por su amiga electrónica y, sin duda, la laptop debía saberse protegida por su dueña. Le había pegado un skin –un poco para protegerla de rayones y otro poco para darle su “toque personal”– y le había comprado una funda. Era linda hasta cuando “dormía”, descansando en el medio de su escritorio. Aprendió mucho de ella: por ejemplo, a usar algunos programas básicos de edición de fotografía –sus padres también habían comprado una cámara digital “para toda la familia” que Lucila rápidamente acaparó–, el programa de correo electrónico y el de presentaciones. Pero sobre todo, navegaba. Y googleaba. Googleaba todo, cada duda que tenía su laptop se la respondía. Ya no necesitaba preguntarle nada a nadie: ni cómo llegar a un lugar, ni cómo encontrar una fiesta nueva para cada sábado, ni cómo crackear un celular. Lucila era un referente entre sus amigas, la que más sabía de todo. Incluso sobre el estado de situación de todos los romances entre compañeros de su colegio.
—Me dijeron que Natacha, la de 4to C, estuvo con Pipo, el chico de 5to A que tiene esa bandita… –sugería durante un pijama party.
—¡Mentiiiraaa! –respondía el resto a coro.
—Pipo está buenísimo –avanzaba otra.
—¿¿Te parece?? –increpaban dos.
—¿Se habrán cuidado? –demostraba preocupación Clarita, que siempre pensaba en bebés y sostenía que su único fin en la vida era ser madre.
—Con lo tonta que es Natacha, lo dudo… –se mofaba Anita, porque con Natacha nunca había tenido mucha onda.
—Bueno, ni que fuera tan difícil… –arrancaba Lucila, y procedía a explayarse en sus conocimientos adquiridos sobre anticonceptivos. Sus amigas seguían cada detalle con mucha atención, absorbiendo su conocimiento como esponjas, hasta que alguna interrumpía, cámara digital en mano, para realizar un photo shooting al estilo de las modelos profesionales. Los pijamas eran reemplazados por remeras de diseño, jeans chupines de colores, minifaldas, zapatos de taco y mucho maquillaje. En general, la que ponía la casa sufría un deterioro notable de su placard, pero conforme iban sucediendo los encuentros, las chicas aprendieron a prepararse para la sesión trayendo ropa de sus casas. Luego, todo era cuestión de probarse, cambiarse y volver a probar.
Naturalmente, esta adaptación casera de The Next Top Model, requería un punto de exposición de las fotos de carácter comunitario. No solamente para compartir las fotos entre ellas, sino –y con mayor importancia– para demostrarle a las otras chicas del colegio que ellas eran un grupo unido y divertido. Y en tercer lugar, para que los chicos del colegio las vieran hermosas, con su ropa divina y perfectamente maquilladas. Como decía Anita, “con una topetitud total”. Una página de Facebook había sido la decisión unánime, y Lucila sería la encargada de mantenerla actualizada. No todas tenían cuenta propia (algunas porque sus papás no les permitían tenerla) y de esta forma todas podían acceder fácilmente. Además, ella era la única que tenía una computadora para ella sola, y sabía cómo subir las fotos. Aprovechaba además para editar cada una con un texto que hiciera alusión a lo que cada una vestía, como si fuera un blog de moda pero con un poco más de humor. Durante la hora de Computación, todas podían loggearse, ver las nuevas fotos y sobretodo, comentarlas, etiquetarse y mostrárselas a sus compañeros. Se divertían.
Sin embargo, la responsabilidad de Lucila no era menor: tenía que descartar todas las caras extrañas y corregir el acné de alguna cara que fuera perfecta en su forma pero no en su textura. Se ayudaba con la lupa y se metía poro a poro a resolver la situación. Generalmente, comenzaba esta tarea el domingo justo después del almuerzo familiar y terminaba a eso de las 7 de la tarde, cuando las subía al Facebook. Todo este tiempo, sus padres la imaginaban estudiando. Bien por ellos.
Ese domingo, Lucila había terminado relativamente temprano. El shooting de la noche anterior había sido muy bueno y las fotos ganadoras se destacaron rápidamente.
Además, por esta vez solo tuvo que ajustarlas en peso, tamaño y nitidez; porque con la ayuda de una base que Clarita le había sacado a su mamá, los granitos brillaban pero por su ausencia. Satisfecha con su trabajo, se dedicó a leer los comentarios de sus amigos. El álbum ya tenía más de 20 “Me gusta” y recién lo había terminado de subir. Eso era un muy buen promedio. En general, sus álbumes llegaban a 80 y pico de “Me gusta”. Anita siempre decía: “Para ser famoso, hoy hay dos caminos: bailar por un sueño o juntar amigos en tu Facebook”. Y les relataba a continuación alguna de las historias de éxito de chicos que habían conseguido trabajo de relacionista público para muchas marcas conocidas, solamente mostrando la cantidad de amigos en su cuenta de Facebook o Twitter. Bien, por ahora, estas campañas fotográficas les estaban dando resultado.
Читать дальше