Vik Arrieta - Redes peligrosas

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Un extraño mensaje en el muro es el preludio a una serie de eventos impensables en la vida de Lucila y sus amigas: ¿quién es realmente Hunter? Redes Peligrosas aborda temas impostergables: el rol que juegan las nuevas tecnologías en la forma en la que nos comunicamos y entablamos relaciones hoy; los riesgos implícitos del compartir nuestra vida online (que muchas veces optamos por desconocer); y la trata de personas. Con un estilo ágil, un lenguaje propio de esta generación, y una tonelada de acción –que mantendrá a los lectores en el borde de la silla–, Vik Arrieta presenta su primera novela, dedicada a los fans que la siguen como ilustradora de la serie Caídos del Mapa.

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A la salida, las chicas abrazaron a Vicky y le desearon la mejor de las suertes. En su corazón eran sinceras, aunque en el aire flotara algún sentimiento de envidia. Era natural, todas estaban creciendo y todas querían “ser alguien”, ser reconocidas.

Anita y Lucila se subieron al colectivo línea 25. Lucila tenía el ceño fruncido. Ambas iban juntas, agarradas de sus asientos, escuchando su mp3. Cada tanto, Anita la miraba de reojo, para ver si cambiaba la expresión.

—¿Te pasa algo Lu?

—No, no… nada. No sé. Me siento rara.

—¿Por lo de las chicas?

—¡Sí! –finalmente alguien más notaba lo peculiar de la situación–. ¿No es extraño que las dos empiecen a desfilar al mismo tiempo? ¿A faltar al colegio al mismo tiempo?

—No sé, que sé yo... Son coincidencias. Igual todas las modelos arrancan a esta edad, ¿no viste la cantidad de chicas más o menos de nuestra edad que salen en la tele...?

Lucila asintió, pero no se mostró convencida por ese argumento.

—Pará… ¿no estarás celosa? –Anita tenía esa expresión socarrona en la mirada. Chistó–. Ya sé. Ya sé. Seguís maquinando con el tema del Facebook. Estás freakeando con que todo el mundo armó un complot contra vos.

Lucila la miró en silencio. En el fondo, Anita tenía razón. Seguía enganchada con el tema del Facebook. Asintió y sonrió con una mirada algo triste que provocó que su amiga del alma no pudiera evitar abrazarla.

—Olvidate, boluda, debe ser algo que se armó Clari para su carrera topísima –la última palabra fue seguida de una carcajada. Lucila se unió, porque era difícil no reírse con Anita, que tenía la mejor risa del mundo.

4.

El miércoles amaneció lluvioso y oscuro. La temperatura había bajado a 4° C. Era posible exhalar vapor al hablar, algo que siempre divertía a Piru. Jugaba hasta que la temperatura de su boca y del exterior se equiparaban y el humo desaparecía. Piru vivía a 7 cuadras del colegio, así que estaba obligada a caminar. Lo bueno de esas cuadras era que podía elegir entre varios caminos alternativos. A veces iba por la avenida, disfrutando la mirada somnolienta de los comerciantes que levantaban sus persianas. Otras, se metía por los pasajitos, para esquivar a los porteros de los grandes edificios que salían a baldear a esa hora. Piru estaba segura de que rompían las baldosas para reírse de las viejas que pasaban por su vereda y se empapaban con el agua negra que las salpicaba a través del pedazo de laja que oscilaba inseguro sobre su propia grieta.

Esa mañana, Piru decidió ir por los pasajes. A pesar de que la distancia era la misma, si no tenía que esquivar gente apurada y baldosas rotas, sentía que acortaba camino. Caminaba con el paso apretado, con la vista fija en algún lugar entre el piso y su bufanda verde. La lana le picaba en el labio superior y cada tanto lo relamía. Sin duda iba a tener los labios quebrados para el final de la tarde. Su cabeza divagaba entre el parcial de Matemática del viernes y una cartita que le había escrito a Juampi, un compañero del colegio con quien había chapado dos sábados atrás en una fiesta de otro colegio, pero del que nadie sabía nada. Juampi era genial, divertido… pero medio chueco y gordito. No era un “trofeo”, pero Piru se sentía muy bien cuando estaba con él. La hacía reír. Y a Piru le encantaba reírse.

De repente, una mano en el hombro la hizo salir volando de su ensoñación romántica, de la misma manera en que el jarrón vuela de la mesa cuando su gato lo atropella durante una imaginaria persecución.

—Piru –afirmó una voz masculina. Sin duda no se trataba de Juampi. Piru giró sobre sus talones.

5.

—Anita, no digas boludeces, esto no es normal.

—Lu, te digo que la mamá de Vicky me lo dijo súper claro: “Vicky y Clari se fueron juntas a Rosario para un desfile”. Se fueron en una combi con otras chicas, la mamá de Clari y la mamá de Vicky las fueron a despedir. Piru seguro se engripó, cuando vuelva a casa la llamo, no jodas.¿Estás viendo muchas pelis de terror vos? ¿Qué te agarró? ¿La psicosis?

—No, Ani, pero de repente empieza a faltar una por día. Hasta a los profesores les parece raro.

—Bueno, que llamen a sus padres. Yo la llamaría a Piru ahora mismo, pero gracias a que la IDIOTA DE MARÍA MARTA –Anita alzó la voz para que resonara en todo el aula y llegara especialmente a oídos de la acusada, que se encogió en su asiento y miró rápidamente hacia la ventana– ...logró que prohibieran el uso de celulares en el colegio, no puedo. Vas a ver que mañana están todas de vuelta.

Lucila asintió con un gesto cansado. Ojalá mañana todo vuelva a la normalidad, pensó.

—Está todo bien, Lu, todas te queremos. Yo, al menos yo –Anita revoloteó sus pestañas en un gesto histriónico muy característico de ella– ...yo te quiero, aunque seas una pesada. Más pesada que María Marta, con eso te digo todo.

Lucila sonrió. Anita tenía razón. Tenía que estar contenta por sus amigas. No todos los días las chicas lograban que algún sueño se hiciera realidad. Pensó que, en cuanto volviera a casa, iba a agarrar la laptop y postear las buenas noticias en el Facebook.

Esa tarde Lucila tenía dentista y después inglés. Volvió a su casa después de las 8, se bañó, comió y, rendida, se tiró en el sillón a ver tele con su hermana y su papá, mientras repasaba de reojo para el parcial de Matemática. De repente se sentía aliviada, como si el huracán hubiese pasado. Sumergida en sus apuntes, la vida parecía recuperar su orden natural. Cuando recostó la cabeza sobre la almohada, sonreía.

6.

—Lu, Luchita amor, despertate.

Su mamá la sacudía con notable tenacidad. Estaba resuelta a despertarla, y Lucila estaba resuelta a seguir soñando con que Pipo dejaba a Natacha y le pedía que fuera su novia para siempre. Despegó sus ojos con dificultad. La luz del velador parecía ácido sobre sus pupilas.

—¿Qué pasa, ma? –su boca se sentía seca, la lengua se le pegaba al paladar.

—Lucila, recién me llamó la mamá de Piru, para decirme que Piru nunca llegó a su casa.

Lucila se incorporó sobre la cama. La noticia resultó ser un balde de agua fría.

—No entiendo, ma, Piru nunca fue al colegio, tenía gripe o algo así…

—No Luchita, no. La mamá de Piru me dijo que Piru fue al colegio y que a la salida le dejó un mensaje en el contestador diciendo que se iba a lo de Anita a comer. Y que no volvió. Entonces llamó a la mamá de Anita. Y resulta que la mamá de Anita cree que Anita se fue a dormir a lo de Piru. Ahora las mamás de Piru y de Anita no saben qué hacer, si llamar a la policía o si llamar al rector, o a la cadena de padres…

—Pará mamá, pará un poco –Lucila agarró a su mamá por los hombros–. ¿Anita tampoco volvió a su casa?

Su mamá asintió, algo insegura. A Lucila se le estrujó el corazón. Dos de sus mejores amigas habían desaparecido, y otras dos estaban en Rosario. De repente se sintió muy sola. Entonces las manos de Lucila buscaron las manos de su mamá. Ambas se sentían totalmente desconcertadas y bastante asustadas, pero al menos estaban ahí, una junto a la otra.

—Piru no fue al colegio hoy –confesó Lucila–. No sé por qué, pero nunca llegó. Pensamos que estaba engripada, pero ahora ya no entiendo nada. No sé qué decirte ma. Yo también estoy preocupada. Al principio pensé que las chicas estaban armando algo en secreto. No sé, hasta una sorpresa para mí. Ahora siento que me dejaron afuera, pero no sé de qué. Y quizás hasta es mejor que haya sido así, porque a mí todo esto no me gusta nada.

La sensatez de Lucila conmovió a su mamá, que finalmente terminó por llevarle leche caliente y galletitas para que volviera a dormir. Mañana tenía prueba de Matemática, había estado estudiando hasta tarde y no quería que la irresponsabilidad de sus amigas alterara la vida de su hija. Evidentemente ese no era el mejor grupo de amigas y con tiempo, tendría que buscar una solución al respecto. Salió de su habitación cuando Lucila volvió a dormir, y llamó a la mamá de Piru para contarle todo lo que sabía.

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