Vik Arrieta - Redes peligrosas

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Un extraño mensaje en el muro es el preludio a una serie de eventos impensables en la vida de Lucila y sus amigas: ¿quién es realmente Hunter? Redes Peligrosas aborda temas impostergables: el rol que juegan las nuevas tecnologías en la forma en la que nos comunicamos y entablamos relaciones hoy; los riesgos implícitos del compartir nuestra vida online (que muchas veces optamos por desconocer); y la trata de personas. Con un estilo ágil, un lenguaje propio de esta generación, y una tonelada de acción –que mantendrá a los lectores en el borde de la silla–, Vik Arrieta presenta su primera novela, dedicada a los fans que la siguen como ilustradora de la serie Caídos del Mapa.

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Quéee fue su reacción automática y se sobresaltó de su propia voz - фото 4

—¿¿¿Quéee??? –fue su reacción automática, y se sobresaltó de su propia voz.

Había visto posts extraños. Sabía que había palabras clave, que había códigos internos. Pero el último mensaje no pertenecía a ningún usuario conocido. Su ícono era una cruz blanca y nunca lo había visto antes. Hizo click en el nombre del usuario para acceder al perfil. Enorme fue su sorpresa cuando encontró en la portada una foto de Clarita. La misma foto que ella había subido a la página el domingo anterior.

—Ahh, ¡pero esto es cualquiera! –se indignó. ¿¿Cómo se le ocurría a Clarita cortarse sola así??

Rápidamente discó los ocho números de la casa de Anita. Aguardó el tono mientras repiqueteaba los dedos sobre el teclado.

—Hola –por suerte era la voz de Anita, porque Lucila se sentía a punto de estallar.

—Boluda no sabés lo que pasó –arrancó como una tromba.

—¡Epa! ¿Qué pasa, nena? ¿Estás medio alteradita? –el sarcasmo natural de Anita alimentaba el fuego de su enojo.

—Decime vos qué te parece: ¿sabías que Clarita se armó una página de Facebook?

Silencio.

—Lu, yo tengo Facebook, vos tenés Facebook... no te entiendo.

—No me entendés, se armó una página “de incógnito” –continuó Lucila casi sin respirar–, y nos puso a todas un mensaje en el grupo, re volado, como que al final nos vamos a pasar todas a su página o no sé.¿Está enojada conmigo? ¿Te dijo algo? Porque yo no sé nada, pero siempre subí fotos con las que todas estuvieron de acuerdo y la verdad es que es un laburo importante, ¿viste? No se hace solo. ¿Sabés la cantidad de granos feos que le tuve que tapar? ¡¡¡Y haciendo zoom!!! ¿¿¿Vos viste un grano de Clarita con zoom???

—Baja un cambio Lu –dijo Anita, acompañando la expresión con un suspiro de cansancio–. ¿Vos estás segura de que es Clari?

—A ver, nena, ¡entrá vos a la página y decime! Es la foto de ella, que nos sacamos juntas. Es obvio que la flaca está enojada por algo y se quiso cortar sola. Pero me revienta que no venga de frente, ¿viste? No da hacerse la misteriosa. A menos que esté tramando algo y… no sé, ¿vos no sabés nada, posta?

—No, Lu, la verdad es que me parece muy extraño todo esto. Ahora estoy yendo a la compu a verlo… Martín, ¿me dejás un toque? –la voz de Anita se perdía lejos del teléfono–. Mamáaaaaaaaaaa… decile a Martín que me deje un toque la compuuuuu… dale pesado, son dos minutos. ¡DOS! Ya va Lu, ¿eh? –volvía nuevamente el sonido claro al auricular–. Me estoy logueando. No sé porqué Clarita haría algo así, no es muy ella. A ver…

Silencio. Sonido de teclas. Silencio. Clic. Clic.

Silencio.

—Es rarísimo esto –volvió Anita, aunque con la certeza de que su amiga Lucila no estaba alucinando.

—¿Viste? –Lucila suspiró, ahora se sentía menos furiosa y más angustiada–. ¿Y si está armando algo con Piru y con Vicky? ¿Y nos están dejando afuera?

—Mirá, no tengo idea. Pero por lo pronto, hagamos esto: esperamos hasta el jueves, hasta la clase de Computación. Siempre entramos a la página en Computación. Entonces hacemos de cuenta que no sabíamos nada y nos metemos por el mensaje y salta todo. ¿Qué te parece? Las confrontamos de una. Mientras tanto, hacemos de cuenta que no pasa nada, total, nadie nos vino a encarar todavía, ¿no?

Anita solía tener buenos planes frente a este tipo de problemas. Lucila se sintió reconfortada de tenerla de su lado. Las dos cortaron el teléfono jurando que no se iba a notar ni la más mínima sospecha de su parte.

Lucila se fue a dormir inquieta, pero al menos sabía qué hacer al día siguiente.

2.

El lunes transcurrió con aparente normalidad. Las chicas compartieron sus anécdotas de fin de semana en el recreo, se sentaron juntas en los mismos bancos de siempre, criticaron a Vilma por el rojo carcomido de sus uñas demasiado largas. Se rieron juntas. Lucila tenía sentimientos encontrados, transitaba desde la incredulidad total hasta el más nítido palpitar del puñal por la espalda. A la salida del colegio, súbitamente, sintió la necesidad de verificar la situación dando un paso más allá, e invitando a Clarita a almorzar juntas.

—No puedo Lu –Clarita parecía realmente apenada–. ¿Viste que te conté que mi peluquero quería hacerme un corte loco para que lo desfilara en no sé qué evento que tiene de peluqueros? Bueno, tengo que ir corriendo ya para el local porque hoy definimos todo. Si sale, me pagan como mil pesos, ¿sabés todas las remeritas que me compro con eso?

Clarita se reía. Parecía relajada y sincera.

—Todo bien Clari, no te preocupes, yo decía porque hace mucho que no almorzábamos juntas y justo mamá esta tarde tiene médico. Pero obvio que lo del desfile es súper importante.

—Sí, la verdad es que estaría bueno que salga. Bueno Lu, te dejo porque no llego.

Intercambiaron besos en la mejilla y Clarita salió corriendo un colectivo 55. Lucila sintió una mano sobre el hombro que la hizo saltar.

—Vamos, nena –dijo Anita, y la arrastró hacia la parada.

3.

Martes. Lucila llegó al aula resoplando, con la mochila a cuestas, mientras el timbre hacía vibrar las ventanas. Se sentó junto a Piru, que la esperaba con una mirada cómplice. Un trueno iluminó el aula y comenzó a llover.

—Llegaste justo, en todo el sentido de la palabra –murmuró Piru.

—Qué día espantoso, ¿no?

Lucila comenzó a sacar la carpeta y la cartuchera de la mochila, mientras el profesor de Matemática pasaba lista.

—Clara Aristegui –enunció sin levantar la mirada del gordo libro de actas. El silencio como respuesta provocó que sus ojos dejaran el papel y sondearan la habitación.

—¿Clara? ¿No vino?

Piru, Anita y Vicky se encogieron de hombros mientras Lucila sacaba la cabeza de adentro de la mochila y miraba extrañada a las tres.

—¿Le pasó algo? –preguntó a sus amigas. Todas negaron con la cabeza, acompañando el gesto con sendos encogimientos de hombros.

En el recreo, el tema se hizo central. Pronto Piru recordó que Clarita le había comentado lo del peluquero. Lucila asintió, y contó su propia versión de la información. Prometieron llamarla a Clarita a la noche para ver qué había sucedido, y sin más alternativa que esperar, se distrajeron con otros temas.

—Chicas, tengo que contarles algo… –dijo Vicky, poniendo cara de misterio, pero con visible excitación.

—¿Qué pasó? ¿Te chapaste a Nico? –increpó Anita. Nico era “el más lindo de la clase” y secretamente, todas gustaban de él. Aunque Anita se resistía a admitirlo, bajo la simple excusa de que era “un tarado”.

—Naah, no seas tonta. No... ¡¡mejor!!

—¿Mejor que chaparse a Nico? –acotó rápidamente Piru.

—Sí, posta, mejor. Ayer me encaró un scouter…

—¿Qué? ¿Un scooter? ¿Cómo las motitos que usan en los countries? –dijo Anita frunciendo el ceño y arrugando la nariz.

—Nooooo nena, escuchá: un scouter. Una persona que hace scouting para una agencia de modelos. Que busca modelos en la calle, así, de la nada. Te ve, y si das un perfil, te selecciona.

—Wooww… –dijeron todas, haciendo gestos de sorpresa y confirmando con sus pulgares hacia arriba que realmente eran buenas noticias.

—Sí, increíble, esta tarde tengo una entrevista en la agencia. Me van a hacer unas fotos para armar mi book. Yo todavía no lo puedo creer… –murmuró mientras parecía flotar unos centímetros sobre el piso.

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