23 de febrero - Familia
El ejemplo eficaz
“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”
(2 Timoteo 1:5).
El Dr. Christopher Trotter, investigador de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia), es un experto internacional en el aprendizaje vicario o por imitación. La mayoría de sus estudios los ha llevado a cabo con poblaciones reclusas. En lugar de utilizar los métodos tradicionales (premios, castigos, amenazas e incentivos), cuyos resultados son generalmente pobres con presidiarios, Trotter comenzó a usar el método del aprendizaje vicario o por imitación. Pronto, este sistema se extendió por muchas instituciones penitenciarias.
¿Cómo funciona el aprendizaje vicario? Los funcionarios de prisiones despliegan conductas tales como llegar a tiempo a las citas, ser honrados y fiables, acabar lo que empiezan, respetar los sentimientos de los demás, demostrar empatía hacia los sufrientes, expresar ideas en contra de la conducta delictiva y a favor de la amistad con los no delincuentes, exaltar las ventajas de la vida familiar y del valor del trabajo, interpretar positivamente las intenciones de las otras personas y mencionar las buenas consecuencias de vivir acorde con la legalidad. Los resultados son uniformes: los reclusos tienden a copiar estas conductas de forma generalizada. Funciona tanto en los presos con penas leves como con los de penas elevadas, tanto en hombres como en mujeres. En suma, el buen ejemplo, sin necesidad de sermones o amenazas, produce en los participantes una conducta mejor que en los otros presos no expuestos al buen ejemplo.
Según indica la Biblia, las conductas morales, las creencias, los valores y la fe también pueden transmitirse por medio del aprendizaje vicario. El texto de hoy es una muestra. En pocas palabras el apóstol Pablo manifiesta al joven Timoteo que él es el producto del ejemplo de un ambiente espiritualmente rico. Sin duda el muchacho observó la conducta de su madre Eunice y de su abuela Loida. Esas mujeres debieron ser muestras magníficas de oración y de acción, dando gloria a Dios y apoyando a sus prójimos en las necesidades materiales y espirituales. Desde muy niño, Timoteo debió presenciar atentamente su ejemplo, imitándolas durante el resto de su vida.
Si tienes hijos, recuerda que el efecto de tu ejemplo es más eficaz y duradero que las razones lógicas y contundentes. Muestra hoy una conducta ejemplar ante los demás miembros de tu familia o círculo social y observa cómo el Señor bendice los resultados.
24 de febrero - Familia
La necesidad de correctivos
“El que no aplica el castigo aborrece a su hijo; el que lo ama, lo corrige a tiempo”
(Proverbios 13:24).
Olga decidió usar siempre el método del reforzamiento positivo con su hijo. Desde que dio los primeros pasos, instruía a su niñito en lo que tenía que hacer. Como todos los niños, a veces obedecía y otras, no. Cuando el pequeño seguía las instrucciones de su mamá, esta le dispensaba palabras de elogio, sonrisas y manifestaciones de afecto y, a veces, le daba algún juguetito o golosina. Cuando no obedecía, simplemente lo ignoraba. A decir verdad, el método funcionaba bien y así Olga solía comentar que, en los tres años de vida de su hijo, no había tenido la necesidad de castigarlo. Olga tuvo su segundo hijo cuando el primogénito contaba con casi cuatro años. El mayor comenzó a mostrar celos hacia su hermanito y, en una ocasión, cuando el menor dormía, lo despertó a pellizcos, provocando en el lactante un espectacular llanto. Su madre presenció parte de la travesura e inmediatamente le propinó una tanda de azotes.
Ese día estaba de visita una amiga de la familia y, al observar el incidente, exclamó sorprendida:
—¡Olga, yo creía que nunca castigabas a tus hijos y que solo usabas el reforzamiento positivo!
A lo que Olga respondió:
—La verdad es que mi método es más eficaz que el castigo, pero en casos de emergencia, he de usarlo para evitar consecuencias catastróficas.
A veces es necesario castigar, especialmente cuando la conducta deseable no puede alabarse porque no aparece. Pero el castigo no tiene por qué ser corporal, especialmente cuando los niños crecen y aprecian las relaciones de causa y efecto. Por ejemplo, castigar a un chico sin acudir a una fiesta o excursión resulta más eficaz que propinarle unos azotes. De hecho, la Biblia recomienda en primer lugar la corrección verbal: “Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2). En segundo lugar, presenta la disciplina de las consecuencias naturales a nuestros actos: “Todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Gál. 6:7). En tercer lugar, la Biblia habla del castigo corporal, a veces necesario: “La necedad está ligada al corazón del muchacho, pero la vara de la corrección la alejará de él” (Prov. 22:15). Si has de castigar a tus hijos, intenta evitar los castigos físicos y prívalo de algún privilegio, lo cual supone una alternativa más eficaz. Pero lo más importante es no castigarlo con enojo, sino con amor. Así habla el Señor de su método: “Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor” (Ose. 11:4).
25 de febrero - Familia
Amor de hermanos
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”
(Salmo 133:1).
Esopo (620–564 a.C.), el célebre fabulista de la antigua Grecia, compuso una fábula literaria en la que los dos hijos de una familia estaban constantemente peleándose y procurando irritarse mutuamente. El padre se entristecía por su conducta y deseaba enseñarles una lección que pudieran recordar. Un día llevó a la casa unas ramas finas y secas atadas en un manojo. Retó a sus hijos a quebrar el manojo. El menor lo intentó primero, después su hermano; pero ninguno de los dos fue capaz de partirlo en dos. A continuación, el padre desató la cuerda y, separando los palitos, los fue entregando y pidiéndoles que los rompieran. Por supuesto que así lo hicieron sin ninguna dificultad. La lección fue simple pero significativa:
—Si permanecéis unidos, seréis fuertes y nadie podrá venceros, pero si os dividís, cualquiera podrá quebraros sin esfuerzo. La unión hace la fuerza.
Las Sagradas Escrituras mencionan varios grupos de hermanos con su correspondiente historia: Caín y Abel; Esaú y Jacob; José y sus hermanos; Moisés, Aarón y María; Pedro y Andrés; Lázaro, Marta y María… En muchos casos, las relaciones entre ellos son complejas y dolorosas. Caín asesinó a su hermano Abel por envidia. Esaú y Jacob compitieron desde su nacimiento por la primogenitura. José fue acosado y vendido como esclavo por sus hermanos. Moisés, Aarón y María tuvieron serias disensiones. Lázaro y sus hermanas también manifestaron desacuerdos. A veces el final es bueno; otras, desastroso. Otras, desconocido. Lo que sí parece cierto es que los problemas son frecuentes entre hermanos. Pero Dios no quiere que haya envidia, rivalidad y odio entre ellos. El versículo de hoy lo da a entender y sirve para la familia de Dios, la iglesia, y también para cada familia en particular.
Juan, el joven discípulo a quien Jesús amaba, nos pide que nos amemos unos a otros y nos recuerda que el amor verdadero solo puede venir de Dios y que “todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:7, 8).
Puede que tengas problemas con tus hermanos o que tengas hijos con rivalidades entre ellos. La solución consiste en aplicar el verdadero amor que solo viene de una relación íntima con Dios, la fuente del amor. La unidad que hace la fuerza (como el ejemplo de la fábula de Esopo) es importante, pero no suficiente. El amor de Dios es la solución completa. ¡Búscalo en el día de hoy!
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