Las manos de Jesús
“En esto se le acercó un leproso y se postró ante él, diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: ‘Quiero, sé limpio’. Y al instante su lepra desapareció”
(Mateo 8:2, 3).
Meses después del fallecimiento de mi (J) madre, en una visita a la casa de mi hermana, noté que mi sobrino adolescente me miraba las manos. Le pregunté la razón y me contestó:
—Tus manos me recuerdan a las de la abuela.
Nunca había pensado que mis manos guardaran parecido con las manos de mi madre. Reflexionando, entendí que sí, que el sobrino tenía razón. Su apreciación me hizo pensar en cómo las manos, casi tanto como el rostro, muestran nuestra identidad. Me hizo también recapacitar que aquellas fueron las manos que me dieron de comer, me levantaron cuando me caía en mis primeros pasos, me abrazaron, me consolaron y oraron por mí. Me pregunté si mis manos estaban dedicadas a hacer el bien y a servir a otros como lo están las manos maternas.
Las Escrituras mencionan las manos de Jesús. El Señor extendió su mano y tocó a un leproso o a un ciego. Las puso sobre los niños, las usó para sostener a Pedro cuando se hundía en el mar de Galilea y también para lavar los pies de sus discípulos. No sabemos cuál fuera la fisonomía de aquellas manos, pero debieron ser fuertes y de piel endurecida por su trabajo de carpintero y constructor. Y al mismo tiempo, llenas de amor, de sensibilidad, de empatía y del poder sanador que por ellas pasaba hacia la completa curación de tantos dolientes desahuciados.
Las manos también son vías de transmisión de amor, cariño y emociones hacia los seres queridos. Los padres manifiestan amor y ternura hacia sus hijos mediante el contacto físico y los niños les corresponden. Son necesarias para dar y obtener apoyo emocional. Hace unos años, cuando brotó la epidemia del virus del Ébola, las autoridades sanitarias impusieron un duro protocolo al personal sanitario en contacto con los posibles infectados. Entre las numerosas restricciones estaba la prohibición de toques de ánimo, abrazos y apretones de mano. Como resultado, muchos hablaban de la frustración y el desgarro emocional que les causaba la ausencia del contacto físico ante las muchas escenas trágicas que habían de presenciar.
Pero Jesús jamás tuvo miedo de tocar a cualquier enfermo, incluso a los leprosos. No importa la gravedad de tu situación física, psíquica o moral, el Señor está dispuesto a poner sobre ti su mano restauradora, a consolarte y a guiarte. Permítele hoy que te alcance con sus amorosas manos.
18 de febrero - Familia
Reconciliados
“Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y castigue la tierra con maldición”
(Malaquías 4:6).
El veterano y célebre actor norteamericano Dick Van Patten evoca una época de sus años mozos. A pesar de haber actuado y adquirido fama desde su niñez, en una ocasión se encontró sin trabajo. Casado y con tres hijos en edad escolar, se veía en la necesidad apremiante de encontrar un empleo; y a ello dedicaba todo el tiempo disponible. Al ver a su padre tanto tiempo en casa, sus hijos le rogaban: “¡Papá, vamos a jugar!" Pero Dick no tenía ningún deseo de jugar. Su esposa retiraba a los pequeños y los conducía hacia otra parte para que jugasen entre ellos. La situación se prolongó semanas y los resultados de las muchas solicitudes no se veían. La pareja oró mucho a Dios para que abriera alguna oportunidad de empleo para Dick. Su esposa, de gran talento musical, buscó también trabajo. Finalmente, fue ella quien encontró un empleo en una producción musical y él quedó al cargo de los tres niños. Dick no estaba enteramente satisfecho con el nuevo arreglo, pero era la única salida que quedaba y un poco a regañadientes aceptó que esa era la respuesta a sus oraciones.
Tal situación familiar proporcionó a Dick y a sus hijos oportunidades múltiples de desarrollar fuertes vínculos jugando, hablando y haciendo tareas domésticas juntos. La experiencia se prolongó muchos meses y la relación paterno-filial se fortaleció hasta el punto de que Dick quedó plenamente convencido de que esa era verdaderamente la mejor respuesta a sus oraciones. Cuando, ya en su edad avanzada, Dick Van Patten escribió su historia, reflexionó que tal experiencia había valido mucho más que el mejor de los papeles de actor imaginable.
Puedes comprar a tus hijos costosos juguetes, ropa, tecnología y material deportivo, pero a largo plazo, esto no conduce a la unidad y puede alejar e incluso enemistar a padres e hijos, si no hay una relación estrecha. Todos necesitamos acercamiento y reconciliación familiar. Y eso solo se consigue invirtiendo tiempo de relación activa. Si tienes hijos, especialmente en edad de crecimiento, considera si estás pasando con ellos el tiempo suficiente. La profecía de Malaquías nos dice que Dios hará “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (4:6). Si hoy permaneces abierto a la influencia de tu Padre celestial, él producirá auténtica reconciliación con tus hijos (o con tus padres) terrenales.
19 de febrero - Familia
Los primeros años
“Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”
(Lucas 2:52).
Todo lo revelado de la infancia y la adolescencia de Jesús se encuentra en pocas palabras en Mateo 2 y en Lucas 2. Sabemos de las condiciones de su nacimiento en Belén, su circuncisión al octavo día, su presentación en el templo, la huida de la familia a Egipto, su regreso a Nazaret y su pérdida en el templo de Jerusalén cuando el muchacho Jesús contaba con 12 años. Aquí se encuentra el versículo de hoy (que se reitera en Lucas 2:40). Los textos mencionan el principio del crecimiento integral y armónico de Jesús, algo que continúa enfatizando la pedagogía actual para el desarrollo óptimo. Se nos habla del aumento de la estatura/fortaleza, la sabiduría y la gracia, estableciendo así la atención a los ámbitos físico, mental y espiritual.
Francisco y Elsa tenían dos hijos en quienes pusieron altísimas expectativas. Desde los primeros días de su escolaridad, enfatizaron las tareas escolares, poniéndolos a hacer los deberes escolares durante dos horas diarias, porción que fue aumentando año tras año. Solo aceptaban notas de excelencia y sus estudios eran el centro de la vida familiar. Cuando apreciaban algún descenso académico, les asignaban profesores particulares y mantenían rígidas las horas de estudio. Estos dos muchachitos carecían de actividad física, juegos, deportes y relaciones con otros niños de su edad. Tampoco recibieron educación religiosa, pues según el razonamiento de los ambiciosos padres, ese componente no les ayudaría a alcanzar los más altos objetivos académicos y profesionales. Sin embargo, cuando llegaron a la mayoría de edad, los hermanos decidieron abandonar el hogar paterno y hacer su vida independiente. Si bien el régimen educativo de los padres los condujo a logros profesionales, las restantes facetas de su desarrollo completo (social, físico y espiritual) quedaron sin atender y tuvieron que enfrentar problemas de relación y crisis existenciales que probablemente se habrían evitado con una educación más equilibrada.
Si tienes hijos, sobrinos u otros menores a tu cargo, procura favorecer su desarrollo integral, como fue la experiencia de Jesús. Ofréceles ejercicio intelectual y cultural como la lectura, el apoyo en el aprendizaje escolar, la visita a museos, bibliotecas, eventos culturales, entre otros. Cuida de su desarrollo físico con la actividad al aire libre, los deportes, una alimentación sana, la higiene y el cuidado personal. Por último, no dejes de suplir sus necesidades espirituales, por medio de la oración, la lectura de las Sagradas Escrituras, la asistencia a la iglesia, el ejercicio de la fe en Dios y la práctica de los principios religiosos proyectada en la ayuda y la empatía hacia los demás.
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