Durante la Segunda Guerra Mundial, Dios levantó una familia de cristianos holandeses que ayudaron a esconder a personas judías del avance del ejército alemán. Esta sobrecogedora e inspiradora historia de sacrificio y valor se encuentra en el libro The Hiding Place (El Refugio Secreto) y fue escrita por la única hija sobreviviente de la familia, Corrie ten Boom.
De joven, Corrie se enfrentó con sus propios miedos. El bebé de una vecina murió y Corrie se dio cuenta que era posible que cualquiera muriera, hasta su propio amado padre. “¡Tú no puedes morirte! ¡No puedes!” lloró. Así es como ella describió la respuesta de su padre a su miedo:
Papá se sentó en la orilla de la estrecha cama. “Corrie,” comenzó con cuidado, “cuando tú y yo vamos a Amsterdam— ¿cuándo te doy tu boleto?”
Sorbí la nariz unas cuantas veces considerando esto.
“Bueno, justo antes de subir al tren.”
“Exacto. Y nuestro sabio Padre en el cielo también sabe cuándo vamos a necesitar las cosas. No te adelantes, Corrie. Cuando llegue el tiempo de que algunos de nosotros vayamos a morir, mirarás tu corazón y encontrarás la fortaleza que necesitas— justo a tiempo.” 11
¿Puedes ver lo que el padre de Corrie le estaba enseñando? Cuando Dios te llame a enfrentar algo aterrador, ya sea tu propia muerte, una tragedia en la familia o alguna dificultad, entonces, y solamente entonces , Él te dará la fortaleza para vivirlo. A través de los años he tratado de recordar que no necesito el “boleto” de la fortaleza y la gracia de Dios para un tren que todavía no llega o quizá nunca llegue. El único boleto que necesito es para el tren que tengo que abordar ahora, y Dios ha prometido darme ese boleto cuando lo necesite. “No te desampararé ni te dejaré,” nos ha dicho (Hebreos 13:5). Él estará ahí, sosteniendo nuestra mano, sin importar lo que haya llegado a la estación.
El temor que existe en nuestra imaginación es un enemigo formidable. Pero puede ser eliminado por el Espíritu y la fe. El gran predicador inglés Carlos Spurgeon una vez predicó un sermón de los miedos innecesarios. Aquí está una porción de lo que dijo:
...muchos del pueblo de Dios constantemente están bajo aprensiones de calamidades que nunca les pasarán y sufren mucho más por sólo temerlos que por soportarlos si de hecho les pasaran. En su imaginación hay ríos en su camino y están ansiosos por saber cómo los cruzarán o atravesarán nadando. No existen tales ríos, pero se agitan y se angustian con ellos... estas personas tímidas continuamente están cruzando puentes que solamente existen en sus... fantasías. Ellos mismos se apuñalan con dagas, se mueren de hambre en hambrunas imaginarias y hasta se entierran en tumbas.... 12
Conforme avancemos en este libro veremos cómo el Espíritu Santo nos puede ayudar a controlar nuestros pensamientos y a aprender a disciplinar nuestras mentes. Por ahora, sin embargo, es importante que comencemos a ver cómo nuestra imaginación pecaminosa alimenta nuestros temores.
Desarrollando Dominio Propio
En 2 Timoteo 1:6-7, Pablo mencionó tres cosas que Dios le había dado a Timoteo: poder, amor y disciplina (o dominio propio). En el capítulo 10 trataremos el amor, así que por ahora nos enfocaremos en uno de los resultados del poder del Espíritu: dominio propio.
Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le había dado la capacidad para disciplinar su mente. La palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener dominio propio. El punto es que Dios le había dado a Timoteo la capacidad o la habilidad para tener una mente disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la verdad sobre nosotras mismas.
¿En qué está enfocada tu mente? Casi todas nosotras luchamos con temores que pueden llevar a nuestra mente a revolotear de un desastre a otro. Podemos imaginar el peor de los escenarios en segundos; nuestros pensamientos están llenos de imágenes gráficas de enfermedad, muerte, desastres o problemas. En vez de enfocarnos en la bondad y en la fortaleza de Dios, nos enfocamos en desastres inminentes y Dios llegando sólo como una idea de último momento. Incluso puede ser que los pensamientos que ocupan tu mente sean tan fuertes que te olvides por completo de Dios. Es fácil ver que todas necesitamos cultivar la disciplina para desarrollar una mente sensata.
Las imaginaciones indisciplinadas son la causa del desaliento y la ansiedad. Cuando me llené de imaginaciones temerosas sobre mi hija y mi nieto, no estaba disciplinando mi mente o pensando en la verdad. ¡Mi mente era de todo salvo tranquila! Una mente sensata es una mente que puede disfrutar la paz incluso en medio de una gran tormenta porque está anclada en lo que es realmente verdadero. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías habló de esta tranquilidad de la mente: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado ” (Isaías 26:3, énfasis añadido).
La Estabilidad de Confiar en Dios
La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su amor siempre quiere lo mejor para nosotras. En Su sabiduría Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene el poder para producirlo.” 13Mientras crezco en mi entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas imaginaciones también crece.
Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque, por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo opuesto:
• “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes” (Salmos 118:8-9).
• “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Salmos 146:3).
• “Maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).
Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto. Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar. Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi confianza calculada reconozco que es posible que el cajero intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis recibos. También sé que existen personas que frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza calculada de que las personas harán lo que deben, pero también entiendo que las personas pecan y cometen errores y así intento no ser imprudente.
La Evidencia de la Confiabilidad de Dios
Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador, tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la creación, la historia y nuestra redención que Él es completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando esto pase, también podremos confiar en los demás como debemos.
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