Pero mi reacción le había causado más lágrimas. Parecía torturarla de algún modo.
—No se trata de ti, sino de mí, de mis sentimientos. El amor que tú sientes por mí no es el mismo que yo siento por ti, no es del mismo tipo, no puedo seguir engañándote, engañándome a mí también. Ojalá pudiera corresponderte como te mereces, me odio a mí misma por ello, pero no puedo hacerlo. No te merezco. Te mereces a alguien que te ame con todo su corazón, con un corazón tan grande como el tuyo. Pero yo no soy esa persona, no soy tu alma gemela, lo siento. Lo siento.
Y se había ido, rota por el llanto.
Noram hacía un par de días que había partido a una de esas locas aventuras suyas que amenazaban con no dejarle volver, y yo me había quedado solo, sin mi mejor amigo ni la chica a la que había amado desde niño. Noram y yo habíamos mantenido comunicación mental, pero, a pesar de su apoyo constante y sus mensajes de ánimo, no había sido lo mismo que si le hubiera tenido aquí.
Ahora los tres volvíamos a reencontrarnos, sin embargo, ya no era igual. Yo me sentía muy incómodo por la situación, y Jän se notaba que también.
¿Le pasaría a ella lo mismo? ¿Sería esa la razón de su distracción? ¿Mi presencia aquí? ¿Estaría pensando en mí, en lo que había dejado atrás? ¿Se arrepentiría? Deseé que así fuera, con todas mis fuerzas, aun sabiendo que ese anhelo no me traería más que sufrimiento y dolor.
Noram me dio un codazo cuando se colocó a mi lado, despertándome del embrujo de mis pensamientos.
—Joder, tío, tienes unas pintas horribles —dijo, mirándome de arriba abajo con burla—. ¿Qué te ha pasado? Parece que hayas metido los dedos en un enchufe. ¿Dónde están esas trenzas de elfo que tanto te gustaba llevar antes? Y esa barba, tío. Pareces un náufrago.
—Yo también me alegro de verte tan bien —le respondí con una acidez bromista—. ¿Dónde te has comprado ese chándal? ¿En un rastrillo de primaria?
—Ja, ja. —Su sonrisa se amplió—. Bueno, al menos no tienes barriga cervecera. En eso te has cuidado bien.
—Los elfos nunca tenemos barriga, nuestro cuerpo siempre es escultural.
—Claro, entonces es por eso.
—Los híbridos, en cambio… —Y le hice un mohín a la par que contemplaba su estómago—. ¿Por eso llevas ese chándal? ¿Es para disimularla?
—Exacto.
Los dos nos reímos.
—Te he echado de menos —le dije, ahora serio y sincero.
Jän giró el rostro para mirarnos, interesada, aunque pronto lo volvió hacia delante.
—Yo a ti también —asintió Noram, apretando los labios en una sonrisa llena de añoranza.
—¿Dónde has estado?
—Por ahí y por allá, ya sabes —me respondió con un alzamiento de hombros.
—¡La ganadora es Zheoris, la guerrera caballo de mar! —anunció el árbitro de repente. Sostenía su brazo en alto.
El público lo celebró con un aplauso.
—Bueno, a ver quiénes son los siguientes —suspiró Noram—. Espero que esta mierda termine pronto, quiero irme a casa a dormir todo un día.
—A saber qué has estado haciendo por ahí. —Reí.
Jän sesgó su atención de nuevo.
—¡El siguiente combate será a cuatro! ¡Dos parejas competirán para clasificarse!
—¿Por parejas? —se asombró Noram.
—Esto es nuevo.
—Pues espero que no me toque. Por favor, que no me toque a mí, que no me toque a mí… —murmuró, cruzando los dedos.
—Acabas de decir que quieres marcharte pronto.
—Por eso mismo. Si lucho junto a alguien ya no podré perder, porque estaría perjudicando a otro guerrero que sí quisiera tu absurdo puesto de líder. Y si gano, tendré que quedarme más tiempo para volver a pelear. Joder, que no me toque…
—Eres un caso, pero supongo que el que no quieras que otro pierda por tu culpa te honra —le concedí.
—¡He aquí las parejas que van a competir! —anunció megafonía. Noram apretó el cruce de sus dedos—: ¡Rilam, el guerrero caballo, el actual poseedor del título de líder, y Sîtra, la guerrera salmón, contra Jän, la guerrera ciervo, y Noram, el guerrero zorro!
Jän se puso tensa de repente, si bien no fue la única. Noram se petrificó en el sitio repentinamente, como si fuera un reflejo de ella. Yo también me quedé estupefacto, aunque me recompuse. Habíamos venido a esto, y ya me había preparado mentalmente para un posible combate contra Jän o contra Noram. Lo que no me imaginaba es que iba a tener que pelear contra los dos a la vez.
—Mierda —murmuró Noram, cerrando los ojos.
—Así es la vida —le dije, dándole una palmadita en la espalda—. Y además tendrás que luchar contra mí. Te daré una paliza.
Él y Jän intercambiaron una extraña mirada.
—No lo dudo —suspiró Noram, tomando su boomerang.
Fruncí el ceño. Noram parecía desalentado con el vuelco de esta nueva norma. Desalentado de verdad. ¿Qué le ocurría?
Los ojos de Jän se cruzaron con los míos cuando abandonaron a Noram. Ella también parecía estar desanimada y nerviosa.
Sí, esta situación era realmente incómoda.
—Acabemos con esto de una vez —espiré.
—Sí —coincidió Jän con un asentimiento resignado, cogiendo su arco mientras ya echaba a andar.
Volví a exhalar por la nariz al tiempo que buscaba apoyo en la mirada de Noram. Esta dejó de seguir a Jän y se vino conmigo. Estaba preocupado por mí.
Los cuatro salimos al cuadrilátero instalado en medio del estadio. El público aplaudió con su elegancia élfica cuando todos, excepto Noram, alzamos los brazos para saludar. Después, adoptamos una pose de lucha.
—No te dejes engañar por Noram, no le menosprecies por ser un híbrido —le advertí a Sîtra con un cuchicheo—. Puede que sea un tipo muy divertido, pasota y casi siempre esté de broma, pero te aseguro que cuando se pone serio es un guerrero muy hábil e inteligente. Es un zorro, no hay nadie más astuto, rápido y ágil mentalmente que él.
Sîtra no hablaba, de modo que solo asintió, tímida.
El gong sonó y el combate tuvo comienzo.
Yo abrí la puerta. Haciendo uso de mi velocidad ultrasónica, me planté justo frente a Noram en una décima de segundo. Gracias a mi don, mi ahora rival ni me vio venir. Le propiné una patada que le lanzó hacia las cuerdas, ante la atónita mirada de Jän. De inmediato, apunté con mi lanza para arrojársela. En este tipo de combates nuestras armas se preparaban previamente con magia para que jamás llegaran a herir, aunque era una buena forma de demostrar lo que sabíamos hacer con ellas, además de con nuestros dones. Pero, tal y como le había advertido a Sîtra, Noram era muy hábil. Ya había hecho con su don que mi arma adoptara la forma de una cinta de gimnasia rítmica; aunque el efecto duraba solo unos segundos, logró que esta volara con gracia hasta que la vara terminó saliéndose del cuadrilátero y regresó a su forma original.
Rechiné los dientes cuando Noram salió despedido hacia mí. Jän pasó a la acción, disparándole una de sus certeras flechas a Sîtra. No me dio tiempo de avisarla. Mientras caía junto a Noram, vi cómo la cinta elástica de Sîtra, a modo de escudo, repelía el ataque de Jän, haciendo que la flecha rebotara hacia atrás. Noram trató de ponerme su boomerang sobre el cuello para inmovilizarme. Conseguí interponer otra de mis lanzas, en horizontal, y ambos iniciamos un forcejeo.
—Venga, hombre —protestó Noram.
—Ni lo sueñes —gruñí yo.
Nos empujamos mutuamente y los dos nos deshicimos del otro, fintando a varios metros. Sîtra lanzó su cinta con fuerza, sin embargo, su extremo se detuvo abruptamente, como si algo invisible la hubiera sujetado. Jän la estaba bloqueando con su telequinesia. Noram me lanzó su enorme boomerang con tanta maestría, que tuve que agacharme para que no alcanzara mi cabeza. El arma iba a regresar a sus manos, pero conseguí atraparla al vuelo, aunque eso me supuso una buena caída por la fuerza de la recogida. Joder con el boomerang. Era bastante grande, muy, muy veloz, y potente, cogerlo de por sí solo ya resultaba todo un reto. Además, pesaba mucho, aunque sabía que el arma se aligeraba en manos de su verdadero dueño. Desde luego, Noram era todo un maestro en su manejo, eso tenía que reconocérselo.
Читать дальше