Arte, liturgia y teología

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Los ensayos reunidos en este volumen analizan críticamente los elementos conceptuales y prácticas litúrgicas forjadas en las expresiones más diversas de las comunidades de fe.
Todos sus autores coinciden en la comprensión holística de la liturgia al señalar que es necesario recuperar la liturgia cristiana como un espacio de creatividad liberadora y salir de la dominación de las nuevas corporaciones musicales evangélicas; que debe tenerse presente que la liturgia es una práctica esencialmente comunitaria; que en una composición musical la letra y la música se fusionan para convertirse en un lugar teológico que como un todo anuncia un mensaje; lo que el mundo concibe como bello no tiene que influir en el pueblo de Dios, pero, al mismo tiempo, no debemos abandonar la noción de belleza sino reconceptualizarla a la luz del evangelio.
Frente a la tentación de protagonismo de quienes dirigen las liturgias en las iglesias, que bien puede colocar a Dios en segundo plano, urge afirmar «la centralidad de Dios en el culto».
¿Cómo se explica que arte, liturgia y teología, lejos de estar separados entre sí, están estrechamente vinculados?
¿Qué implica esta relación para la liturgia practicada por las comunidades de fe hoy?
¿En qué sentido es la liturgia «un quehacer teológico y el „lugar“ del quehacer teológico por excelencia»?
¿Cuánto de nuestro quehacer litúrgico expresa realmente el lugar central de Dios?

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Con estos ensayos pretendemos hacer un aporte a aquellas comunidades de fe que están en la constante búsqueda de lealtad a Jesús y que lo adoran como su Señor. Como bien decimos, son ensayos, reflejo del diálogo con otros y del deseo de que, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, exista una correcta y balanceada relación entre ritos y formas litúrgicas, fidelidad a Dios y solidaridad con el vulnerable y oprimido.

Juan José Barreda Toscano

Edesio Sánchez Cetina

Capítulo 1 Creatividad artística en la liturgia como identidad y libertad - фото 3

Capítulo 1

Creatividad artística en la liturgia como “identidad” y “libertad” cristianas

contra el consumismo y el monopolio litúrgico

Carlinhos Veiga

“Arte, liturgia y misión” es un tema fuerte y urgente para la iglesia latinoamericana. Vivimos un momento en que la supervaporización de la música, especialmente el llamado movimiento de alabanza y adoración, ha traído mucha confusión y equívocos. Poco a poco la música, pero también el arte en general, están siendo alejadas de su importante papel en la liturgia y la misión de la iglesia. En renglones siguiente pretendo resaltar algunos puntos que están profundamente relacionados y que son pertinentes en el contexto en que vivimos.

Liturgia

En varios países, entre ellos el Brasil, la palabra “liturgia” es un término mal interpretado y produce ofuscamiento en los círculos de las iglesias más contemporáneas. Para buena parte de ellas, “liturgia” sugiere un programa de culto en el sentido más tradicional. Muchos miembros relacionan esta palabra con algo ultrapasado, antiguo, viejo y sin sentido para los nuevos tiempos. Otros entienden la liturgia como un proceso de “encasillamiento” del programa de culto, un instrumento para resguardar las prácticas de las tradiciones más remotas, traídas por los misioneros que llegaron a nuestras tierras, ignorando el contexto local. Esta comprensión refleja una ignorancia sobre el significado real de la palabra.

La palabra liturgia tiene su origen en la Grecia antigua. Hacía referencia a un trabajo público, algo ejecutado en pro de la ciudad o del Estado. Su sentido equivaldría a pagar impuestos, tanto en la forma de tributos como en la de servicios donados. Puede, incluso, ser entendida como un trabajo ejecutado por unos en beneficio de otros. Sin embargo, lo que caracteriza un oficio litúrgico es el hecho de que ha sido concebido de modo que todas las personas que participan en el culto tomen parte activa en la ofrenda conjunta de éste.

Pero liturgia sugiere también algo más amplio. Se relaciona con el culto cristiano realizado comunitariamente por la iglesia, pero igualmente tiene que ver con la vida como culto. Apunta, al mismo tiempo, a la celebración comunitaria de las iglesias y a un servicio que la iglesia presta a Dios en su vivencia.

Nuestra práctica litúrgica sugiere una lectura del mundo y de la humanidad. Las canciones que cantamos y oímos hablan de nosotros, de quiénes somos. La liturgia, por lo tanto, es un acto político, ético, ideológico, teológico y artístico. Al reunirnos en esta consulta cuya temática es “Arte, liturgia y misión”, estamos hablando de liturgia como parte de la misión y del arte como servicio a Dios.

La iglesia tiene como vocación la misión de Dios, es decir, comunicar al mundo el gran amor de Dios y su interés por rescatar al perdido, reconciliándolo consigo mismo por medio de Cristo. Para eso, el Señor capacita hombres con dones y talentos especiales, capacidades multifacéticas, multiformes y multicolores. Y el arte es, sin duda alguna, una de esas capacidades especiales que Dios derrama graciosamente sobre la humanidad. Es claro que la capacitación artística, por sí sola, no es exclusiva de la iglesia. Es gracia común y Dios la concede a toda la humanidad indistintamente. Sin embargo, puede y debe ser usada como lenguaje para manifestar al mundo el reino de Dios.

Debemos convencernos de que el arte es regalo de Dios a los hombres. Es un lenguaje abstracto y metafísico que se lee con los sentidos, y por ello difícil de ser comprendido por una mente metódica que desea tener completo dominio de todas las cosas. Trabaja más allá de la lógica racionalista. Abre espacio para la creatividad sin medidas, porque acoge al alma y dialoga con ella, pasando por la racionalidad. Ya dijimos que la función del arte no es la de pasar por las puertas abiertas, sino la de abrir puertas cerradas. Ella avanza, va más allá cuando el intelecto dice ¡basta!, es un lenguaje sin igual para la comunicación de la verdad. No es para ser entendida, disecada, como se diseca un animal o una planta, buscando comprender los meandros de la materia por medio de bisturís lógicos y técnicas elaboradas. El arte podría ser comprendido así, pero quien lo busca bajo ese prisma no logra encauzarse en sus misterios y belleza. El arte no es para ser entendido, sino para “disfrutarlo”.

Tal vez por esta razón se rechaza tanto el arte en los círculos que trabajan con énfasis en la cognición. El arte desafía a la lógica racionalista que quiere tener completo dominio de todo, que pretende aprisionar toda la verdad, que tiene explicación para todo y todos.

En este sentido, podemos entender la dificultad que la iglesia proveniente de la Reforma tiene en cómo lidiar con el arte. La Reforma es hija del Iluminismo, el cual enfatizó el racionalismo. Surge en sentido contrario a un cristianismo rendido al misticismo y que manipulaba a las grandes masas por medio del misterio de lo sagrado. Tal vez por eso las iglesias de tradición reformada se alinean perfectamente con la lógica de la Teología Sistemática y todo tipo de teología centrada en lo intelectual, lo cognitivo, pero tropiezan con lo sensorial del arte y sus vínculos con los sentidos. Por lo tanto, lo niegan o, por lo menos, tratan de controlarlo. Podemos decir lo mismo al hacernos una crítica a nosotros mismos, a la ftl, ya que solo después de cuatro décadas desde su surgimiento, por primera vez nos sentamos para hablar sobre este tema.

Tenemos que dedicarnos al ejercicio de desarrollar y atraer espacios para las artes en nuestro servicio a Dios. La iglesia necesita ver al arte como instrumento útil para la misión y el servicio litúrgico.

Arte que nace del ocio

El ocio es algo inherente al ser humano. No se relaciona necesariamente con la ociosidad, en el sentido de inactividad. Se refiere a la actividad o actuación más profunda del ser humano, lejos de cualquier activismo.

Para Aristóteles, el ocio tenía que ver con algo sobrehumano o divino. Se relacionaba con la reflexión, la observación, la interiorización, la meditación, el proceso de ser, de construcción de su identidad subjetiva. Así, se puede decir que toda cultura humana está fundamentada en el ocio.

Este término en hebreo es traducido al griego como schola, de donde surge la palabra “escuela” en español —lugar de estudio, conocimiento, reflexión y meditación por medio del ocio—. Según la filosofía, debido al ocio el hombre se ve completamente humano. En la perspectiva bíblica, sabemos que sólo en su encuentro con Dios el hombre se entiende verdaderamente hombre. Podemos decir, incluso, que no hay posibilidad de producción de arte sin una relación con el ocio.

Negar el ocio es destruir la simiente que fecunda la genialidad creativa que genera arte. Los hombres, al negar el ocio, lo sustituyeron por el negocio. El negocio es la negación del ocio. Necesitamos redescubrir ese camino del reencuentro con Dios a través de la priorización de una búsqueda íntima y verdadera.

Una fábula atribuida a Esopo narra la historia de la hormiga y la cigarra. Aquella trabajaba incesantemente en tanto que esta vivía la vida cantando. Cuando el invierno llegó, la hormiga tenía su hogar caliente y las provisiones almacenadas, pues había hecho buenos negocios en su lucha. La cigarra, en cambio, tuvo necesidades cuando llegó el invierno y llegó a morir de hambre y frío; porque vivió cantando, “no produjo nada” que garantizase su sustento.

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