El yoga siempre ha sido y seguirá siendo algo sutil e imposible de expresar literalmente. Al igual que el amor, se lo enseña mediante metáforas y poesías, así como mediante una práctica estructurada y una liberación extática. En ocasiones, y siempre con mal gusto, el ego puede hacernos creer que el lenguaje y la técnica de nuestra práctica han alcanzado un estado universal, cuando en realidad permanecen extremadamente limitados y plagados de puntos ciegos. En cualquier momento, un practicante de yoga puede entender la técnica y el lenguaje de su práctica de manera literal y así perderse algo mucho más inteligente y agradable. Como seres humanos provistos de ego, podemos –y, de hecho, lo hacemos con frecuencia– echar a perder incluso lo sutil y lo bello. Hoy en día, nuestro yoga se está popularizando en el mundo moderno. La diversidad de perspectivas, de técnicas y de estilos, las actitudes y filosofías crean un colorido conjunto de tendencias que reúnen lo mejor y lo peor de las culturas modernas de todo el mundo. Por un lado, tenemos nuevos estilos extremos de yoga vulgarizados a niveles obscenos, narcisismo de culto, ascetismo condescendiente. Esta adoración del ego genera un camino de competencia y vanidad. Además, con tanta información y conexión intercultural, surgen nuevos sistemas y lenguajes de enseñanza maravillosos, así como técnicas cada vez más refinadas del arte del yoga que vale la pena transmitir a otros.
Michael Stone nos ha hecho un verdadero regalo al permitir que nos acerquemos a las prácticas y filosofías del yoga desde un lugar donde su diversidad cobra sentido. Nos deja partir desde donde estamos, rodeados de las situaciones del corazón. Nuestros vínculos y nuestras creencias acerca del mundo ejercen un efecto directo en las sensaciones profundas del cuerpo que conectan emociones y percepciones. La conexión entre la mente y el cuerpo, entre el citta y el prā
a, constituyen el axioma en torno al cual giran muchas prácticas internas de yoga. Observar atentamente las sensaciones mediante el mindfulness de la respiración revela la naturaleza vibratoria y transitoria de las cosas y hace que podamos descondicionar la mente de los patrones de respuesta habituales y de la asociación con esos sentimientos y sensaciones. La tradición profunda del yoga nos permite empezar a practicar con el mayor nivel de profundidad antes de comprometernos con una perspectiva, un sistema de creencias o un estilo en particular. Esta aproximación psicológica al yoga nos lleva directo al corazón de las percepciones erróneas sobre quiénes somos y qué nos constituye. Para adentrarnos en la filosofía o en la técnica del yoga, debemos partir de una base psicológica. Así lograremos evitar los juegos del ego en los que podríamos caer cuando el yoga se presentara como una filosofía compleja o como un arte estimulante y desafiante a nivel físico.
La tradición profunda del yoga ve el yoga tal cual es y por lo tanto nos muestra un sistema simple y compasivo a través de la diversidad, la complejidad y los desafíos a los que nos enfrentamos en nuestra práctica personal y, de manera colectiva, cuando creamos una cultura basada en los principios más universales del yoga. Aborda la práctica y la filosofía del yoga desde la experiencia inmediata de nuestros sentimientos, vínculos, emociones, sensaciones y pensamientos dentro del contexto de nuestra vida real. Al indagar en lo que realmente importa –lo que está justo en el centro del corazón–, nos da la perspicacia para navegar en el océano de las opiniones, técnicas y emociones.
Se nos invita a hacernos preguntas simples que podrían clarificar nuestra relación con el yoga moderno. ¿Acaso nuestra práctica de yoga cubre superficialmente nuestras miserias y nos distrae del trabajo profundo del corazón? ¿Estamos enamorados de la verdad de la vida o nos hechiza la imagen que vemos en el espejo? ¿Qué es lo que realmente nos importa? ¿Nuestras extensiones hacia atrás, nuestras posturas de equilibrio y las opiniones que los demás tienen de nosotros? Cuando nos acerquemos al final de esta vida, ¿nos habrá servido de algo nuestra práctica de yoga? ¿Pasaremos a lo desconocido en completa calma y alegría, llenos de amor por todos los seres? ¿O tendremos remordimientos?
Al indagar en los poderosos sentimientos y sensaciones que nos cultivan el gusto por el amor, la familia, el nacimiento, la muerte, la enfermedad, la vejez, la ira, la lujuria, los celos, el orgullo, la envidia, el miedo, la bondad y la compasión, La tradición profunda del yoga inspira al lector para que continúe su práctica con paciencia y honestidad, sabiendo que una verdadera práctica de yoga se halla en la unión de la mente con el cuerpo.
RICHARD FREEMAN
Septiembre de 2007
GUÍA DE PRONUNCIACIÓN DEL SÁNSCRITO (*)
El sánscrito es la lengua que se utilizó para componer los himnos de la India antigua, los Vedas y los miles de textos y epopeyas posteriores. Aunque ya no se considera una lengua hablada, se emplea extensivamente en varias de las tradiciones del yoga de Asia como un lenguaje sagrado para la entonación, el mantra y el estudio de la filosofía. La palabra sánscrito significa “construido”, “pulido” o “perfeccionado”. La pronunciación, la gramática y las reglas para ligar las palabras fueron confeccionadas y afinadas para crear y sostener un tono unificador y resonante de fondo; esta cualidad resulta encantadora y dichosa para el cantante experimentado. Requiere una articulación precisa de la lengua y la utilización de la respiración, así como del tono, para crear los sonidos correctamente. La presente guía brinda una aproximación a la correcta sonoridad. Las vocales simples (a, i, u) pueden ser breves (durando un tiempo y escritas en el alfabeto latino sin una marca superior) o largas (durando dos tiempos y escritas con una línea horizontal superior: ā, ī, ū). Los diptongos (e, ai, o, au) también son largos (duran dos tiempos). Las consonantes son clasificadas de acuerdo con su punto de articulación: gutural, palatal, cerebral, dental o labial. Los sonidos sánscritos no se corresponden en su totalidad con los sonidos del idioma castellano ni con los representados por el alfabeto latino. Por esta razón, para indicar la totalidad de estos sonidos mediante el alfabeto latino se añaden signos diacríticos (ā, ī, ū,
,
,
,
h,
,
, etc.).
Vocales
a - Se pronuncia semejante a la “a” en oasis (de pronunciación más cerrada que la ā).
i - Se pronuncia como la “i” en quitó.
u - Se pronuncia como la “u” en curó.
ā, ī, ū - Considérense los sonidos largos que surgen de expresiones como “a Amalia”, “mi inglés”, “tu uva”.
ai - Se pronuncia como en castellano (por ejemplo, en estáis).
e - Se pronuncia como en castellano, pero larga porque es diptongo (por ejemplo, en lees).
o - Se pronuncia como en castellano, pero larga porque es diptongo (por ejemplo, en “no otra”).
Читать дальше