Ursa no se mueve. Apenas respira. Al dormirse, ha arruinado la cuidadosa preparación del pelo, que le rodea el cuello como una soga. Se le ha enrollado el camisón hasta la cintura, pero no se atreve a bajarlo.
Absalom Cornet se ha quitado los pantalones y, ahora que se le ha adaptado la vista a la oscuridad, repara en que tampoco lleva los calzones. Es todavía más pálido bajo la ropa, como una criatura marina cuando sale del caparazón. Cierra los ojos cuando él se acerca a la cama y la paja rancia silba con el peso de su cuerpo al caer encima del colchón.
Una ráfaga de aire frío se cuela bajo las mantas cuando Absalom se tapa con ellas. Ursa se sonroja al darse cuenta de lo que estará viendo: su ropa interior, infantil y llena de lazos. La habitación se llena de un fuerte olor a alcohol y a humo. No lo había tomado por un bebedor. Los latidos del corazón le retumban en los oídos.
No pasa nada durante un rato y se pregunta si estará dormido. Abre un párpado y ve que tiene los ojos abiertos y mira al techo. Respira hondo y se aferra a las sábanas con la mano. Tiene los nudillos blancos y se da cuenta de que está nervioso. Por eso ha bebido tanto y ha llegado tan tarde. Debe de ser su primera vez. Se prepara para tenderle la mano, para decirle que a ella también le da apuro, cuando él vuelve la cabeza y la mira.
Reconoce su mirada, se la ha visto a los hombres que venían a cenar a casa con ojos claros y fijos, pero se marchaban tambaleándose. Su mirada parece afilarse cuando se tumba de lado. Recuerda la orden de Siv de no mirarlo a la cara y, sintiendo una premura casi dolorosa, agarra con fuerza el camisón y tira de él hacia abajo.
Absalom se sube de repente sobre ella con torpeza y su peso le aplasta los pechos. No se atreve a respirar hasta que lo siente duro entre los muslos y se le escapa un jadeo que se convierte en grito. Él se pelea con los lazos y después, más abajo, con las costuras. Tira y ceden. Se mueve sobre ella, pero su cuerpo no cede con tanta facilidad.
Llega otro grito, un sonido que nunca antes había oído. La asusta incluso más que él. Cree que la ha cortado, que la ha apuñalado. Siente un punto dentro de ella que no sabía ni que existía, un lugar brillante y palpitante que le duele tanto que tiene ganas de llorar.
Absalom tiene la cara sobre la almohada y dirige un aliento amargo a su oído y al pelo. Tiene los brazos a ambos lados de sus hombros y su pecho aplasta el de ella con una fuerza terrible. Intenta olvidarse de ese punto caliente y doloroso mientras él se adentra en ella y le causa ese suplicio entre las piernas, atrapadas y acalambradas bajo las suyas. Cuando trata de moverlas, él se incorpora un poco y le pone un brazo sobre las clavículas, y con ello entiende que no quiere que se mueva.
La cama chirría de forma salvaje, como un animal atrapado, y al final se le escapan las lágrimas por la humillación y el dolor. Le tiembla todo el cuerpo. Oye un gemido.
Cuando sale de ella le duele casi tanto como cuando entra.
Absalom se levanta tambaleándose y micciona en el orinal, pero falla. Tiene algo caliente entre las piernas: sangre y otra cosa que no le pertenece.
Cuando su marido se pone el camisón, apaga la vela y se desploma en la cama sin que sus cuerpos se toquen, Ursa rueda hacia el otro lado y se lleva las piernas al vientre para intentar aliviar el escozor.
Nunca habría adivinado ese saber vacío con el que las esposas deben cargar: que sus maridos les desgarran una parte del cuerpo. ¿Así se hacen los bebés? Se muerde la mano para no llorar. ¿Cómo va a contárselo a Agnete? ¿Cómo va a advertirle de que, incluso con un comisario al que la barba le huele a nieve limpia y que reza tanto como un pastor, no estará a salvo? A su lado, mientras la primera luz de la mañana atraviesa las finas cortinas, Absalom Cornet abre la boca y empieza a roncar.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.