Cómo Beneficiarse de la Palabra
A. W. Pink
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org
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Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org
ISBN: 978-1-629461-32-8
© Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia, Copyright 2016. Todos los Derechos Reservados.
Traducción realizada por Jorge Ostos y Armando Molina.
El diseño de la portada fue realizado por Joe Hearn y Joshua Vandgrift, de Relative Creative.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.
Las citas marcadas por un asterisco son la traducción del autor. Las itálicas en las citas de la Escritura indican un énfasis añadido.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.
Contenido
1- Las Escrituras y el Pecado
2- Las Escrituras y Dios
3- Las Escrituras y Cristo
4- Las Escrituras y la Oración
5- Las Escrituras y las Buenas Obras
6- Las Escrituras y la Obediencia
7- Las Escrituras y el Mundo
8- Las Escrituras y las Promesas
9- Las Escrituras y el Gozo
10- Las Escrituras y el Amor
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Cómo Beneficiarse de la Palabra
Por A.W. Pink
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Las Escrituras y el Pecado
Hay una razón muy seria para creer que gran parte de la lectura de la Biblia y de los estudios bíblicos de los últimos años han sido de muy poco provecho espiritual para aquellos que han realizado la lectura y los estudios. Pero, aún voy a decir más; mucho me temo que en varios casos, todo ello ha resultado más bien en una maldición que en una bendición. Este es un lenguaje duro, lo acepto; sin embargo, no creo que sea más duro de lo que requiere el caso. Los dones divinos son mal usados, y se abusa de la misericordia divina. Que esto es verdad lo confirma la escasez de los frutos cosechados. Incluso el hombre natural emprende el estudio de las Escrituras (y lo hace con frecuencia) con el mismo entusiasmo y placer con que podría estudiar las ciencias. Cuando se trata de este caso, su caudal de conocimiento incrementa, pero lo mismo ocurre con su orgullo. Como el químico ocupado en hacer experimentos interesantes, el intelectual que escudriña la Palabra se entusiasma cuando hace algún descubrimiento en ella; pero, el gozo de este último no es más espiritual de lo que sería el del químico y sus experimentos. Repitámoslo; del mismo modo que los éxitos del químico generalmente aumentan su sentimiento de importancia propia y hacen que mire con cierto desdén a otros más ignorantes que él, por desgracia, ocurre esto también con los que han investigado cronología bíblica, tipos, profecía y otros temas semejantes.
La Palabra de Dios puede ser estudiada por muchos motivos. Algunos la leen para satisfacer su orgullo literario. En algunos círculos ha llegado a ser respetable y popular el obtener un conocimiento general del contenido de la Biblia simplemente porque se considera como un defecto en la educación el ser ignorante de la misma. Algunos la leen para satisfacer su sentimiento de curiosidad, como podrían leer otro libro notable. Otros la leen para satisfacer su orgullo sectario. Consideran que es un deber el estar bien versados en las doctrinas particulares de su propia denominación y por ello buscan asiduamente textos base en apoyo de «sus doctrinas». Aun otros la leen con el propósito de poder discutir con éxito con aquellos que difieren de ellos. Pero, en todos estos casos no hay ningún pensamiento sobre Dios, no hay anhelo de edificación espiritual y por tanto no hay beneficio real para el alma.
¿En qué consiste pues, el beneficiarse verdaderamente de la Palabra?
¿No nos da 2ª Timoteo 3:16-17 una respuesta clara a esta pregunta? Leemos allí: «Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia: a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.» Obsérvese lo que aquí se omite: la Santa Escritura nos es dada, no para la gratificación intelectual o la especulación carnal, sino para prepararnos para «toda buena obra», y para enseñarnos, corregirnos, instruirnos. Vamos a esforzarnos en ampliar esto con la ayuda de otros pasajes.
1. Una persona se beneficia espiritualmente cuando la Palabra le redarguye o convence de pecado.
Esta es su primera misión: revelar nuestra corrupción, exponer nuestra bajeza, hacer notoria nuestra maldad. La vida moral de un hombre puede ser irreprochable, sus tratos con los demás impecables, pero cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra a su corazón y a su conciencia, abriendo sus ojos cegados por el pecado para ver su relación y actitud hacia Dios, exclama: « ¡Ay de mí, que soy muerto! » Es así que toda alma verdaderamente salvada es llevada a comprender su necesidad de Cristo. «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Lucas 5:31). Sin embargo no es hasta que el Espíritu aplica la Palabra con poder divino que el individuo comprende y siente que está enfermo, enfermo de muerte.
Esta convicción que le hace comprender la destrucción que el pecado ha realizado en la constitución humana, no se restringe a la experiencia inicial que precede inmediatamente a la conversión. Cada vez que Dios bendice su Palabra en mi corazón, me hace sentir cuán lejos estoy, cuán corto me quedo del estándar que ha sido puesto delante de mí. «Sed santos en toda vuestra manera de vivir» (1ª Pedro 1:15). Aquí, pues, se aplica la primera prueba: cuando leo las historias de los fracasos deplorables que se encuentran en las Escrituras, ¿me hace comprender cuán tristemente soy como uno de ellos? Cuando leo sobre la vida perfecta y bendita de Cristo, ¿no me hace reconocer cuán lamentablemente soy distinto de Él?
2. Una persona se beneficia espiritualmente cuando la Biblia le hace sentir triste por su pecado.
Del oyente que es como el terreno pedregoso se nos dice que «oye la palabra y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí mismo» (Mateo 13:20, 21); pero de aquellos que fueron convictos de pecado bajo la predicación de Pedro se nos dice que «se compungieron de corazón» (Hechos 2:37). El mismo contraste existe hoy. Muchos escuchan un sermón florido, o un mensaje sobre «la verdad dispensacional» que despliega poderes de oratoria o exhibe la habilidad intelectual del predicador, pero en general, contiene poco material aplicable a escudriñar la conciencia. Se recibe con aprobación, pero nadie se humilla delante de Dios ni nadie es llevado a una comunión más íntima con Élpor medio del mismo. Pero cuando un fiel siervo de Dios (que por la gracia no está procurando adquirir reputación por su «brillantez») hace que la enseñanza de la Escritura ilumine el carácter y la conducta, exponiendo los tristes fallos de incluso los mejores en el pueblo de Dios, y aunque muchos oyentes desprecien al que da el mensaje, el que es verdaderamente regenerado estará agradecido por el mensaje que le hace gemir delante de Dios y exclamar: «Miserable de mí.» Lo mismo ocurre en la lectura privada de la Palabra. Cuando el Espíritu Santo la aplica de tal manera que me hace ver y sentir la corrupción interna es cuando soy realmente bendecido.
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