Si para Weber la dominación es un caso especial del poder, y en particular la dominación llamada carismática, que se basa en el carisma, entendido como una cualidad que pasa por extraordinaria, en virtud de una devoción afectiva a la persona del señor y a sus dotes sobrenaturales, entonces, la dominación carismática se constituye como una “relación social específicamente extraordinaria y puramente personal […]”, como una especie de “comunidad de emoción”. 61
En esta perspectiva, estudiar las representaciones que durante el período elegido circularon en el discurso público sobre el presidente Uribe y su gobierno, el orden y la seguridad, el enemigo, nos permitió comprender una forma de dominación carismática practicada mediante un ejercicio del poder centrado en la persona del líder. Los conceptos weberianos de poder, legitimidad, dominación carismática, igual que el concepto de representaciones colectivas, fueron de gran utilidad para poner a prueba las hipótesis de trabajo y comprender el ejercicio del poder en ese período de la historia colombiana reciente.
En la investigación se tomó distancia metodológica y conceptual de los trabajos que se han realizado sobre el gobierno de Uribe desde la perspectiva del análisis crítico del discurso, como lo comprende Teun van Dijk, 62en tanto no se pretendió mostrar cómo el discurso contribuyó a la reproducción de la desigualdad y la injusticia social, ni tampoco identificar qué actores tuvieron acceso privilegiado a estructuras discursivas y de comunicación legitimadas por la sociedad.
Aunque no se trató de un estudio de medios donde se narrara “la acción comunicativa” de un presidente, su capacidad “melodramática” e “histriónica”, 63de la construcción mediática de un personaje, o de la fabricación de un consenso en torno a un candidato, 64la investigación no ignoró el fenómeno de la “personalización del poder”, propio de las democracias de “audiencia”, como bien lo señala Bernard Manin. 65
El análisis llevado a cabo evitó caer en la tentación de las grandes categorías de “adjetivación” o, si se quiere, evadió el recurso de “la gran teoría” para clasificar este régimen político: “populismo y neopopulismo”, 66“bonapartismo”, “cesarismo”, 67“autoritarismo”. Aunque sí se exploraron aspectos del estilo de gobierno que encajan en estas categorías, específicamente rasgos bonapartistas y cesaristas, o en otras palabras, se exploran los rasgos plebiscitarios de este nuevo tipo de liderazgo representado por Álvaro Uribe Vélez. No se pretendió, a partir de un gran concepto centrado en el personaje, dar cuenta de un fenómeno social complejo, pues en el trabajo el poder no se concibió completamente autónomo, independiente del contexto social y de las fuentes generadoras de aquél. 68
La investigación evitó asumir el uso de expresiones corrientes que no ayudan a comprender la complejidad del fenómeno estudiado, como aquella de Uribe “paramilitar”. Si bien el tema de paramilitarismo está presente a lo largo de este trabajo, y los grupos paramilitares no ocultaron su “sesgo” a favor del candidato disidente, como afirmó en su momento Daniel Pécaut, no se puede desconocer tampoco el importante movimiento de opinión que llevó a Uribe a la presidencia, asunto que también advirtió en su momento el profesor francés. La investigación no pretendió, por tanto, efectuar un estudio de la infiltración paramilitar en la política (tema insuficientemente estudiado, pero sobre el cual existen importantes trabajos de investigación), como no se ocupó de las relaciones que pudieron sostener los políticos de los distintos partidos con grupos armados de diferente tipo, en regiones y localidades del país.
Para entender el fenómeno político que representó Uribe Vélez, más que centrarse en las cualidades del personaje (aspecto que tampoco se desdeña), la investigación se inclinó más bien por el enfoque analítico del sociólogo Norbert Elias, en su importante trabajo acerca de la sociedad cortesana, 69donde se estudian las condiciones que llevaron a Luis XIV a construir un poder tal que le permitió “encumbrarse” sobre la aristocracia de su tiempo. En consecuencia, la investigación realizada, siguiendo estos derroteros, no sólo eludió el recurso fácil de la “gran teoría”, sino que evitó caer en la ambición “totalizadora” de una teoría que pretende explicar y abarcar de principio a fin el problema estudiado. Tampoco tomó partido por un enfoque con pretensiones de exclusividad. Para entender el fenómeno estudiado, sin duda, se requiere de varios enfoques, de aspectos particulares de uno u otro. Quizás la metáfora que mejor sintetiza la postura metodológica asumida sea aquella concepción de la teoría como una “caja de herramientas”, que deben ser útiles hasta que tropecemos con un obstáculo, caso en el cual debemos buscar o inventar otra, y así sucesivamente, conforme a las reflexiones aportadas por el diálogo constructivo sostenido por Deleuze y Foucault para definir el alcance de una teoría. 70
En la búsqueda por inscribir el problema en las coordenadas de la historia política reciente, y superar el análisis de coyuntura, fueron importantes los trabajos del sociólogo francés Daniel Pécaut, del historiador inglés Malcolm Deas, del historiador y filósofo colombiano Gonzalo Sánchez. Los aportes de estos investigadores permitieron introducir el período y el personaje en el marco de las rupturas y las continuidades que caracterizaron el acontecer político del siglo xx colombiano.
6. PROCEDIMIENTOS UTILIZADOS
En la presente investigación se privilegiaron los discursos de la prensa relacionados con el problema estudiado y se procedió a analizar el contenido político. Se eligió la prensa, por cuanto se considera una fuente importante de información para el hombre común. La prensa produce, circula y amplifica representaciones colectivas, y aunque otros medios como la televisión y la red de internet capturan cada vez más audiencia, el diario compite con otros medios de comunicación para atraer sus lectores. 71
Se escogieron los diarios El Tiempo y El Espectador, y los semanarios Semana y Cambio, por tratarse de publicaciones de circulación nacional con amplia cobertura de los temas políticos y, sobre todo, debido a que la prensa, durante el período estudiado, mantuvo una posición que dio espacio a la expresión de diversas voces frente a las políticas de gobierno. En los cuatro medios elegidos se privilegió a los columnistas políticos, tanto los afines al Gobierno como a los opositores, y otros de diversos matices. Así mismo, fueron importantes los informes de la redacción política. Para el caso de los diarios fueron analizados también los editoriales de carácter político, relacionados con el problema investigado, como los discursos y comunicados de la presidencia efectuados en momento decisivos del gobierno. Se consultaron igualmente las publicaciones académicas y bibliográficas pertinentes al período y al problema estudiado.
La prensa como fuente se convirtió en un medio privilegiado para realizar un seguimiento minucioso al debate público y, más específicamente, a la coyuntura política. No obstante, cuando se toma la prensa como fuente primaria de investigación, se corre el riesgo de quedar en la inmediatez de los hechos. Para evitar esto, en el desarrollo del proceso investigativo se estuvo atento a interpretar los acontecimientos e inscribirlos en tendencias de más largo plazo del devenir histórico del país, así como en buscar apoyo de analistas académicos, de teorías o conceptos de las ciencias sociales (especialmente de la ciencia política) que fueran de utilidad para entender aspectos del proceso estudiado. En resumen, la investigación trató de ser cuidadosa con la advertencia de Renán Silva a los historiadores sobre la importancia de no confundir la consigna de “dejar hablar a las fuentes”, con la “ilusión positivista” de que los documentos “hablan por sí solos”. 72
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