A veces me he preguntado por qué algunos autores cuya labor se circunscribe al área de investigación universitaria sienten tanto interés por desarrollar sus ideas en formato expositivo, y creo que la razón se debe a que la muestra tiene un aspecto performativo del que suele carecer el texto académico. El significado de lo expuesto acontece en el presente. No se trata tanto de indagar sobre unos hechos pasados como de comprender nuestra época a partir de ellos. Esta operación de conocimiento no se produce exclusivamente a través de un proceso de significación o de la entrada en un orden simbólico, que son las marcas del quehacer intelectual, sino mediante formas de activación y actualización que se consiguen, como apuntó Roland Barthes, escribiendo desde la perspectiva del receptor y no desde la obediencia filial a las reglas del texto. 3
Una de las constantes de mi trabajo ha residido en la voluntad de trascender la noción de espectador, que tiene un componente pasivo, para pensar, en cambio, en una pluralidad de públicos y agentes. La agencia va más allá de la unidad individual o de la identidad nacional, puesto que conlleva la negociación. 4 Que el espectador se transforme en agente es hacer que se pregunte sobre sí mismo. No para celebrar una identidad, sino para saber por qué es como es y qué quiere ser. El concepto de agencia es, de este modo, inextricable de lo común, que requiere del compromiso y la interrogación permanentes, así como de la creación de una red de conocimientos compartidos.
Es imposible proponer agencia sin repensar la institución. Ahora bien, no es lo mismo la crítica institucional de los años setenta u ochenta que la de los noventa ni, por supuesto, que la de este siglo. Los vínculos entre los movimientos sociales y los centros culturales han ido cambiando a lo largo del tiempo. Si a finales de los noventa se insistía en cuestionar los museos o se veía con una cierta sospecha la relación con ellos, después de la gran crisis de 2008 se ha hecho patente la necesidad de ocuparlos y democratizarlos. Si en algún momento se idealizó a los colectivos y se pensó que todo lo malo venía siempre de la institución, hoy es evidente que esta «es» la gente que trabaja en ella, con sus aciertos y fracasos, y que los colectivos entran igualmente en dinámicas contradictorias. Y ni que decir tiene que esta relación no es idéntica en el Norte que en el Sur global, o que en el antiguo bloque soviético. Cuando el sistema del arte se manifiesta de forma cohesionada, es pertinente buscar fisuras. Cuando el andamiaje institucional es frágil se diría que es primordial construir esa relación.
En un mundo sin pasado ni futuro no debe menospreciarse la importancia de la historia. Nuestras acciones adquieren sentido en ella, pero no pueden estar sujetas ni al memorialismo, tan recurrente en la actualidad, ni a una concepción historicista del tiempo. La historia implica el anacronismo, la tensión entre los períodos de ciclo largo y los coyunturales. Se basa en la genealogía y es inseparable de toda reflexión sobre el arte, sus organizaciones y actores.
Los ensayos agrupados en este volumen responden a contextos y momentos concretos. Se hallan, de algún modo, «situados», ya que fueron concebidos desde un punto de vista muy específico, el que supone dirigir una estructura pública. 5 Pero no surgen de un plan preestablecido, ni reflejan necesariamente la actividad que se ha desarrollado en el Reina Sofía durante estos últimos años. Explicar la ordenación de la colección, las líneas discursivas de las numerosas exposiciones temporales, los programas públicos o el centro de estudios y la biblioteca y archivo requeriría otro libro. Tampoco pretenden establecer un índice de los intereses curatoriales de quien firma estas páginas. En este sentido, es muy significativa la ausencia de textos sobre algunos artistas cuya obra ha sido capital para mí. No hay, por ejemplo, ningún escrito sobre Marcel Broodthaers, James Coleman o Nancy Spero. Y tampoco están Elena Asins, Valdelomar o Palazuelo, por citar solo unos cuantos artistas significativos.
Trabajar en una institución y hablar desde ella (aunque la escritura real se haya hecho en las pausas de un fin de semana en casa, en la habitación de un hotel o viajando en tren o en avión) implica siempre un trabajo colectivo. No puedo dejar de mencionar a aquellas personas que me han acompañado en la etapa en que la mayoría de estos ensayos fueron escritos. En primer lugar, he de apuntar a mi equipo más cercano: Joâo Fernandes, Ana Longoni, Charo Peiró, Alicia Pinteño y Teresa Velázquez (con quien compartí el comisariado de la exposición sobre Lygia Pape y el texto que se recoge en este volumen), además de Jesús Carrillo y Berta Sureda. También he de reconocer el trabajo editorial de Mela Dávila y Clara Plasencia, en el MACBA. Y en el Reina Sofía, Marisa Blanco, Carmen Castañón, Concha Iglesias y Nicola Wohlfarth.
Este trabajo colectivo implica también a comisarios y artistas con los que he debatido el significado de estos textos. Alguno es mencionado en estas páginas, otros no, pero no por ello su contribución fue menos relevante. Nombrar a cada uno excedería los límites de esta introducción. Para todos ellos, mi agradecimiento.
Belén Rosales ha llevado a cabo una paciente y exhaustiva tarea de comprobación y corrección de datos y citas del material publicado en el Reina Sofía.
Iker Seisdedos me animó a trabajar en este libro hace ya tiempo. Manuel B. Burbano se ocupó de recolectar una parte de este material, así como de traducirlo del inglés. Yolanda insistió en cada momento.
Finalmente, mi reconocimiento a Montse Ingla y Antoni Munné. De ellos fue la iniciativa, suyas han sido la selección y la edición. Sin sus cuidados este libro no existiría.
M. B.-V.
Madrid, octubre de 2019
1.Rosalind Krauss y Margit Rowell, Joan Miró. Magnetic Fields . Nueva York: The Solomon R. Guggenheim Foundation, 1972, p. 13.
2.Brian Holmes, «Investigaciones extradisciplinares. Hacia una nueva crítica de las instituciones», Transversal , European Institute for Progressive Cultural Policies, http://www.marceloexposito.net/pdf/trad_holmes_extradisciplinares.pdf
3.Irit Rogoff, «What is a Theorist», en On Knowledge Production: A Critical Reader in Contemporary Art . Utrecht: BAK, 2008, p. 155.
4.Marina Garcés, Ciudad Princesa . Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2018, p. 55.
5.Esta condición «situada» de los textos se percibe claramente en la tercera parte. «Los límites del museo» fue escrito desde la Fundació Antoni Tàpies, un museo monográfico, y respondía a la voluntad de cuestionar el museo moderno, entonces todavía hegemónico; «Museo, memoria e identidad», en el MACBA; «El museo interpelado», ya en el Reina Sofía, a pesar de que se presentó en una publicación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.
PRIMERA PARTE
SOBRE LA PROPIEDAD CULTURAL
El neoliberalismo, sinónimo de privatización y de reducción progresiva de lo público en favor de lo privado, se ha convertido en nuestra condición, el medio social, económico y político en el que nuestras actividades se han desarrollado en las últimas décadas. Se opone a cualquier tipo de interferencia gubernamental en la vida de los ciudadanos, cree fehacientemente en la autorregulación del mercado y percibe la Administración del Estado como un engorro, un obstáculo para el crecimiento de la economía. Sin embargo, la realidad nos demuestra que, tanto en su versión clásica del siglo XIX como en la actual, esta ideología no ha cesado de crear estructuras y normas, consolidando una sociedad que, en aras de preservar la libertad del mercado, se ha vuelto cada vez más autoritaria; y en la que los aparatos de control han actuado de un modo implacable con un objetivo principal evidente: la defensa del capital sobre los ciudadanos y el bien común.
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