Figura 2. Proyección de Mercator en la actualidad.
Fuente: La proyección de Mercator versus la proyección de Gall-Peters (25/4/2014). Recuperado de https://thetuzaro.files.wordpress.com/2011/03/400px-mercator-projection.jpg
Arno Peters (1991) criticó las versiones cartográficas de Mercator, al plantear que este mapa tiene una desproporción de los territorios de Escandinavia dibujados tres veces más grandes en comparación con la península arábiga o la India. Peters afirmaba la presencia de un eurocentrismo producto de la representación de la dominación sociocultural que perdura hasta nuestros días. Él propuso un mapa conocido como la proyección cartográfica de Peters, proveniente del cartógrafo James Gall (1856), en donde se conservan las áreas, mas no los ángulos ni las distancias. Según Braceras (2012), la Unesco ha adoptado esta cartografía como la más cercana a la realidad, es decir, la políticamente correcta.
Figura 3. La proyección de Peters en la actualidad.
Fuente: La proyección de Mercator versus la proyección de Gall-Peters (25/4/2014). Recuperado de http://www.unabrevehistoria.com/2008/02/proyeccin-peters-el-mundo-en-su.html
Las distorsiones y ambigüedades continúan en el tiempo, al ubicar a Europa y Norteamérica en la parte superior de los mapas se demuestra el poder de los centros metropolitanos, mientras que África, Asia y Latinoamérica se grafican en la parte inferior para representar su condición de periferias coloniales. En culturas africanas, se han encontrado mapas donde Madagascar y la actual Sudáfrica están graficadas en la parte superior del mapa. La idea de superioridad ha buscado la legitimación del imaginario etnocéntrico plasmado en las cartografías. El racismo fue parte de la representación del espacio que territorializó tal superioridad a partir de la disminución de las dimensiones de países periféricos y el aumento de las dimensiones de países metropolitanos.
Por otro lado, en el siglo XVII se consideró a la ciencia moderna como la plataforma de una nueva perspectiva dominante en las siguientes centurias con estudios, entre otros, de Johanes Kepler, sobre las orbitas elípticas de los planetas; Galileo Galilei, acerca del conocimiento del universo por medio del telescopio; e Isaac Newton, quien estableció las leyes del movimiento. Por ejemplo, Galilei dibujó los primeros mapas lunares; entretanto Isaac Newton, al observar la reacción del péndulo en diferentes latitudes, explicó la tierra como una figura achatada en los polos y ensanchada en la zona media. Esta precisión de la forma terrestre permitió graficar con mayor exactitud las zonas continentales. En los Principia (1687), Newton escenificó muchos problemas cartográficos estudiados luego por Edmund Halley, a quien se le atribuyen avances cartográficos como el primer mapa meteorológico (1686) y el mapa de declinaciones magnéticas (1686) (Thrower, 1991).
En esta misma línea de avances, la geografía cartográfica desarrolló la búsqueda de la idiosincrasia de la época, gracias a lo cual logró avances en aspectos políticos, poblacionales y económicos, a diferencia de la geografía cartográfica en la Antigüedad. Bernardus Varenius, años atrás de los descubrimientos de Halley, en su Geografía general (1650) se acercó a una geografía con estatus de ciencia, lo que facilitó la realización de estudios regionales en el espacio terrestre (Vila, 1982). Para esta época, la geografía era considerada un área auxiliar de la historia y existía un hermanamiento instrumental y práctico entre ambas disciplinas (Capel, 1977).
Entre los siglos XVI y XVII, se generaron cambios socioculturales fundamentales para que el ser humano se expandiera geográficamente; en consecuencia, logró conocer otros espacios terrestres antes vedados por tradiciones occidentales principalmente religiosas. De tal manera, en Europa se presentó el fenómeno de la acumulación originaria, que se refiere al estado primario de la acumulación de capital, es decir, a la desvinculación del productor con los medios de producción y la demanda de la burguesía comercial de acaudalar riqueza (Marx, 1867). La expansión de las fronteras se llevó a cabo con viajes exploratorios de navegantes, principalmente portugueses, guiados con cartas marítimas. El colonialismo, representado en las exploraciones marítimas y terrestres americanas, africanas y asiáticas, fue el soporte de los nuevos avances cartográficos (Montoya, 2007). La evolución de los mapas se caracterizó por la descripción de las coordenadas que daban los exploradores, fundamentalmente comerciantes; esto permitió que se delinearan las nuevas tierras descubiertas. El proceso llevado a cabo por la geometría y la astronomía buscó precisión y exactitud en las distancias recorridas, formas de lugares y accidentes geográficos.
Desde esta época y hasta la contemporaneidad, la cartografía fue el objeto esencial de la geografía. Se originó la matematización de coordenadas y puntos de referencia presentes en los mapas, y se cambió la perspectiva del observador como sujeto cognoscente. En la Antigüedad, el sujeto graficaba el entorno desde su visión central, en la posición del plano del objeto. En cambio, en una configuración del mundo más universal, para los geógrafos modernos, el sujeto cognoscente tuvo otra perspectiva del objeto representado, al graficarlo desde una visión objetiva, es decir, por fuera del plano. De esta manera, hay una división entre sujeto cognoscente y objeto conocido, lo que genera el adelanto científico del conocimiento espacial del territorio y del entorno en la época. Los europeos construyeron los mapas desde esta objetividad científica.
En su momento, el cambio de la noción del espacio con la nueva cartografía llevó a considerar premodernas, atrasadas y poco racionales las concepciones en las que se privilegiaba la visión céntrica del espacio con la representación del sujeto en el mismo plano. Los mapas europeos contribuyeron a deslegitimar el conocimiento espacial de los colonos africanos y americanos, acción ideológica que pretendió demostrar una supuesta superioridad racial y cultural de la sociedad europea. Esta visión etnocéntrica imaginaba a los pueblos colonizados como hijos menores obligados a acelerar el proceso de civilización mediante el conocimiento occidental (Montoya, 2007). Era otra forma de justificar la dominación, que además iba acompañada de la evangelización, la esclavitud y el saqueo de las riquezas.
Ahora bien, en esta primera modernidad, la geografía se transformó con el progreso el conocimiento: pasó de la pura descripción de la superficie terrestre al análisis de las condiciones en que vivieron los pueblos considerados desconocidos. La preocupación por la riqueza en las tierras exploradas fue el sustento, en un principio, para las monarquías y, luego, para las repúblicas, del interés que manifestaron por la evolución de la geografía, de la cartografía y de la elaboración de atlas (Álvarez, 2000). El conocimiento del espacio fue cada vez más empírico y se conquistaron lugares desconocidos para establecer rutas comerciales, lo que permitió darle vuelo a la cartografía de la época. El mundo dejó de ser solo el mundo terrestre conocido. El ser humano no solo quiso expandir sus fronteras territoriales, sino que también expandió las fronteras mentales, de tal forma que el mundo y el conocimiento no debían de tener límites. A partir de esto se originó el sistema-mundo, que es el cimiento del actual mundo globalizado (Wallerstein, 2006).
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