Pero Jesús los dejaba sorprendidos. A diferencia de los demás, este hombre era realmente extraordinario. Los otros hombres sacaban conejos de sus sombreros. Este hombre sanaba centenares de personas, incluso hasta terminar físicamente desgastado y tener que dormir. Él tomó cinco panes y dos pescados y alimentó con ellos a cinco mil personas, que rápidamente se volvieron testigos del evento. Él se detuvo al lado de un hombre que había sido paralitico por años y le dijo que se levantara y caminara—y el hombre lo hizo. Él se paró en la proa de una barca y le dijo al océano que se calmara—y el océano se calmó. Él se paró frente a la tumba de un hombre que había estado muerto por cuatro días y lo llamó a regresar a la vida. Y el hombre lo escuchó, se levantó y salió de la tumba. 14
Nadie hizo cosas así.
Jamás.
Y la gente estaba sorprendida.
Todo tenía un propósito
Pero todavía había más. Si tú ponías atención realmente, si ibas más allá del asombro de todo y empezabas a formular la pregunta más profunda de por qué estaba haciendo todo esto Jesús, podrías comenzar a darte cuenta que todo tenía un propósito.
Verás, con cada uno de sus milagros y en cada uno de sus sermones, Jesús estaba haciendo y respaldando con hechos, afirmaciones acerca de Él mismo que ningún otro hombre había hecho antes. Toma como ejemplo el sermón más famoso de Jesús, el Sermón del Monte en Mateo 5-7. A primera vista, casi parece un típico discurso moralista, de esos que te dicen como vivir y como no vivir. No jures; no cometas adulterio; no seas lujurioso; no te enojes. Pero míralo de nuevo, y te darás cuenta que el “cómo comportarse” no es el tema principal. De hecho, el Sermón del Monte trata primordialmente sobre Jesús que hace la atrevida afirmación de que tiene el derecho de interpretar la Ley del Antiguo Testamento de Israel — ¡de darle el verdadero significado y explicar la razón original de su existencia! Es por eso que Jesús dice una y otra vez en su sermón, “Oíste que fue dicho. . . pero yo os digo” . 15El énfasis está en Yo . Jesús está haciendo una afirmación radical de que Él es el legítimo Legislador de la nación de Israel. Lo que es más, observa desde dónde está haciendo esta afirmación: Él lo está haciendo deliberadamente desde la cumbre de un monte, y como todo israelita lo hubiera recordado, el gran Dador de la Ley (es decir, Dios) le dio a su pueblo la Ley del Antiguo Testamento hablándoles ¡ desde la cumbre de una montaña!16 ¿Lo ves? Jesús estaba demandando para sí mismo la asombrosa autoridad que nadie más se hubiera atrevido a reclamar.
Y luego también está lo que le dijo desde la tumba de un hombre a Marta, la hermana del difunto: “Tu hermano resucitará” . Parece ser que Marta agradecía el recordatorio. “Yo sé” , respondió, “resucitará en la resurrección, en el día postrero”. En otras palabras, sí, sí lo sé; gracias por tus amables palabras; me traen mucho consuelo en este tiempo difícil. Pero ella no entendía lo que Jesús quería decir. Hubiera sido muy asombroso si en ese momento Jesús le hubiera dicho, “No, quiero decir que resucitará en unos minutos, cuando yo se lo ordene”. Pero Él dijo algo más. Dijo, “Yo soy la resurrección y la vida”.17 ¡No sigas de largo y te lo pierdas! No dice meramente “yo puedo dar vida”, sino “¡Yo soy la vida!”
Honestamente, ¿qué tipo de hombre dice cosas como esas? ¿Qué tipo de hombre escucha a un amigo decirle con admiración, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” , y le responde, diciendo: “Tienes razón. Y fue Dios mismo quien te lo reveló”? A qué tipo de hombre le preguntan los gobernantes de su nación, “ Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” y les responde, “Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”.18
Ningún hombre ordinario, tenlo por seguro—no uno que solo quiere ser reconocido como un gran maestro, o honrado como una buena persona, o recordado como un filósofo influyente. No, una persona que habla en estos términos está declarando algo mucho más grande y más glorioso y profundamente revolucionario que cualquiera de ellos. Y eso es exactamente lo que Jesús estaba haciendo, por lo menos para aquellos que estaban prestando atención.
Él estaba declarando ser el Rey de Israel—y de la humanidad—.
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