Esperanza Fujigaki - La agricultura, siglos XVI al XX

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En este libro la autora presenta algunos de sus elementos esenciales la estructura agraria mexicana, sus formas de funcionamiento y la manera en que estas unidades productivas se integran entre sí y con otros sectores económicos.
La interrogante básica en este ensayo es el papel que la estructura agraria y sus cambios han desempeñado en el proceso del crecimiento del sector y por consiguiente en la historia económica del país.

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El desarrollo de las plantaciones fue más reciente en nuestro país, su avance mayor se produjo, sobre todo, en el último tercio del siglo XIX, principalmente en el porfiriato, por efecto directo de las necesidades mundiales de materias primas agrícolas como caucho, café, tabaco y maderas preciosas. Los estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Campeche presentaron gran desarrollo de plantaciones que, en su mayor parte, quedaron en manos de extranjeros, como las cafetaleras del Soconusco controladas por alemanes, o las de caucho pertenecientes a ingleses y estadunidenses. En Chiapas, la compañía deslindadora Mexican Land and Colonization Company, de capital inglés, vendió 570336 hectáreas a particulares, en varios distritos del estado; 80% de la tierra deslindada en el Soconusco fue adquirida sobre todo por alemanes. 29

Las monterías, campos donde se explotaba la caoba, avanzaron en Chiapas y Tabasco. Las nuevas plantaciones se asentaron, en su mayoría, en bosques poco poblados de áreas semitropicales; y su mano de obra, enganchada y llevada a la fuerza, provenía, principalmente, de las regiones montañosas. Su aislamiento geográfico permitía que la fuerza de trabajo, obligada a permanecer en ellas, se explotara en condiciones de extrema dureza. En las selvas del sur de México, el desarrollo de las monterías requería que sus dueños obtuvieran concesiones gubernamentales sobre amplios terrenos boscosos, así como de la inversión de considerables capitales para su explotación; y que las haciendas cercanas aprovisionaran de alimentos a los trabajadores. El trabajo indígena era fundamental para estas empresas; los enganchadores conseguían trabajadores adelantándoles un anticipo en dinero, les hacían firmar contratos por uno o dos años, 30 y los propietarios, por medio de las deudas y el empleo de la fuerza y la coerción, los obligaban a permanecer en las monterías, por varios más.

LAS REGIONES DEL PAÍS Y SU ESTRUCTURA AGRARIA

El origen, el desarrollo y la articulación de las unidades productivas fue diferente en los distintos espacios regionales, que empezaron a conformarse desde la época colonial. En el valle de México surgieron estancias de ganado mayor y menor, así como unidades agrícolas. En las primeras décadas del siglo XVII, más de la mitad del área agrícola y pastoral había sido transferida de los indígenas a los españoles. A pesar de las leyes reales que se dictaron para proteger las tierras de las comunidades, durante los siglos XVII y XVIII, las normas y medidas para los ejidos de los pueblos no fueron respetadas, así que los indígenas continuaron perdiendo sus tierras.

Las grandes haciendas del valle de México surgieron mediante otorgación legal, consolidación, expansión, compra, composición y denuncia. Los títulos de sus tierras incluyen las mercedes originales, documentos subsecuentes de venta, composiciones, registro de exámenes, declaraciones de límites y otros papeles relativos. 31

La concentración de la propiedad se acentuó con el correr de los años; a fines de la Revolución de 1910, en el valle de Teotihuacan, 90% de la superficie de 10 500 ha de tierras aprovechables estaba en poder de siete latifundios; el restante 10% pertenecía a 416 pequeños propietarios, lo que daba como resultado que 95% de la población (7 907 habitantes, de un total de 8 330) no poseía tierras. 32

En la región central se desarrolló la zona productora de pulque, de manera especial en los estados de México, Hidalgo y Tlaxcala. Las principales haciendas se localizaban en los llanos de Apam, que cultivaban maguey, trigo, maíz, haba, cebada y frijol; además de criar ganado menor. La superficie promedio de las haciendas pulqueras estaba entre 1 500 y 2 000 ha. 33

Brading, en su libro sobre el Bajío en el siglo XVIII, 34 describe la existencia en el centro-norte de los rancheros, un grupo numeroso de pequeños propietarios y arrendatarios, quienes participaron activamente en el rápido cambio económico ocurrido durante ese siglo; mientras que los mineros y comerciantes de Guanajuato eran terratenientes de León. Hace resaltar cómo en muchas regiones el dominio de la hacienda no era tan absoluto como se pensaba anteriormente.

En estas y otras regiones del país fue muy relevante el papel del arrendatario durante el siglo XVII, cuando la crisis económica, la caída de la demanda urbana y el descenso de población que se produjo después de la Conquista, obligó a los hacendados a arrendar parte de sus tierras y recibir, a cambio, parte de la cosecha de los arrendatarios, además de prestaciones en trabajo.

La hacienda tuvo varios escapes ante la competencia, los que desarrolló con amplitud desde la segunda mitad del siglo XVIII: en uno, los hacendados se volvían simples rentistas, o bien, invertían en mejoras (presas, riego); en otro, combinaban la ganadería con el cultivo de cereales y la agricultura de los arrendatarios —lo cual ocurría sobre todo en el centro de México—. También participaban en otras líneas de producción (azúcar, algodón, café y henequén) en las regiones tropicales; o se concentraban en la ganadería y sus derivados, en las áreas del norte.

Ya en el siglo XIX, con el aumento de la población, la mano de obra se volvió relativamente barata en las regiones con mayor concentración demográfica, mientras aumentaba el valor de la tierra. Aunque los precios del maíz se elevaron, el nivel de los salarios permaneció más o menos constante. Los hacendados empezaron a desarrollar una tercera modalidad de operación, al optar por la aparcería en las tierras de temporal que les permitía obtener hasta la mitad de la cosecha de maíz realizada por los aparceros; mientras que en las tierras de riego cultivaban el trigo. 35 El terrateniente entonces

[...] se aprovechó de su dominio sobre la tierra para beneficiarse del esfuerzo de los aparceros, pero concentró su propia inversión en el cultivo de granos más redituables que el maíz. Dentro de este contexto, la transición a cultivos de aparcería, debe verse como una respuesta lógica por parte del terrateniente a las cambiantes relaciones de trabajo, tierra y precios. 36

Durante la época colonial, alrededor de Guadalajara, las haciendas del área proveían a la ciudad de productos agropecuarios, minerales (sales), manufacturas, carbón vegetal, leña, madera y arcilla, entre otros. Por el aislamiento geográfico de la región y la escasa población indígena, las haciendas llegaron a tener un gran poderío económico y un papel prominente en el abasto de granos a la población urbana. Explotaban la tierra en forma extensiva y por la diversidad de sus funciones sociales, económicas y religiosas, llegaron a tener más importancia y habitantes que los pueblos. 37

Las enormes extensiones de las regiones del norte de México, poco pobladas, presenciaron una conquista y una colonización de carácter privado, impulsadas por "hombres ricos y poderosos", como los llamó Chevalier. También jugó un papel crucial en su poblamiento el descubrimiento de los ricos yacimientos de plata de Zacatecas y otras regiones y la obra evangelizadora de religiosos como los jesuitas y franciscanos; al igual que la actividad militar de los soldados, capitanes y gobernadores que conquistaron los reinos de Nueva Vizcaya, Nuevo León y Nuevo México. En estas regiones desérticas y deshabitadas, el aprovisionamiento de las minas requería de un elevado desarrollo de la agricultura y la ganadería.

Así nacieron unas haciendas mixtas que recuerdan un poco los grandes ingenios azucareros del Sur, con sus máquinas trituradoras y sus hornos de fundición, con sus rebaños, sus labranzas, sus bosques y carboneras, y por último con sus esclavos y gentes de trabajo. 38

Estas haciendas, generalmente de enorme extensión, producían rendimientos estables, aunque no tan espectaculares como los de una mina, y permitían establecer mayorazgos y asegurar la riqueza futura de la familia de estos ricos individuos. En las tierras de estas haciendas, a veces se constituían centros de población. Debido a la falta de comunidades indígenas amplias y de repartimientos, para los trabajos en minas y haciendas se empleaban a esclavos, mulatos o indios libres que eran traídos desde las regiones del sur por los hacendados, que intentaban detenerlos por diversos medios, como las deudas. Además, muchos mineros y criadores de ganado eran, al mismo tiempo, capitanes que comandaban huestes de "hombres a caballo, mitad vaqueros, mitad abigeos y bandidos", para combatir a los chichimecas.

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