1 ...7 8 9 11 12 13 ...18 El clímax de la tirantez de relaciones con la burocracia del Fondo fue cuando Lavagna y Nielsen descubrieron que el organismo ocultó información relevante al gobierno de Estados Unidos, uno de los países con voto de peso en el directorio del FMI, para renegociar el acuerdo.
En una reunión con el subsecretario del Tesoro de ese país, Paul O’Neill, Lavagna le dijo: “Nosotros sólo queríamos el roll over (refinanciación de vencimientos y no plata nueva). O’Neill me preguntó asombrado: «¿Cómo no quieren plata fresca? ¿Entonces cuál es el problema?» Y yo le contesté: «Vaya y dígaselo a los del FMI»”.
También Lavagna habló con el secretario del Tesoro de Estados Unidos John Snow, quien le resumió la idea de Estados Unidos de que el FMI debía ser un acreedor privilegiado por sobre los demás.[20]
“Yo le explico que nosotros tenemos un solo bolsillo, le pagamos al FMI y a los organismos, y el remanente que queda es muy poco; si ellos quieren más dinero para los privados tienen que sacrificar un poco de dinero. Él allí me sorprende y me dice: «Páguele al FMI y después a los otros»”, relató Lavagna.[21]
Esta postura de Estados Unidos fue replicada luego ante las cortes de Nueva York, en numerosas oportunidades, y posteriormente resultó un argumento a favor de la Argentina en los litigios de los acreedores por el default, cuando éstos buscaron incautar fondos de reservas argentinas.[22]
En tren de promover una solución entre las partes que incluyera la reestructuración de la deuda con quita, “Estados Unidos claramente trabajó en el G7 a favor de la Argentina”, asintió Lavagna. Esto se reflejó no sólo en la Justicia sino también en las posturas adoptadas durante las votaciones en el directorio en el FMI y en la conducta de no interceder en defensa de los acreedores, a diferencia de la burocracia del Fondo, de los países europeos y de Japón.
Esta posición fue admitida por los propios acreedores de la Argentina cuando iban a tocarle la puerta a Snow y su segundo, John Taylor. Fue el caso de Hans Humes, cabeza de un fondo de riesgo estadounidense, Greylock, que ensayó el liderazgo de una defensa en todos los frentes, mediática, judicial y diplomática, de los inversores de su país durante la etapa de la primera reestructuración de la deuda, y compartió la presidencia de la asociación de bonistas GCAB.[23]
En tanto, Italia jugaba comprensiblemente muy duro en contra del país, ya que tenía una cantidad fenomenal de pequeños bonistas –se decía que eran 450.000– que habían comprado deuda argentina, muchos de ellos jubilados que habían comprometido su pensión, engañados por bancos de su país que en los 90 les habían ofrecido papeles celestes y blancos como ahorro seguro.
La embajada italiana en Washington presionaba al G7 y al FMI. “Les pedían a las autoridades del FMI que le diera al GCAB un lugar preponderante como negociador, pero nosotros no se lo queríamos dar. El copresidente del GCAB, Nicola Stock, nos impresionó desde el principio muy mal. Viene a la Argentina, recién nos conocíamos, y lo primero que nos dijo fue: «Tiene que negociar conmigo»; además, tenía un ego increíble”, recuerda Nielsen con un dejo de amargura.
Nielsen fue uno de los que más padeció al italiano, quien se mostraba muy duro con la Argentina, y en tono despectivo llamaba al funcionario –quien tenía evidente debilidad por las corbatas– “el hombre de la corbatas de seda”, recordó un representante de los fondos de inversión de acreedores.
Nielsen volvía de sus periplos por Italia, tanto en las negociaciones como en el road show cuando se promocionó luego la oferta de deuda, ofuscado por este personaje. En cuanto pudo, buscó relajarse en las piletas de un club de Palermo, Gimnasia y Esgrima, donde entre brazada y brazada descargaba tensiones con el devenido ministro de Infraestructura de Ibarra, Roberto Feletti, también asiduo concurrente al predio deportivo.[24]
De todos modos, los contactos con los italianos empezaron antes de la era Kirchner y el primer acercamiento con los acreedores italianos ocurrió en Londres, durante la presidencia de Eduardo Duhalde, en 2002. Luego aparece el lobby de los bancos italianos que nombran a Nicola Stock presidente del grupo Task Force Argentina (TFA).
Nicola Stock es un ex gerente de un banco comercial romano ya jubilado a quien volvieron a entrar en carrera, precisamente para evitar que el pesimismo italiano se volviera contra los bancos de la península. Fueron, en definitiva, las entidades financieras las que habían contribuido a promocionar el festival de bonos argentinos de los 90, colocando entre jubilados italianos títulos de deuda como alternativa a un ahorro “seguro” del tipo de un plazo fijo. Por eso, el italiano ejercía un fuerte lobby en contra de la Argentina ante el FMI.
Sin embargo, había también otros italianos que consideraban a Stock un representante de los bancos que habían estafado a la gente, y por ello no compraban tan fácilmente sus recomendaciones. Ellos se agrupaban en asociaciones de consumidores o en otros comités.
Por otro lado se encontraban los japoneses, que buscaban ejercer fuerte presión en la comunidad financiera internacional. Para su cultura, era inaceptable la “estafa” que habían sufrido de parte de la Argentina. Los jubilados nipones no podían comprenderlo. El culto a los mayores en Japón es reverencial, como en casi todos los países del continente asiático, donde existe toda una tradición de fortísimo respeto y veneración por la ancianidad. Y, al igual que los jubilados italianos, habían sido convencidos de que compraban un plazo fijo y no un título de deuda, que inherentemente lleva mayor riesgo.
Tokio fue una de las paradas más difíciles para el equipo económico de Lavagna, debido a la diferencia cultural con Occidente. La cantidad de japoneses con bonos en default era tal que el primer encuentro con los tenedores nipones se realizó en un “megateatro que parecía un estadio”, recordaron Nielsen y Palla, los enviados del gobierno.
“No parábamos de pedir disculpas por el default de 2001, en nombre del pueblo argentino. Para ellos era una indignación. Fue una situación muy tensa, una de las más horribles”, recordaron ambos funcionarios.
El encuentro se realizó en el teatro Shinkuju Bunka Center, uno de los más importantes de Japón que emula a los de Broadway en Nueva York. Por allí pasan artistas distinguidos de todo el mundo, se realizan conciertos y ballets, entre otros espectáculos. En ese lugar Nielsen y Palla fueron a “dar la cara” por la Argentina ante unos 1.300 acreedores. Los cálculos del momento daban unos 2.600 millones de dólares en deuda en default samurái.[25]
“Saquémonos a estos tipos del FMI de encima, Roberto”
Pasó el tiempo y, a mediados de 2004, la Argentina había superado la prueba de las dos primeras revisiones y cumplido las metas macroeconómicas en el tiempo establecido, y sin embargo el FMI seguía presionando con no aprobar la tercera revisión de julio. Esto denotaba a las claras que lo que buscaba el organismo era mejorar de alguna forma la propuesta a los acreedores lanzada en Dubai, de la que Kirchner no se movía.
Lavagna comenta que “la tercera revisión se tenía que hacer en junio de 2004 pero ellos con distintas excusas la fueron corriendo. El FMI se había convertido en una especie de garante de los bancos y los acreedores. Había que ajustar el gasto para generar un excedente para pagar la deuda. La información que nosotros teníamos era que ellos querían que siguiéramos haciendo el ajuste fiscal y generásemos un mayor excedente para mejorar la oferta a los bonistas en la reestructuración de deuda. Nosotros con Kirchner pensábamos que el FMI no tenía nada que decir acerca de la reestructuración de la deuda. Por lo tanto, hasta que no estuviera lanzada la oferta final a los acreedores, no íbamos a aceptar que el FMI nos pidiera un mayor excedente fiscal para que esa oferta fuera más generosa. Fue cuando pedimos negociar una salida ordenada, la prórroga de un acuerdo con el Fondo. Sin nuevos desembolsos, a cambio de prórroga de vencimientos”. Es que la aprobación de la tercera revisión gatillaba automáticamente un desembolso de 1.000 millones de dólares, el monto de vencimientos equivalente de la Argentina con el Fondo hasta fin de año.
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