José Soto Chica - Los visigodos. Hijos de un dios furioso

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José Soto Chica, el autor del exitoso
Imperio y bárbaros. La guerra en la Edad Oscura, regresa con un volumen que aborda una época crucial en la historia de España, el tiempo que hace de bisagra entre la Antigüedad y el Medievo, el tiempo del primer reino que se enseñoreo sobre toda la península ibérica, el tiempo de los visigodos. Rastreando los nebulosos orígenes de los godos en Escandinavia, el libro acompaña a estos en una migración que los llevó a penetrar en el Imperio romano, a saquear por primera vez en siete siglos la Ciudad Eterna y a asentarse, por fin, en la Península.
Los visigodos. Hijos de un dios furioso explica cómo ese viaje convierte a los visigodos en un pueblo mestizo, impregnado de romanidad, un mestizaje y una romanidad que se acentuaron en Hispania, constituyendo la fértil semilla que la marea islámica no pudo agostar y que luego germinará con los primeros reinos cristianos, verdaderos epígonos espirituales del reino de Toledo. Si san Isidoro, el más destaco intelectual visigodo, cantaba «¡Tú eres, oh, España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras, en tu suelo campea alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo!», en José Soto encontramos su digno continuador, que aúna al exhaustivo conocimiento del periodo una prosa ágil y capaz de transmitir toda la épica que tuvo
un Alarico poniendo de rodillas a Roma o un
rey Rodrigo defendiendo su reino en Guadalete, hasta el fin.

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Jordanes señala que los godos contaron con un rey de nombre Geberico, el cual reinó después de Ariarico y Aorico. 26 Ahora bien, si así fuera, habría que colocar a ese Geberico después del 365 y eso desplazaría a Atanarico, hijo y sucesor de Aorico. Pero Atanarico, al contrario que Geberico, está del todo constatado y cronológicamente precisado por fuentes contemporáneas de los hechos tales como, por ejemplo, Temistio y Amiano Marcelino. 27 Así que la noticia de Jordanes sobre Geberico no es creíble desde el punto de vista cronológico. De hecho, el dislate cronológico de Jordanes lo evidencia él mismo al afirmar en un lugar que Geberico reinó en tiempos de Constantino, es decir, en algún momento entre el 306 y el 337, y en otro que lo hizo después de Ariarico y Aorico, esto es, después del 365. 28 ¿Hacia dónde apunta eso? Hacia que Jordanes tenía noticias sobre un poderoso caudillo tervingio, Geberico, pero que no tenía muy claro donde situarlo. Lo que sí sabía a ciencia cierta es que Geberico luchó con éxito contra los vándalos y que logró expulsarlos de sus territorios en la antigua Dacia. 29 ¿Cuándo pudo ocurrir eso? La mayoría de los especialistas ha señalado una fecha en torno al 334, cuando grupos de vándalos solicitaron a Constantino tierras en Panonia para escapar de la presión de los tervingios. Ahora bien, puesto que para el 328 y sin ningún género de dudas, Ariarico era el juez de los tervingios, no podemos pensar en Geberico como el jefe que empujó a los vándalos hacia Panonia. Además, los godos que en el año 334 llevaron a cabo esas acciones contra vándalos y sármatas no fueron los tervingios, sino otra tribu goda, «la más poderosa y numerosa de las tribus godas», dice el anónimo y contemporáneo autor de la Origo Constantini Imperatoris distinguiendo de los godos de Ariarico a esos otros godos que guerreaban contra vándalos y sármatas y a los que, por otra parte y en ese mismo año del 334 o en el 335, Constantino casi exterminó. 30 Así que Geberico y su guerra vándala no pueden situarse en el año 334. 31 ¿Entonces? ¿Recordamos lo que Claudio Mamertino decía sobre los tervingios en el 292? Pues que estaban empujando a los vándalos fuera de sus territorios. 32 Eso situaría a Geberico entre el 292, aproximadamente, y la aparición en escena de Ariarico hacia el 328. Ahora bien, Jordanes deja claro que Geberico no era un baltingo y puesto que Ariarico, ya lo hemos demostrado, era juez o rey de los tervingios hacia el 328, y puesto que gracias a la Origo Constantini Imperatoris sabemos que en el 324 Licinio contó con un poderoso aliado godo, el rey Alica, 33 todo apunta a que Canabaudes, Geberico y Alica, al igual que luego Ariarico, Aorico y Atanarico, eran miembros de un mismo linaje real 34 y que ese linaje fue el primero que gobernó a los tervingios. Un linaje, además, que logró reunir a muchas bandas godas con posterioridad al 257 y antes del 268 y que puso las bases del poder que luego ejercerían Ariarico, Aorico y Atanarico.

Todo lo que acabo de exponer más arriba es, según creo, una novedad, y además creo que resuelve muchos problemas sobre el origen y primeros pasos de los tervingios. Por lo pronto tendríamos no 3, sino 6 jueces o reyes de los tervingios y no una, sino 2 dinastías o linajes reales que se sucedieron en el poder y cuya rivalidad explicaría mucho mejor la súbita y dramática fragmentación que el estado tervingio sufrió en el 376 cuando Atanarico perdió el control sobre la mayoría de su pueblo en favor de otros jefes no ligados a su familia o linaje como era el caso de Alavivo y Fritigerno. ¿Quiénes eran estos? Es evidente que señores poderosos, lo más probable es que fueran parte de ese grupo de reyes tervingios sometidos a Atanarico que señalaba Temistio en su panegírico de finales del 369 o inicios del 370. Pero de linaje tan alto y prestigioso como para disputarle el poder a un hijo y nieto de jueces/reyes supremos y eso me sugiere que uno de ellos o los dos, bien podrían haber sido descendientes de la familia real a la que pertenecieron Canabaudes, Geberico y Alica. La misma que, desplazada del poder supremo entre el 324 y el 328, aprovechó la derrota de Atanarico ante Valente a finales del 369 y, sobre todo, los ataques hunos del 375-376 para comenzar a cuestionar su autoridad y tratar de retomar el perdido control sobre los tervingios. 35 Creo que, de esta manera, además, podemos trazar una historia continua y más plausible de los tervingios entre su aparición, hacia el 268, y su derrumbe en el 376.

Figura 15Moneda de tipo cabaña acuñada bajo el emperador Constante en - фото 19

Figura 15:Moneda de «tipo cabaña», acuñada bajo el emperador Constante en Augusta Treverorum (348-350). En su reverso se aprecia a un soldado romano sacando pacíficamente a un bárbaro de una cabaña muy simplificada, cuyo aspecto quiere hacerse eco de las que los pueblos de allende el Imperio construían con muros de tapial, cubiertas vegetales y una carcasa de materiales perecederos –sobre todo madera y caña–, al modo habitual en la tradición constructiva no mediterránea. Esta iconografía celebraba el asentamiento de grupos de bárbaros dentro de las fronteras del Imperio.

Ahora bien, tal como señalábamos en el primer capítulo, el «éxito tervingio», la consolidación de la hegemonía tervingia al norte del Danubio, recibió un empujón, por así decir, del Imperio. Roma no solo optó por convertir a los tervingios en sus «interlocutores» estableciendo foedera , tratados que otorgaban ventajas comerciales y subsidios, amén de emplear a miles de guerreros godos y de realzar el prestigio del juez tervingio entre las tribus godas, sino que intervino para eliminar a quien sin duda y en mi opinión era un poderoso rival de los tervingios: la misteriosa tribu goda que según el anónimo autor de la Origo Constantini Imperatoris era «la más poderosa y numerosa de las tribus godas» 36 en el 334. Constantino derrotó cumplidamente a esta fracción de los godos y, con ello, sin duda, allanó el camino de Ariarico y sus sucesores como hegemones de los pueblos godos situados entre el Danubio y el Dniéster.

La historia de las relaciones entre tervingios y romanos es agitada. Aorico, el hijo de Ariarico que quedó como rehén en Constantinopla en virtud del foedus del 332, no terminó de adaptarse al papel que el Imperio le tenía destinado, el de rey bárbaro complaciente y sumiso. Ni siquiera los agasajos y honores que se le concedieron, se le llegó a erigir una estatua junto a la Basílica de Illus, templaron su odio hacia Roma. Cuando su cautiverio terminó y reemplazó a su padre al frente de la confederación tervingia, tensó las relaciones con el hijo y sucesor en Oriente de Constantino, Constancio II. De hecho, y según parece, Aorico desconfiaba tanto de Roma que obligó a su hijo, Atanarico, a jurar que no visitaría Constantinopla. En cualquier caso, Aorico tuvo varios enfrentamientos diplomáticos y bélicos con Constancio II y como parte de esos enfrentamientos y como ya vimos más arriba, persiguió a los cristianos de su territorio.

Pero sería su hijo, Atanarico, que parece que llegó al poder hacia el 364-365, quien tuvo el enfrentamiento más duro con Roma. El contexto de dicho enfrentamiento es muy significativo pues nos ilustra sobre cómo el poder tervingio no había dejado de crecer desde el 332 y cómo, en consecuencia, deseaba cambiar las bases de su relación con Roma y tener un papel más igualado con el Imperio.

En el 363, Procopio, un primo del augusto Juliano, recibió el encargo de este último de dirigir una de las dos «tenazas» del ejército romano que debían de adentrarse en Persia y destrozar su resistencia. Esto es significativo, ya que Procopio mandaría 30 000 hombres (18 000 según Zósimo), la mitad poco más o menos del total de la fuerza empleada, y los llevaría por Armenia para, una vez sumadas sus fuerzas a las del rey Arsaces, aliado de Roma, pasar a Adiabene amenazando el norte de Mesopotamia y tratando luego de converger con Juliano que mandaría el resto del ejército llevándolo directamente y Éufrates abajo, contra la capital persa, Ctesifonte.

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