José Julio Valdez Robles - Fuego Clemente

Здесь есть возможность читать онлайн «José Julio Valdez Robles - Fuego Clemente» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Fuego Clemente: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuego Clemente»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Congreso del Estado de Jalisco aprobó declarar el 2008 «Año de José Clemente Orozco». Orozco es el gran muralista de México y de Latinoamérica. Nació en Ciudad Guzmán, el 23 de noviembre de 1883, fue testigo y actor del periodo revolucionario mexicano; y, al mismo tiempo, también fue cofundador de otra revolución: la de la pintura nacional. Junto con el Doctor Atl, Siqueiros y Rivera —principalmente—, provocó un renacer en el arte, que desembocó en el muralismo mexicano, capítulo de la pintura mundial que impactó a cientos de artistas en diversos países. A partir de los años veinte –y hasta la mitad– del siglo pasado, el muralismo eclipsó buena parte de la conciencia pictórica de México.

Fuego Clemente — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuego Clemente», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los trajes rojos de los chinos lucen estupendos entre hortalizas formadas con tonalidades que parecen muestrario de verdes desaforados. Decenas de agricultores orientales regando, rehaciendo surcos, echando abono, quitando hojas secas, revisando el avance de las plagas o intuyéndolas. «Aquello parecía una pintura irregular, que no cabría en ninguna corriente de arte moderna o antigua; los chinos vestidos en seda, cultivando verduras que parecían llegadas de otro mundo debido al tamaño y a la coloración que se asomaban de manera dispareja.» Margarita y Clemente acostumbraban caminar alrededor de esos sembradíos de Coyoacán, cercanos a un río entonces limpio, en cuya orilla era común encontrarse con ranas y sapos de tonos imprecisos. Uno los veía y daba la impresión de estar mirando bodoques de color salidos de tubos de pintura, que habían tomado forma de batracios saltarines. «Nos quedábamos mirando las huertas, adonde nos íbamos a sentar luego de los bañitos de sol de los que acababas por cansarte. Ahí me gustaba besarte, Miti. Te besaba y el aire olía a mandarina, a naranja, a limón. Me ponía contento cuando tocabas las hojas del árbol más cercano mientras yo te apretaba, quería acercarme cada vez más. Así, pegaditos, yo era más yo.» Caminaban buena parte de la tarde, después volvían a la parada del tren de Aguas Potables, cerca de la casa de ella. «Olemos a árbol de fruta, decía yo, y tú te reías, muy linda te reías y atrás el sol era mancha imprecisa que te hacía precisa, tu silueta era intachable y precisa.»

Piensa en los recuerdos de Margarita, los que tienen que ver con el cine Centenario. En eso se les iban las tardes de domingo. «Tu mano Margarita, aquí con la mía.» La fila de gente con cara de querer historias. «Entonces las películas no tenían sonido, pero aun así las disfrutábamos mucho.» La película sobre la reencarnación provocó que la “Sociedad de Jóvenes Católicos” repartiera volantes para que nadie la viera. “Atenta contra nuestras creencias”, explicaban con sonrisas de estúpidos. «De estúpidos que ni siquiera intuían lo que es la santidad.» La asistencia fue abundante. Ese día quedó mucha gente fuera de la sala, sin ver la función.

Francisco, hermano de Margarita, le preguntó a su mamá si sabía que Orozco y su hija andaban de novios.

—Sí, ya me lo había platicado tu hermana.

Esa tarde Francisco había estado paseándose por el centro de la ciudad, y en la calle 16 de Septiembre los vio caminando sin prisa, Margarita del brazo del pintor. Desquehacerado, el hermano los siguió a lo largo de varias calles. Convencido que esa mujer era su hermana y el sujeto de al lado Orozco, volvió a su casa. Después de la confirmación de la madre, Francisco dijo que le parecía muy curioso ver juntos un abrojo y un espino.

8

La calle República de Cuba se llena con olores de platillos de Jalisco. Provienen de la fonda a la que llaman “Los monotes”. Esos platillos los preparan Luis Orozco, el propietario, y la güera, su ayudante. El lugar es pequeño, el humito que sale de las ollas que están a la vista lo vuelve acogedor. La gente acude también por las tortillas, recién hechas y gordas, de tonos azules, verdes y amarillos. Además, los parroquianos se divierten mirando las paredes, en donde están colgados papeles y cartones, de colores la mayoría. En estos aparecen caricaturas de curas, gobernantes y de gente de clase alta.

—Los que se joden al pueblo, pues —explica Luis, quien es hermano del hacedor de esas obras.

Es por las mañanas cuando llega a colgar sus “monos” —de ahí el sobrenombre del sitio—. A la hora de fijarlos con tachuelas no imagina que tiempo después, otro pintor, Diego Rivera, con el que tendrá una relación más agria que dulce, dirá que esos dibujos colgados en las paredes investían al autor con la cualidad más alta para un artista: “Ser pintor del pueblo y para el pueblo.”

9

Las manos destruyendo acuarelas, dibujos y pasteles se menean a idéntico ritmo que el vagón. Ha estado viendo las mismas manos desde que tomó el tren que lo lleva a San Francisco. Se le ha quedado también el sabor de las casas tristes, mugrosas de Laredo. Se quita los lentes, reclina la cabeza en el respaldo, cierra los ojos. «Hijos de la chingada.» Nomás lo piensa, pero luego en voz alta dice:

—Cabrones.

El aduanero que parecía de más autoridad, puso cara de descubridor de desvíos de reglamentaciones cuando vio una acuarela de una mujer del rumbo de Peralvillo, con labios rojos y con un vestido morado. “What is this, my friend?” Orozco contestó que eran pinturas, después sacó otras con prisa, como para adelantar el proceso de inspección, terminarlo. Destruyeron frente a ti sesenta pinturas que habías hecho en tu estudio de la calle Illescas. Alterado, preguntó el pintor que qué estaban haciendo.

—Nuestras leyes prohíben introducir a los Estados Unidos estampas inmorales —dijo el inspector que hablaba español.

Inspeccionaron las cien pinturas que llevaba. «Desparramaron mi obra por toda la oficina, aquello era como una exposición “oficial”. El examen cuidadoso de cada pieza me causó gran molestia.» Media docena de aduaneros se acercaron. Algunos se rieron, pero el que tenía traza de jefe los miró serio. A continuación dio un discurso acerca de la pureza de hábitos y sobre la importancia de comprometerse a mantener su nación libre de influencias que pervirtieran las buenas costumbres. No pudiste hablar, se te formó en el estómago una como mano que apretaba, que subió después a la garganta y detenía las palabras que querían salir. Finalmente pudiste protestar, pero te sirvió de poco. Miró las caras duras, los labios cerrados. «Aquella obra de ninguna manera era inmoral, ni siquiera había desnudos.»

Abres los ojos. El muchacho que va sentado frente a ti te recuerda a uno de los oficiales, el más joven. Lo miras serio, él sonríe pero tu expresión no cambia. Se levantó al baño, el tren iba pasando por una curva pronunciada. Por no caerse se golpeó en la ventana con el muñón. El dolor hizo que su rostro cambiara de semblante. Para distraerse le pregunta a un empleado cuánto falta para llegar a San Francisco:

—Siete horas.

Tiene treinta y cuatro años, es su primer viaje a Estados Unidos. Estará primero en San Francisco, luego en Nueva York, adonde regresará una década después. Su primera experiencia con el rostro duro de la oficialidad gringa lo ha dejado descorazonado. Laredo significará siempre el sitio donde en mil novecientos diecisiete unos animales uniformados le destruyeron sesenta piezas. Pero durante el viaje intuye que San Francisco será página nueva, esperanzadora.

En la calle Misión, de San Francisco, hay un galerón enorme de madera que un día fue taller, pero ahora es casa y negocio de un carpintero y de un pintor. Los muros del domicilio son verdes, en donde sobresalen letras amarillas que se pueden ver a veinte kilómetros de distancia. Escribieron: “FERNANDO R. GALVAN & COMPANY”. La palabra “Company” se refiere únicamente al señor José Clemente Orozco. La parte restante tiene que ver con Fernando Galván. El futuro muralista lo conoció por intermediación de Joaquín Piña, que había apoyado a Orozco años antes, recomendándolo con el director de “El Ahuizote”, y que una vez más lo ayudó en Estados Unidos con una hospitalidad que no habrá de olvidar.

Cuando Galván conoció la obra de Orozco (la que se salvó de los aduaneros de Laredo) le vio pocas posibilidades para el mercado local. «Me dijo que iba a ser casi imposible venderla. Medio triste, me olvidé por un tiempo de ella.» Entonces tomaron la decisión de pintar carteles a mano para dos cines. Semejante actividad le permitió a Clemente tener medios para vivir, además de tiempo libre en abundancia, que era lo que se precisaba en una ciudad como aquella.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Fuego Clemente»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuego Clemente» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jean-Marie Blas De Robles - Where Tigers Are at Home
Jean-Marie Blas De Robles
Elmore Leonard - Valdez Is Coming
Elmore Leonard
Dolen Perkins-Valdez - Wench
Dolen Perkins-Valdez
José Luis de la Cuadra - Die Fuge der Liebe
José Luis de la Cuadra
José Ignacio González Faus - Instantes
José Ignacio González Faus
José Ramón Herrera Goya - Fuego
José Ramón Herrera Goya
Carole Zalberg - Fuego por fuego
Carole Zalberg
Juan José Álvarez Carro - El fuego y el combustible
Juan José Álvarez Carro
Отзывы о книге «Fuego Clemente»

Обсуждение, отзывы о книге «Fuego Clemente» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x