Colección Jalisco• Serie Literatura
© Edward Weston, c 1930.
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VALDEZ, José Julio
Fuego clemente/ José Julio Valdez. 1ª ed.
Guadalajara, Jal. : Editorial Universitaria, 2008.
(Colección Jalisco)
ISBN 978 607 450 008 0
1.Novela histórica. 2. Jalisco – Historia.
M863-cdd21
© 2008, José Julio Valdez Robles
Primera edición electrónica, 2008
D.R. © 2008, Universidad de Guadalajara
Editorial Universitaria
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ISBN 978 607 450 008 0
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El Congreso del Estado de Jalisco aprobó declarar el 2008 “Año de José Clemente Orozco”.
Orozco es el gran muralista de México y de Latinoamérica. Nació en Ciudad Guzmán, el 23 de noviembre de 1883, fue testigo y actor del periodo revolucionario mexicano; y, al mismo tiempo, también fue cofundador de otra revolución: la de la pintura nacional. Junto con el Doctor Atl, Siqueiros y Rivera —principalmente—, provocó un renacer en el arte, que desembocó en el muralismo mexicano, capítulo de la pintura mundial que impactó a cientos de artistas en diversos países. A partir de los años veinte –y hasta la mitad– del siglo pasado, el muralismo eclipsó buena parte de la conciencia pictórica de México.
El autor de la “Capilla Sixtina de América”, como se conoce a la Capilla Clementina, del Hospicio Cabañas en Guadalajara (declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad), logró captar el complejo universo que vivió, y pudo traducirlo en un discurso gráfico que nadie ha podido imitar. Su obra de caballete, sus murales, grabados y caricaturas están llenos de simbolismos que vuelven su propuesta trascendente.
Mexicanísimo y, al mismo tiempo, en contacto directo con el arte mundial —vive siete años en Nueva York, en un tiempo en que esta ciudad había desplazado a París como la capital del arte—, asimila propuestas de diversa índole, y experimenta además constantemente en su quehacer.
Persona polémica, genio comprometido con su época, Orozco supo ofrecer su talento a los convulsos días que le tocaron vivir.
A diferencia de Rivera y Siqueiros, Orozco retrata la condición humana de forma apolítica; se interesa por los valores universales y no insiste tanto en los valores nacionales, de ahí que sus imágenes más características comuniquen la capacidad del hombre de controlar su destino y su libertad ante los efectos determinantes de la historia, la religión y la tecnología. La obra de José Clemente Orozco sintetiza la grandeza de la vida humana: el hombre, principio y fin, el hombre frente a sí mismo y sin dioses. Esto lo podemos apreciar en los murales que tal vez son sus mejores obras de arte: los del Hospicio Cabañas y el del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara: “El hombre, creador y rebelde”.
Diego Rivera, en su ensayo “Orozco y la tragedia de méxico”, 1escribe, poco después del fallecimiento del muralista de Zapotlán el Grande (México, D.F., 7 de septiembre de 1949): “Con Orozco, México ha perdido lo mejor que tenía, porque Orozco plastificó todo lo positivo y negativo de nuestro país”, y más adelante agrega: “En realidad, José Clemente Orozco fue la tragedia misma de México”.
Enorme artista mexicano, pero sobre todo jalisciense, Orozco merece darse a conocer de todas las formas posibles. Su aniversario se antoja como motivo idóneo para ello. Citando a su gran estudiosa, Raquel Tibol, podemos decir que: “Nada en su obra ha perdido energía porque sus anhelos humanistas no han sido satisfechos. La tragedia continúa”. 2
El autor del “Hombre de fuego” tuvo una existencia rodeada de circunstancias y personas que merece ser contada. fuego clemente, en tal sentido, se propone narrar esa vida con un discurso ameno, y al mismo tiempo fundamentado en hechos históricos cargados, ya de por sí, de poesía, de esa poesía con que estuvieron llenos los años que rodearon a la Revolución Mexicana y las décadas que le siguieron.
Por ello, para el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, ubicado en Ciudad Guzmán, cuna de José Clemente Orozco, es un honor y un privilegio sumarse con esta novela al festejo del 125 aniversario de su natalicio.
Adolfo Espinoza de los Monteros CárdenasRector del Centro Universitario del Sur Universidad de Guadalajara
A Esther
Ni modestia ni paciencia nos harán dueños de lo que perdió nuestro fatal ancestro. Necesitamos un espíritu de fuego, y entonces ese querubín enemigo que afila armas y locuras, se derretirá en la pira de nuestra almas.
E.M. Cioran, Breviario de los vencidos
Cuando ya no pudo distinguir entre un día y otro, aparecieron los símbolos. Al principio los entendió a medias. Tuvo que observar con paciencia de místico bien entrenado los personajes en los charcos para identificar su sentido. Con el tiempo le resultaron también claros los comportamientos de los pájaros. Estos fueron volviéndose cada vez más inusuales, pero en conjunto entregaban el mensaje. Semanas antes de morir, estuvo presumiendo que había andado de vago. Se ejercitó como si nada en caminatas largas por las afueras de la ciudad, en parques de los que era aficionado y en las calles del centro. Le daba varias vueltas a los arcos localizados a unos pasos de su puerta. Los miró de lejos, de cerca, tocó sus costados, los criticó, lanzó elogios, todo sin abrir la boca. Subía y bajaba las escaleras de su casa por cualquier motivo. Acabó por creerse las excusas que se daba —que nadie más oiría— para llegar hasta el tercer piso. Desde la azotea abarcaba los costados de los alrededores: hacia allá veía la barranca; de este otro lado era posible ubicar Zapopan; mirando en aquella dirección se destacaban las llanuras color ocre; apretando los ojos y dirigiéndolos hacia aquel lado se distinguía algo del verde de los mezcales de Tequila.
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