Ya sentados de nuevo los tres, le preguntamos si le habían comentado algo más. Pedro se quedó silencioso, casi ausente, después de pedir unas consumiciones. Eché en falta a mi conocido señor Marsal.
—Estaba pensando —nos dijo Pedro— que me equivoqué; les conocía, pero no se me ocurrió que pudiesen venir ya animados por unas copas y con la determinación de desbaratar la reunión. Os confieso que lo que más me molestó es que el nefasto desenlace entró en barrena por esa laxa interpretación que de una aventura hiciste tú, Claudia, y el desapego a la Iglesia que se dijo y que no desmentiste. Una cosa es no participar de una idea y otra es menospreciarla.
—Por Dios, no te lo tomes a mal —casi le imploró ella.
Pedro y yo la miramos con preocupación. Claudia comenzó a darle vueltas a lo que había dicho, pero ni pronunció palabra ni entendió el estado de ánimo de Pedro. Le di un codazo y le susurré: “Habla de lo que ocultas; hazlo con sutileza o lo pasaréis mal”. Claudia no se atrevió. Nos centramos en nuestros chupitos mientras Pedro calentaba con sus manos su copa de cognac; estuvo absorto, giró y giró su copa. De cuando en cuando olfateaba su Remy Martin; pero siguió mudo. Al fin se tomó de un trago el resto de la copa y educada, pero seriamente, nos dijo:
—Me voy a casa. Vosotras os podéis ir juntas. Vivís en el mismo lugar.
—Por Dios, no te vayas ahora —reaccionó Claudia—, han sucedido cosas que nos conciernen; por favor, no te vayas.
—Cierto, Claudia, por eso mismo quiero digerirlas primero yo solo. Adiós a ambas.
Ella se levantó para retenerle, pero él se excusó diciéndole: “Déjame querida Claudia, es mejor así”. Y desapareció entre las luces y sombras de la alameda.
—¿Por qué ha salido tan mal, Marina? ¿He sido la culpable? —me preguntaste lloriqueando.
—La culpable soy yo, querida amiga. No tendría que haber contado ni con Mª José ni con Magda. Casi todos te conocen como la hija del prepotente marqués y eso es algo que no te beneficia para que les resultes simpática. Y Pedro es muy querido en general en la oficina de tu padre. Aquellas se han dado el gustazo de ponerte contra las cuerdas; y Magda también a Pedro, con un espectáculo deprimente.
—¿Crees que Pedro está enfadado? ¿Crees qué me verá con un perfil que ya no le guste tanto? Quizás empiece a verme de otra forma que no creo que sea para mejorar nuestra relación. ¡Qué inoportuna he estado!
*****
Y ahora que releo el escrito me pregunto: si Claudia hubiese sido sincera, ¿Pedro hubiese dado marcha atrás? No lo creo. Pero sí que sí hubiese sido menos condescendiente la agresividad de ella se habría mitigado. Conocer estos flecos ya casados fue un trauma para Pedro y en seguida explicaré cómo resultó.
[3]Lord Acton: Barón Acton es un historiador y político inglés liberal, muy conocido por sus servicios en la Cámara de Comunes, y célebre por sus contundentes frases.
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